Saavedra Galindo, tribuno liberal
Supimos hace tiempo de un rosarista que fue personaje literario, por allá en el siglo diecinueve. Descubrimos ahora otro rosarista que apareció en una cajetilla de cigarrillos.
Rosaristas vallunos.
Salvador Iglesias, rememorando los orígenes de la Revista del Rosario, pasaba lista de los rosaristas venidos del Occidente a la capital, arrancando el siglo XX. El propio Iglesias venía de Cali, “en mi Valle nativo”. Saavedra Galindo venía de “un pueblito cercano a Buga”[1], forma críptica de decir que era oriundo de Guacarí; Domingo Irurita venía de Pradera y podríamos seguir con los vallecaucanos que ingresaron al Colegio en esa época[2].
Por la misma crónica, sabemos que Saavedra Galindo se ganaba la vida de obrero de imprenta en La Luz, es decir, era un tipo entendido en “galeras y armadas”. Su condición de oficial indica que también prestaba un servicio al Rosario, sin que sepamos cuál. Por su aplicación obtuvo el primer premio, en 1904, entre los oficiales. El seis de febrero de 1905, se recibió de colegial de número, en la beca del presidente de la República. A sus méritos académicos vino a sumar otro, del que dependería el resto de su carrera: le correspondió el honor de ser el orador en la investidura de la beca. En su destacada posición de colegial de número, figura retratado en el mosaico de Jurisprudencia de 1909. En la noche del veinticinco de septiembre, en el Aula Máxima, presentó examen final de grado y procedió a leer parte de su tesis, La separación de los poderes públicos. Saavedra fue el primer graduado de la Facultad, luego de un paréntesis que se abriera en 1888. Un hecho llamativo: Saavedra no prestó el juramento reglamentario, es decir, no vinculó su ejercicio futuro a la filosofía tomística:
Saavedra Galindo, en el mosaico de Jurisprudencia de 1909. Archivo Histórico.
Terminado el examen reglamentario se procedió á tomar el juramento reglamentario, pero como el Sr. Saavedra había jurado defender las leyes y la Constitución de la República, el juramento recayó solamente sobre el estricto cumplimiento de los deberes que impone la profesión de abogado[3].
El abogado Saavedra habría de destacarse en la vida pública, militando en la causa liberal. También destacó como escritor de materias históricas, al punto de representar al país ante el Perú, con motivo de la conmemoración del centenario de Ayacucho, en 1924; a donde también asistió el rector Carrasquilla como invitado especial. Tan destacada carrera se vio cortada, de pronto, por la mitad. El obituario que le dedicó El Tiempo es elocuente y digno de reproducirse:
Diciembre 6. Muere en Cali el ilustre hombre público doctor José Manuel Saavedra Galindo. Pocos hombres en el país se han caracterizado tanto en las luchas políticas del pensamiento como este distinguido hijo del Valle. Saavedra Galindo desde muy joven combatió en las cámaras, en la prensa y en la tribuna en favor de las ideas liberales y de la libertad de pensamiento. Con su elegante dicción y su profunda elocuencia ganó para sí y para su partido brillantes victorias. Al lado de Antonio José Restrepo libró una de las luchas políticas más encendidas de los últimos años, cuando se discutía en el Senado la pena de muerte[4]. Porque Saavedra Galindo fue un fervoroso amante de la democracia. Y no la amó con un sentimiento puramente social, sino con ese amor enfervorizado con que la amaron los Manzzoni, los Lafayette. Con Saavedra Galindo desaparece uno de los más estrictos y abnegados luchadores del pensamiento liberal[5].
