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Profesora-Luisa-

LUISA FERNANDA URREGO

Facultad de Ciencias Naturales

El mayor y mejor motivo para inspirarme y hacer mis clases de la mejor manera tienen y deben ser mis estudiantes.

¿Quién es Luisa Fernanda Urrego?

Soy bacterióloga de base. Estudié en la Universidad Javeriana, de donde soy egresada por partida doble, hice mi pregrado en bacteriología y posteriormente, mi maestría en Genética Humana. Hasta ese momento no conocía mis inclinaciones y esa tendencia tan marcada que ahora sé que tengo, una vocación y un estilo de vida que descubrí gracias a la Universidad del Rosario: la docencia.

Después de mucho tiempo de trabajar solo en investigación (que hasta entonces había considerado mi fuerte), tuve la oportunidad de cambiar de actividad, pasé de trabajar solamente en el laboratorio y en actividades netamente operativas a saber que realmente mi vocación y mi función en la vida es enseñar y eso es lo que me he dedicado a hacer hace 11 años.

Estar aquí dentro de la Universidad ha sido una de las mejores cosas que me han pasado, todos los días aprendo con los estudiantes. Ellos me enseñan cosas que a veces no sabía ni que existían dentro de mí.

La mejor recompensa para un profesor es que los estudiantes se acuerden de uno con cariño y agradezcan lo que se hace por ellos.


Tengo que agradecerle a Dios por haberme puesto acá y porque puedo decir que me gano la vida haciendo lo que me gusta, siendo feliz.


Diana Amador

¿Qué significa para usted ser docente en la universidad del Rosario?

 

Yo creo que la docencia es una decisión de vida. No todo el mundo está llamado a ser profesor. La sensibilidad, las condiciones y características innatas que tengo me han llevado por este camino. La interacción con los estudiantes, el transmitir lo poco o lo mucho que uno pueda saber de una asignatura, el estar haciéndoles un acompañamiento permanente, son experiencias invaluables. En la Universidad del Rosario he tenido la oportunidad de hacer todo mi desarrollo académico como docente. Antes tuve otras experiencias en docencia, pero fue hasta que llegué a esta institución que asumí la enseñanza como una vocación.

¿Cuáles son los logros que considera relevantes en su vida académica, en particular en su práctica docente?

 

Doy gracias a Dios por los reconocimientos que he podido tener, pero para mí es más valioso el reconocimiento de los estudiantes que el hecho de que mi jefe me diga “buen trabajo” o “lo hiciste bien”.
Varios estudiantes de Medicina han sido muy agradecidos conmigo. Después de que se gradúan me escriben unos correos tan lindos que digo: “¡Dios mío! así como he llorado de la frustración por las cosas que no he logrado en algunos casos, lloro de la emoción de ver cómo hay muchachos que me quieren, que me recuerdan con cariño, a quienes le he dejado una huella”.

“Usted me enseñó que uno tiene que ponerle pasión a todo lo que hace, que uno tiene que esforzarse, que uno tiene que perseverar”, ese tipo de frases que me dicen son las que más me generan felicidad, satisfacción y son los logros más importantes que he tenido durante mi vida académica como docente. Después de eso ya no importan los reconocimientos.

¿Cómo ha sido su experiencia en este cambio de modalidad de enseñanza y aprendizaje?

Anécdotas hay un montón. Cuando llegué a la Universidad no estaba preparada para esto, porque no tenía un estudio profundo en el campo pedagógico. Llegué, recibí la inducción y mis instrucciones fueron: “bueno, párese en frente de 70 estudiantes y hágale”.

Fue un reto grande enfrentar a un grupo de estudiantes inquietos que quieren aprender, que quieren saber, muchos de ellos que quieren corchar al profesor, porque eso pasa… Considero que, en mi caso, no tengo por qué saberlo todo y he aprendido a decir “no sé”. Creo que uno tiene que aprender a reconocer que no se las sabe todas y no tiene por qué sabérselas y decirlo: “sabes que no, voy a revisar el tema”, y me pasó más de una vez.

He vivido momentos muy lindos, situaciones muy satisfactorias que me han sucedido en el aula con algunos estudiantes, chicos con los que se logra tener mucha empatía y que te agradecen por los conocimientos adquiridos. La mejor recompensa para un profesor es que los estudiantes se acuerden de uno con cariño y agradezcan lo que se hace por ellos.  En mi caso puedo decir a ciencia cierta, sin temor a equivocarme, que todas las clases las he dado con cariño, con amor, desde la primera hasta la última, porque esto es lo que me gusta y es mi forma de vida.

El hecho de que tú seas un ejemplo de vida para tus estudiantes, que a veces existan espacios de diálogo y que uno pueda compartir su vida, y ellos compartan la suya, eso hace que la Universidad se humanice.

Diana Amador

¿Cuál es su aporte a la Universidad y a los estudiantes?

 

Un profesor, un docente, va más allá de transmitir conceptos, hace mucho más que eso. La Universidad debe ser un espacio de humanización. Cada uno de mis estudiantes es importante, y aquel que va atrasado es más importante que el que va primero porque ese no necesita tanta ayuda como el que va rezagado y yo procuro, y creo que ese es un aporte importante que hago, preocuparme por ello.

Hago reuniones, realizo retroalimentaciones, pero siempre inicio esta dinámica con lo positivo que tiene el estudiante, porque no todo es malo, como no todo es bueno. Creo que el descubrir en los muchachos todas esas cosas buenas que hacen, pero a su vez generar un aporte en sus debilidades o falencias, es importante porque eso va a crear los espacios de mejora que necesitan.

Mi aporte ha sido desde el sentido de hablarles, tratarlos y enseñarles con cariño, que siento que es mi función como docente, pero también exigirles. Siempre se puede dar más en la medida que se exige, y para la Universidad del Rosario es muy importante ese proceso de humanización.

¿Qué la inspira a enseñar?

 

El mejor motivo para inspirarme y dar mis clases de la mejor forma son los estudiantes. Sé reconocer las responsabilidades que tengo y el impacto que puedo causar en la vida de una o de muchas personas, por ello mi profesión está en función de la enseñanza y de dejar una huella en mis estudiantes. Siempre mi mejor esfuerzo está en función de pensar: “si yo estuviera del otro lado, ¿cómo me gustaría que me dictaran una clase?”

Para mí todo está siempre girando en función del estudiante. Aquí pienso en el que viene de un colegio bilingüe y en el que viene de una escuelita, que no tiene ni celular. Creo que todo tiene que estar conectado siempre en función de los estudiantes, en que sea lo mejor para ellos. Hay que pensar y esforzarse por y para ellos.


Por último, cuando doy la clase de migraciones hacer que reflexionen respecto a que los problemas de nuestra sociedad no son causados por los extranjeros, sino que son personas que requieren de protección en determinado momento. El hecho que uno o varios estudiantes transformen su forma de pensar, o simplemente dejarles algo para reflexionar en una clase, lo considero ya un cambio transformador, seguramente esto puede tener frutos más adelante en sus entornos personales o profesionales, ese creo que puede ser mi aporte.

Diana Amador