La primera en hacer pruebas diagnósticas del virus
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Solo habían transcurrido tres semanas desde que el Ministerio de Salud y Protección Social confirmó en Colombia el primer caso de COVID-19, cuando se supo la noticia: el laboratorio de Microbiología de la Universidad del Rosario era el primero en ser autorizado para realizar pruebas de diagnóstico molecular del virus.
El Instituto Nacional de Salud (INS) y la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá le dieron el aval. Eran 22 laboratorios de universidades públicas y privadas los que estaban preparándose para hacerlo. La segunda semana de marzo, el Rosario y los Andes habían sido las primeras instituciones educativas en tener la autorización del INS para recibir dicha capacitación.
“Entendiendo que la capacidad diagnóstica del instituto no era suficiente para atender la situación, lo primero que hicimos con los Andes fue brindar nuestra ayuda a la Directora de la Red Nacional de Laboratorios de Salud Pública del INS. Ofrecimos nuestra infraestructura, porque como academia tenemos una amplia experiencia en diagnóstico molecular de distintos agentes infecciosos. De esa manera, El Rosario y los Andes fuimos las primeras universidades en capacitarnos en el diagnóstico de COVID-19. Y nosotros, en una carrera contra el tiempo, fuimos los primeros en cumplir con la norma que se requiere para cualquier laboratorio de diagnóstico clínico”, explica Juan David Ramírez, director del Laboratorio de Microbiología del Rosario y quien lidera este importante proyecto para la universidad y para Colombia.
En una semana, el laboratorio logró los requisitos de calidad establecidos en la norma ISO 17025, con lo cual tuvo vía libre para comenzar las pruebas. Lo usual en este tipo de procesos es que tomen entre tres o cuatro meses, pero los profesionales del laboratorio trabajaron más de 12 horas diarias, siete días a la semana, para tener todo en regla. Desde entonces, no han parado de hacerlo y cada día aumentan tiempo a su jornada, debido a que sienten una responsabilidad muy grande de decirles lo antes posible a las personas si tienen o no el virus.
En los primeros días de su gestión, la universidad también contribuyó con la capacitación al personal de laboratorios de universidades de región, como fue el caso de las universidades del Magdalena y Quindío.
La ‘vaca’ por un robot
La Universidad del Rosario combinó la formación a sus colegas con el trabajo diario de pruebas que hacía de manera manual. Un grupo de bacteriólogos, biólogos y microbiólogos llevaba a cabo la tarea en tres fases que implicaban mucho tiempo. Primero recibía las muestras en el paquete de bioseguridad, que debía desembalar en una cabina de bioseguridad (desembalaje); después extraía el material genético del virus de la muestra (extracción del ARN) y, finalmente, utilizaba una técnica especial de biología molecular que consiste en tener una reacción en cadena del material genético, como si estuviera replicándose a sí mismo o sacándose copias (Reacción en Cadena de la Polimerasa-PCR).
El laboratorio comenzó con 100 muestras diarias, después 200 y más adelante con 300, pero era un trabajo de mucha exigencia para 14 personas, que además no lograban completar el número de muestras que se requería por el aumento del contagio en el país. Entonces, el Grupo de Investigaciones Microbiológicas (Gimur), que desde hace 6 años dirige Ramírez —Ph.D, profesor del Rosario y presidente de la Asociación Colombiana de Parasitología y Medicina Tropical—, se dio a la búsqueda de una forma para optimizar el proceso.
Así llegamos al robot de marca Hamilton que permitió pasar de 300 muestras por día a 1.000; el tema era que solo el robot costaba entre 600 y 700 millones de pesos. La universidad había aportado lo que se requirió para las primeras 6.000 pruebas, pero no podía financiarlo. Entonces, decidimos lanzar la campaña ‘Hagámoslo posible’. Nuestros cálculos mostraban que se requerían más o menos 4.000 millones de pesos para poder hacer unas 100.000 pruebas, incluyendo la compra del robot, reactivos, contratación de personal, etc., y pensamos que si lográbamos esa cantidad, sería en varias semanas, pero sorpresivamente en dos días se logró gran parte de la meta: 3.500 millones de pesos, gracias al sector empresarial. El robot ya no era una ilusión, era una realidad”, recuerda Ramírez.
Las donaciones, que ascendieron a 6.000 millones de pesos, fueron dadas por la comunidad académica de la universidad, importantes empresas del sector privado: Alpina, Grupo Santander, Seguros Bolívar, Davivienda, y otros organismos: Embajada de Canadá, Fincomercio, Inversiones Ecológicas S.A, Condensa-Emgesa, Universia, Probogotá e Inversiones González Torres e Hijos SAS. Como aliados estratégicos llegaron Fundación El Nogal, Windows Channel y Colsubsidio.
El robot arribó a Colombia el 16 de mayo y comenzó a funcionar el 20 del mismo mes porque, como explica Ramírez, no es “una nevera que se conecta y funciona de inmediato, deben realizarse pruebas en laboratorio”. Ahora la meta es realizar 110.000 pruebas, las cuales están focalizadas en las regiones, que son las que más lo requieren por falta de recursos. De esa manera, se tiene un mayor impacto en la salud pública. Sin embargo, la universidad también está apoyando el testeo masivo de la Alcaldía Mayor de Bogotá.
Conociendo el virus
¿Qué viene después? Esa fue la pregunta recurrente del grupo de investigación del laboratorio en ese primer momento y aún sigue planteándosela. Para responderla, comenzó por despejar el gran interrogante de cómo es la biología del virus con un ambicioso proyecto de su secuencia genética, en el que también están el INS y el Icahn School of Medicine at Mount Sinai, de Estados Unidos.
“A partir de las muestras que tenemos, hemos encontrado que en el país están circulando 11 tipos distintos del virus y dos son los más frecuentes. Estos tipos se definen como linajes, que son mutaciones del virus que se acumulan en el tiempo; es decir, que el virus descrito inicialmente en Wuhan, China, es diferente al de ahora. A la fecha se han reportado al menos 81 linajes del virus en todo el mundo”, explica Ramírez.
Los análisis de las mutaciones del virus también permiten establecer la escala temporal en la cual los linajes se introdujeron en una región geográfica en específico. Según las mutaciones acumuladas en el genoma viral en Colombia, el virus pudo haber ingresado al país en el mes de enero y no el 6 de marzo, como fue reportado. Además, el origen probable es Francia y no Italia.
La investigación ha arrojado al menos ocho posibles introducciones en Colombia durante la dispersión de SARS-CoV-2 en el país.
“Este es el primer análisis sólido de los genomas del SARS-CoV-2 en Colombia y América Latina, y proporciona información importante para la toma de decisiones en términos de vigilancia y planificación de medidas efectivas contra la propagación de la pandemia, pero necesitamos unir esfuerzos para conocer más sobre la biología del virus y cómo impacta a la población colombiana y a nivel continental. Hay muchos interrogantes que se tienen de la biología y la clínica del virus que no permiten afirmar algo sobre qué viene después”, concluye.
En los primeros días de su gestión, la universidad también contribuyó con la capacitación al personal de laboratorios de universidades de región, como fue el caso de las universidades del Magdalena y Quindío