Los honores domésticos, tributados por el Colegio, también dan la medida del luto y del afecto. La Consiliatura honró la memoria de Saavedra, mediante el Acuerdo 2 de 1932 [nueve de febrero], mediante el cual “recomienda su memoria a la consideración respetuosa de los rosaristas”. Antonio Saucedo Carrasquilla, caleño que había estudiado Jurisprudencia en la década de 1920, asistió a los funerales en nombre del Colegio. Tomamos apartes de su discurso[6], que nos permiten conocer el personaje y su época:
La tribuna del amplio refectorio del Colegio del Rosario, en las horas de lectura, vio ascender al que más tarde habría de derramar su fuego candente sobre la tierra vallecaucana y electrizar las multitudes con el clarín de su voz y la magia de su estilo. Tal vez mientras leía a los estudiantes, con virtud maravillosa, las páginas del genio del Cristianismo[7] o la vida del Libertador[8], sus ojos se alzaron y contemplaron en frente el maravilloso cuadro de La última cena, por Acevedo Bernal[9], en que aparece el Salvador nimbado por la luz de una ventana a través de la cual se ve un cielo de nubecillas blancas: su pensamiento en alas de la fantasía volaría muy lejos y por una especie de adivinación se sentiría aclamado con frenesí, como lo fue por el pueblo de Lima, en las fiestas del Centenario de Ayacucho, y condecorado por el mariscal Pershing, honor que no se le otorgó a ningún otro colombiano. La voz del entonces estudiante Saavedra Galindo se anunciaba con tales tonalidades que era el lector escogido, y la madre del ilustre Rector, monseñor Carrasquilla, lo llamaba a cada instante a su casa para que le leyera trozos escogidos de literatura.
La vida múltiple de Saavedra Galindo es el más bello ejemplo del triunfo de una voluntad. Majestuosamente ascendió a las cumbres de la representación nacional, por su propio esfuerzo, y allí mantuvo siempre la dignidad y el decoro y la independencia de un patricio romano, pues que siempre se inspiraba en la justicia, y el hombre, como decía d’Aguesseau, nunca es tan libre como cuando subordina sus pasiones a la razón y a la justicia. Con gran valor e independencia profesó sus creencias religiosas, y defendió su fe con ardentía. De acuerdo con el principio de san Ambrosio de que el obrar es el principio del conocer, en la oración a Cristo Rey encontró el camino que lo condujo a los pies del divino mártir.
Saavedra Galindo, el tribuno de Cali. Foto: Su obra, 1964.
Saavedra en la memoria.
Va a cumplirse un siglo de la desaparición temprana del personaje. El luto se fue convirtiendo en monumentos a su memoria.
Un lustro después de su muerte, en 1936, Luis Eduardo Nieto Caballero saludaba la consagración en bronce de Saavedra Galindo:
Saavedra Galindo en bronce, en un barrio de Cali, es algo tan justo y tan hermoso que ha debido surgir el mismo día en que su voz de ricas sonoridades se apagó y en que los ojos eléctricos, oscuros, dejaron de copiar el Valle. Tan compenetrado vivió siempre con su tierra, y le sirvió con tal devoción y con tal eficacia, que lejos de hacer nosotros las reflexiones de Núñez acerca de Mosquera, nos sentiríamos tentados a decir, exagerando, que el homenaje es tardío antes que prematuro[10].
El busto conmemorativo se había inaugurado el doce de octubre en la ciudad de Cali, “en la plaza principal del progresista y moderno barrio de La Alameda”, mediante suscripción popular entre los vecinos. La solemnidad del acto puede deducirse de la participación de una escuadrilla de aviones militares que “evolucionó sobre el barrio mientras se efectuaba la ceremonia”; además de una compañía del Regimiento Pichincha que hizo los honores, los particulares que depositaron ofrendas florales y la presencia de la familia del ciudadano[11].
Las calles de Cali rinden homenaje al político liberal. Es lo contrario a una coincidencia que le barrio Saavedra Galindo sea vecino del Simón Bolívar, del Barrio Obrero[13], del Benjamín Herrera, del Rafael Uribe Uribe, del Atanasio Girardot y que a corta distancia quede La Alameda, barrio “progresista y moderno”, donde vimos que se descubrió el primer busto en su honor.
El triunfo de Saavedra Galindo: su efigie en una cajetilla de cigarrillos. Foto: Archivo Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.
La política de la tolerancia.
Saavedra es otro caso de esa aparente paradoja de que el Rosario de Carrasquilla criara eminentes liberales, del calibre de Darío Echandía. Cuenta Luis Eduardo Nieto Caballero que Saavedra nunca profesó la política del odio, del sectarismo:
Había nacido predispuesto a la bondad, a la tolerancia, a la comprensión de todas las doctrinas y de todas las actitudes, cuando estaba seguro de la sinceridad con que eran profesadas o adoptadas. Lo que no obstaba para que cada día se sintiera más aferrado a su doble fe de católico y de liberal, porque jamás creyó que ser liberal fuera pecado, ni que fuera liberal combatir el sentimiento religioso. Como en aquellos luchadores de quienes hablaba Macaulay, en él convivían de la manera más armoniosa principios contrapuestos, cuya oposición no podía tener caracteres de lucha en su conciencia porque no los confrontaba. Es la vieja anomalía de quienes niegan que haya brujas, porque es pecado afirmarlo, pero que creen en ellas, como en los agüeros, incapaces de romper o detener el resorte que en el espíritu los impulsa a aceptarlos[15].
