Ahí están pintadas las mujeres
María Teresa Blanco Ibáñez
La invisibilización de mujeres en diferentes campos del conocimiento y de la práctica ha sido una constante histórica y por supuesto, el campo del arte no ha sido la excepción.
El vacío histórico de las mujeres en el espacio artístico se ha dado principalmente en la ausencia de exposiciones de obras de mujeres artistas y en el reconocimiento público de su trabajo, pues, aunque es frecuente encontrar pinturas y esculturas en donde las mujeres son protagonistas, estas han sido representadas en forma primordial desde el ojo y el deseo masculino.
Para el caso colombiano, por ejemplo, cuando se evocan pintores, escultores o artistas en general, se piensa en primera instancia en Fernando Botero, Alejandro Obregón, Edgar Negret, entre otros. Es poco frecuente que cuando se habla de artistas colombianos se mencionan artistas como Feliza Burstyn, Clemencia Lucena o Nirma Zárate, pintoras y escultoras con una producción artística además de fascinante, haciendo una crítica social y política del contexto en el que se encontraban; obras que actualmente se pueden encontrar en algunos de los museos más importantes del país y que, en su momento, fueron merecedoras de los premios más importantes del campo artístico colombiano.
La producción de las obras de estas tres artistas se dio principalmente entre las décadas de 1960 y 1980, siendo fuertemente influenciadas por el entorno social y el contexto político por el que atravesaba el país, principalmente por la perspectiva del conflicto de los años 60 y 70. Esta temática es el eje principal de algunas de sus obras, especialmente las de Nirma Zárate y Clemencia Lucena. Nirma Zárate a través de su arte plasmó su clara oposición a las disposiciones del gobierno de turno y las intervenciones por parte de Estados Unidos. Del mismo modo lo hizo Clemencia Lucena, quien en primera instancia criticó los cánones de belleza impuestos a las mujeres para luego realizar una crítica social a la situación social de Colombia. Por su lado, Feliza Burstyn usó la escultura de una forma innovadora en el país, para hacer mención a la situación de las mujeres en el país y para criticar las disposiciones de género del momento.
Figura 1: “Reina conflictiva: que si usa peluca, que porqué fue a Vietnam, que si dice esto o que si hace lo otro”, Clemencia Lucena, 1968. Pintura, 75 x 54 cm.c
Durante estas décadas, la protesta y descontento social respecto al conflicto armado en el país, la intromisión de EEUU en algunos procesos del país y la guerra de Vietnam (McDaniel, 2013) fueron hechos de inspiración para estas artistas. Es de mencionar que este ambiente fue el espacio propicio para que las mujeres tuvieran mayor participación en el ámbito artístico con temas culturalmente designados para ser tratados por hombres. Durante la década de los 60 tomó fuerza el discurso del arte comprometido, que se extendería fuertemente hasta finales de la década de los 80, promoviendo una mayor actividad intelectual generando así un espacio ideal para nuevos rumbos en el arte colombiano (Henríquez, 2006: 262). De la mano de este discurso tuvo lugar el arte político cuyo objetivo fue denunciar y oponerse a hechos violentos ocurridos en el país.
Cecilia Fajardo y Andrea Giunta, curadoras de la exposición Radical Women mencionan que el período entre 1960 y 1985 fue un momento de experimentación artística y conceptual para las mujeres, pues fue allí cuando en sus obras tuvieron lugar temáticas diferentes a las comúnmente referenciadas por las mujeres hasta el momento. Este periodo significó “la radicalización del cuerpo político desde la perspectiva del género femenino en el arte, cuestionando a la vez, la definición preestablecida de lo que entendemos por una mujer artista” (Fajardo. C, Guiunta. A, 2016).
Es de mencionar que la producción artística de estas cuatro artistas colombianas hizo parte de un arte de concienciación, de la investigación y exploración del cuerpo femenino, de crítica social y política, haciendo uso de lenguajes artísticos antes designados y aceptados únicamente para uso de los hombres. Estos nuevos lenguajes forjados en las décadas de los años sesenta y setenta también estuvieron impulsados por la segunda ola del feminismo, la cual promovió que en los trabajos de estas artistas también tuviera lugar la crítica a los prototipos de belleza y a los roles de género asignados a las mujeres. El contacto con ideas y corrientes artísticas en el exterior, fue para Bursztyn y Zárate, un aspecto que les permitió confrontar las propuestas de su país de origen con las de países como EEUU, Francia e Italia.
