Además, los ocho canales regionales; Teleantioquia, Telecaribe, Telepacífico, Telecafé, TRO, Canal Capital, Canal 13 y Teleislas dependen de los gobiernos departamentales, según mismo estudio. esta estructura limita su autonomía editorial y contribuye a la persistencia de desiertos informativos en el país, así como a una concentración mediática en Bogotá, donde se produce la mayor parte de la información nacional.
El sistema mediático colombiano contemporáneo continúa dominado por unos pocos conglomerados económicos. Esta realidad reproduce dinámicas históricas de concentración de la propiedad, instrumentalización del periodismo y centralidad geográfica que han marcado el desarrollo de los medios en el país, de acuerdo con García Ramírez, de nuestra institución, y Zambrano Ayala (2025), autores del estudio “El sistema mediático colombiano en el siglo XXI: nuevos medios, viejos problemas”.
Como hallazgo principal, los investigadores plantean la necesidad de repensar las políticas de comunicación en Colombia para avanzar hacia un sistema más diverso y plural. Aunque no proponen explícitamente una política pública integral para frenar la concentración, sí enfatizan que el país requiere medidas que promuevan la diversificación de la propiedad y de los contenidos.
“Se deben repensar políticas de comunicación que favorezcan un sistema de medios diverso y plural, no solo en términos de propiedad, sino también de contenidos a partir de los cuales se narran la realidad y las problemáticas nacionales”, afirma Diego García.
En esta línea, los autores advierten que la proliferación de medios digitales no ha sido suficiente para contrarrestar la concentración existente, ya que la estructura de propiedad sigue restringiendo el pluralismo y debilitando la función social del periodismo. Frente a este escenario, uno de los principales retos es recuperar la comunicación como un bien público al servicio de la ciudadanía y del debate democrático.
El estudio identifica que cuatro conglomerados; las familias Sarmiento Angulo, Santo Domingo, Ardila Lülle y Gilinski controlan buena parte de los principales medios de prensa, radio, televisión y plataformas digitales. Esta conclusión proviene de un análisis histórico de la propiedad mediática, complementado con datos recientes de consumo y reputación informativa provenientes de Comscore, el Digital News Report y el SCImago Media Ranking.
Los investigadores explican que esta estructura concentrada condiciona la agenda mediática, reduce la diversidad de contenidos y limita el pluralismo, lo que termina por homogeneizar el discurso público y excluir voces críticas.
“En Colombia, la concentración ha sido un proceso histórico, gradual y continuado en el que grupos económicos, con participación en todos los sectores de la economía nacional, poseen los principales medios de comunicación”, añadió García.
Esta dinámica, lejos de fortalecer la democracia, modela la percepción ciudadana y determina qué asuntos se consideran relevantes o quedan fuera del debate público.
Zambrano subraya que la distribución desigual de la información afecta el funcionamiento democrático, pues las agendas nacionales se construyen desde intereses particulares que invisibilizan regiones y actores sociales.
“La concentración de la propiedad acarrea una serie de consecuencias que repercuten no solo en la agenda mediática, sino también en la opinión pública, la libertad de expresión y la democracia”, afirmó.

A esta desigualdad se suma la centralidad geográfica. Los medios con mayor visibilidad y recursos se concentran en Bogotá, mientras que los canales regionales operan con presupuestos limitados. García explicó que Teleantioquia, Telecaribe, Telepacífico, Telecafé, TRO, Canal Capital, Canal 13 y Teleislas presentan un desarrollo condicionado por su dependencia de los gobiernos departamentales.
El estudio evidencia que estos canales, desde su creación, han estado atravesados por lógicas clientelistas y partidarias que han restringido su autonomía y los han convertido en plataformas para respaldar a las administraciones locales.
“Esta concentración territorial y política de la producción mediática contribuye a la creación de desiertos informativos en los municipios más pequeños, donde la ciudadanía no cuenta con fuentes cercanas que representen su realidad”,añadió.
Las transformaciones digitales también han reconfigurado la relación entre medios y audiencias. Aunque internet amplió el acceso y la participación en la producción de contenidos, consolidó nuevas formas de concentración. Las corporaciones globales controlan los algoritmos que determinan qué contenidos circulan y cuáles permanecen invisibilizados, reproduciendo jerarquías tradicionales bajo un modelo basado en la atención.
García advirtió que, si bien las redes sociales facilitaron la producción y difusión de contenidos, también potenciaron la desinformación. Además, destacó que los datos generados por los usuarios la información que comparten, busca o consumen se han convertido en uno de los principales recursos de poder dentro del ecosistema mediático actual.
“Todos estos datos evidencian que, en el mundo digital, el mayor consumo de información por los usuarios se dirige hacia los medios y las marcas tradicionales, y que los medios nativos digitales con mayor alcance y visibilidad son los orientados a contenidos cortos y de consumo rápido en redes sociales”, añadió.
El estudio concluye que la lógica del mercado ha afectado los principios del periodismo. La presión por la inmediatez y la competencia entre grandes corporaciones deterioran la calidad y confiabilidad de la información, privilegiando el impacto sobre la profundidad. Zambrano señaló que los periodistas se encuentran atrapados entre su compromiso con la verdad y las exigencias de rentabilidad de los medios. Denunció que la búsqueda de ingresos y la dependencia publicitaria pesan más que la responsabilidad profesional, lo que genera autocensura, precarización laboral y pérdida de credibilidad.
“El periodismo se utiliza para defender intereses de los propietarios de los medios, lo que afecta la construcción de una opinión pública diversa y plural, así como la responsabilidad y la función de vigilancia del periodismo”, concluyó.