Obras de Saavedra Galindo.
El Libertador. Conmemoración en el primer centenario de su muerte. Bogotá: Imprenta Nacional, 1931. AHUR E36N098.
Colombia libertadora: la obra de la Nueva Granada, y especialmente del Valle del Cauca, en la campaña emancipadora del Ecuador y del Perú. Bogotá: Editorial Cromos, 1924. AHUR E40N125.
Patria: la elección presidencial del Dr. Enrique Olaya Herrera; la gran transformación de Colombia. Cali: Editorial América, 1930.
Crónicas de Lima: recuerdos del centenario de Ayacucho. Cali: Imprenta de Relator, 1925.
La separación de los poderes públicos. Bogotá: Tip. Casis Carreras, 1909.
Ricardo Nieto / J. M. Saavedra Galindo. El Liberal Ilustrado, 3(1027-4), 61.
Colaborador asiduo de la Revista del Rosario, cuyos artículos pueden verse en este enlace.
Sus familiares editaron el volumen José Manuel Saavedra Galindo – Su obra. Cali: Imprenta Departamental, 1964
Detalle de la peregrinación a la tumba de José Manuel Saavedra Galindo, 1932.Foto: Relator, Cali, 4 de agosto de 1932, pág. 1. Citado por Hansel Mera.
[1] En los folios de matrícula, figura como “natural de Buga, hijo del Sr. Pascual Saavedra”.
[2] En 1927, Saavedra dio el discurso en la inauguración del bronce del prócer caleño Ignacio de Herrera. En honor de un colegial ilustre.
[3] Facultad de Jurisprudencia. 1909. Actas de exámenes de grado, f. 5.
[4] Cf. El cadalso en Colombia: polémica sobre la pena de muerte entre Antonio José Restrepo, Guillermo Valencia, José M. Saavedra Galindo, Esteban Jaramillo e Ignacio Rengifo. Bucaramanga: Ediciones la Enciclopedia, 1925.
[5] Los muertos ilustres en Colombia durante el año de 1931. El Tiempo, viernes 1 de enero de 1932, p. 21.
[6] Saucedo, A. (1932). Homenaje del doctor Antonio Saucedo Carrasquilla, en nombre del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, al doctor José Manuel Saavedra Galindo. Revista del Rosario, 27(261), 6-10.
[7] El genio del cristianismo o bellezas de la religión cristiana, por François-René Chateaubriand, publicada en 1802.
[8] Podría ser La vida y correspondencia general del libertador Simón Bolívar, enriquecida con la inserción de los manifiestos, mensages, exposiciones, proclamas, &, &, por Felipe Larrazábal. New York, 1883. AHUR E25N030; o bien El libertador Simón Bolívar, por José María Samper. Caracas, 1878. AHUR E45N011.
[9] Cena de Emaús, por Acevedo Bernal. Saucedo pudo incurrir en anacronismo, pues la obra mencionada es más de su época en el Rosario que de la de Saavedra.
[10] Nieto, L. (1936). Un justo homenaje. El busto de Saavedra Galindo. El Tiempo, 15-10-1936.
[11] Banderas, corresponsal. Inaugurado ayer el busto a Saavedra Galindo con una imponente ceremonia. El Tiempo, 13-10-1936.
[12] Homenajes póstumos se organizan en el Valle a José María Saavedra. El Tiempo, 27-11-1961.
[13] Creado por el Concejo Municipal mediante Acuerdo n. 31 de 20 de junio de 1919. Vásquez, E. (2001). Historia de Cali en el siglo 20: sociedad, economía, cultura y espacio. Cali: Darío Henao Restrepo – Pacífico Abella Millán.
[14] Mera, H. Los monumentos a Eloy Alfaro y José Manuel Saavedra Galindo: la presencia simbólica del liberalismo de izquierda en Cali. La Palabra, consultado en 11-3-2025.
[15] Nieto, L. (1946). Un servidor liberal: Saavedra Galindo. El Tiempo, 15-8-1946.