Durante estas décadas:
El cuerpo femenino, representado hasta entonces en forma predominante como objeto de deseo masculino, o circunscrito a los cánones de comportamientos que la sociedad pautaba para la mujer (como madre, como trabajadora en el hogar o en la fábrica), mutó en infinitas representaciones que erosionaba, replantearon y minaban los estereotipos de lo femenino. Lo vedado o lo prohibido eran objeto de representación. (Fajardo. C, Guiunta. A, 2016)
Gracias al trabajo de las artistas de la época, temas que hasta entonces no había tenido lugar en el campo del arte, tuvieron cabida. Fueron ellas quienes se atrevieron a representar en lo estético a las mujeres de una manera diferente, con el objetivo de criticar los arquetipos de belleza establecidos.
Figura 2: “Histéricas”, Feliza Bursztyn, 1968. Ensamblaje, 57 x 78 x 51 cm.
Algunas obras y representaciones artísticas de Feliza Bursztyn, Clemencia Lucena son ejemplo de ello. En Reina conflictiva: que si usa peluca, que porqué fue a Vietnam, que si dice esto o que si hace lo otro (1968) (Fig 1), se observa la manera en que Lucena realiza un crítica a la belleza femenina impuesta mediante la deformación y exageración de rasgos de la protagonista de su obra. Mientras tanto, Feliza Bursztyn a través de sus esculturas, critica principalmente los mandatos de comportamiento asignados a las mujeres. En las series de sus obras las Histéricas (1967-1969) (Fig 2) o las Camas (1974) hace alusión de manera irónica y estratégica a la noción de la “mujer loca” que no encaja con la mujer dócil, callada y sumisa.
Estas artistas criticaron desde diferentes puntos las representaciones que se relacionaban con el cuerpo y con el ideal de mujer de la época; se atrevieron además a incluir temas como la sexualidad, la protesta política, la violencia, la pérdida y el trauma. Bursztyn lo hizo a través de sus esculturas, innovando con el uso de materiales y técnicas que confrontaron fuertemente los valores culturales hegemónicos de la época; su critica se apoyo en un postura feminista a lo largo de su trayectoria artística, de hecho en una entrevista realizada el 21 de agosto de 1973 se declaró a sí misma como feminista y liberacionista violenta, ya que creía que no había una diferencia política y social entre hombres y mujeres, lo que implica que las mujeres pueden hacer lo que quieran con la misma libertad (Vidal, 21 de agosto 1973).
Figura 3: “Valla sobre problemática del campesinado. Colombia 72”, Nirma Zárate y Diego Arango, 1972. Fotoserigrafía sobre papel, 400 x 280 cm.
De hecho, en su obra “La huelga de Bogotá” (1978) se observa a un grupo de hombres listos para la huelga, a la vez que las mujeres se ubican en la parte de atrás de la pintura preparando el alimento para sus compañeros. Se encuentra paradójica la crítica social y política que hacía de la sociedad que la rodeaba, especialmente la crítica a los estereotipos de las mujeres, pues pareciera que dentro de los cambios sociales que promovía con sus obras no se encontraba un cambio en los roles de género que había criticado previamente.
El ambiente político que llevó a Lucena a tratar en sus obras temas de crítica social y política fue el mismo que, con su consolidación, le permitió a Nirma Zárate hacia la década de los setenta cocrear el espacio Taller 4 Rojo (Henríquez, 2006: 263). Según Germán Rubiano, en el caso de Zárate “se evidencia la transición entre las dos décadas, la fusión entre la década de los sesenta marcada por la preocupación del compromiso social y político y un lenguaje directamente heredado de la corriente pop” (Henríquez, 2006: 262). Taller 4 Rojo estuvo activo durante los años 70 (1971 - 1976) con el cual sus participantes tuvieron “el objetivo de realizar un arte que participara en la lucha social, no en el sentido de la solidaridad sino integrándose orgánicamente con ella” (Fernández, 2018). En su paso por Taller 4 Rojo, Zárate realizó diversas obras de arte que respondieron a los intereses del colectivo, ejemplo de ello fueron la “Valla sobre problemática del campesinado. Colombia 72” (1972) (Fig 3) y “La flor roja del trabajo. Homenaje a María Cano (1971)”.
Figura 4: “Huelga en Bogotá”, Clemencia Lucena, 1978. 160 x 130 cm.
La producción artística de estas mujeres fue vanguardista, criticó el orden social establecido y pretendió generar un cambio para los actores centro de su arte. Nirma Zárate, Clemencia Lucena y Feliza Brusztyn fueron mujeres que salieron de los roles designados para ellas por el hecho de ser mujeres y se atrevieron a tratar temas que para su época estaban designados únicamente a los hombres. Sin duda, el trabajo de estas artistas le abrió el camino a más mujeres que, al igual que ellas, pretenden generar un impacto social en el campo de las artes.
Bibliografía:
. Disponible en https://revistaerrata.gov.co/contenido/mujeres-radicales-y-feminismo