El impacto de las producciones colombianas en el exterior - Caso Argentina
Violeta Baquero
Violeta Baquero
La televisión colombiana es reconocida por la calidad de producción, las temáticas y el talento actoral. Grandes éxitos como Café, Aroma de Mujer o Betty la Fea, que hablan sobre hechos cotidianos, repitieron su triunfo local en el exterior. Sin embargo, los tópicos de las series han empezado a cambiar, tal y como sucedió con Pablo Escobar, El Patrón del Mal, que incluyó al narcotráfico en la agenda televisiva. ¿Qué sucede entonces con el impacto de ellas en el exterior, específicamente en la Argentina?
¡Hágale pues! es una expresión que se torna familiar en las calles de Buenos Aires, debido al gran éxito que Pablo Escobar, El Patrón del Mal tuvo en la pantalla de este país del sur del continente. Durante 2014, el Canal 9 emitió la serie colombiana, de lunes a viernes, a las 9:15 de la noche, horario Prime Time.
La música, la calidad de la producción, la excelencia actoral y la curiosidad que despierta un personaje como Pablo Emilio Escobar Gaviria, aún después de 21 años de su muerte, fueron la combinación perfecta para que esta serie fuera todo un éxito, con un 10,8 de rating en su episodio final, en marzo de 2014.
Los argentinos conocen muy bien el asilo que su país le brindó a Maria Victoria Henao, a Juan Pablo y a Manuela, quienes adoptaron nuevas identidades, bajo el apellido Marroquín. Quizá por eso sienten que esta historia también les pertenece, por lo que generaron una lealtad incondicional, desde que se emitió el capítulo 1.
Sin embargo, ¿cómo impacta este tipo de series la imagen de Colombia en el exterior? Para responder la anterior pregunta, es importante conocer las características del imaginario del país y de sus mismos nacionales.
En la actualidad, Colombia lidera la radicación de extranjeros en la Argentina, junto a países limítrofes como Paraguay, Bolivia y Perú. De acuerdo con el diario Clarín, “cada hora 31 extranjeros piden radicarse en el país” y según TN, un importante medio de comunicación, hace 10 años se recibían 5 solicitudes por hora.
Por otro lado, y de acuerdo con un estudio realizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la inmigración colombiana empezó en la segunda mitad del siglo XX. “En la década de 1960, Argentina solo contaba con alrededor de 2 mil colombianos residentes, número que comenzó a crecer a mediados de los noventa y terminó de afianzarse después de 2003. A partir de ese momento, su número aumentó en forma sostenida”[i].
Entre los años 2000 y 2010 hubo un crecimiento exponencial de residentes colombianos y se estima que, en la actualidad, hay alrededor de 15 mil compatriotas.
En principio, el perfil del colombiano radicado en la Argentina era el de una persona de bien que deseaba aprovechar la oferta estudiantil y cultural de este país, en especial su capital, Buenos Aires. Debido a un cambio favorable de pesos colombianos a pesos argentinos, el viaje al país de la Autopista del Sur se hacía posible, además de la oferta de educación pública gratuita que ofrece para su gente y sus inmigrantes que cuenten con la residencia temporal o permanente.
Así, los argentinos tenían cierta imagen de los colombianos. Gente joven, estudiante, trabajadora y con ganas de salir adelante.
Sin embargo, en los últimos años empezó a llegar otro tipo de migración: los narcotraficantes y los amigos de lo ajeno que han empañado, pero que no han podido borrar del todo, el buen trabajo e imagen de nuestros coterráneos.
De acuerdo con cifras oficiales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hay 1,8 millones de extranjeros en el país gaucho, equivalente a 4,5% de la población. El portal de noticias de TN dice que “el secretario de Seguridad, Sergio Berni, afirmó […] que el país está ‘infectado de delincuentes extranjeros’, en medio de la discusión por la reforma del Código Procesal Penal que incluye la posibilidad de expulsar del país a los extranjeros descubiertos en flagrante delito”. En sus propias palabras dijo, "estamos infectados de delincuentes extranjeros que vienen a delinquir amparados por la laxitud judicial. Generan delitos que por su tipificación son excarcelables rápidamente y, cuando recuperan la libertad, salen de nuevo a delinquir"[ii]
Este es el contexto de llegada a la Argentina de El Patrón del Mal, una excelente producción que supera muchos de los estándares de calidad en cuanto a historia, tratamiento, fotografía, efectos especiales, entre otros, que habla sobre el capo colombiano más buscado de todos los tiempos, un atractivo difícil de resistir.
Además de la serie, es común ver en los diarios varios titulares que implican a la delincuencia colombiana. Esto, sumado a la importancia y rating de El Patrón del Mal, empezaban a cambiar un poco el imaginario de la sociedad.
Alejandra Zapata, una colombiana que vive desde hace 6 años en la Argentina, paseaba por un centro comercial con su novio, cuando escuchó a dos señoras que hablaban sobre esta serie y una de ellas dijo: “yo con tan solo escuchar esa tonada me da escalofrío”. Su reacción fue nula, pero confiesa que el comentario la afectó. “Somos más los colombianos que trabajamos y hacemos las cosas bien, pero este estigma nos persigue por todo lado. Antes, acá no era así. Teníamos buena imagen, pero poco a poco, con los que vienen a robar, a traficar drogas o con la televisión, se nos complica aún más”.
Marian Romero García, periodista y filósofa de la Universidad del Rosario[iii], se ha especializado en el impacto de la televisión sobre la agenda de medios y el imaginario colectivo. Romero asegura que la serie de Pablo Escobar en la Argentina tiene dos aristas: una positiva y otra negativa. “Me parece que tiene una influencia porque ubica de nuevo a Colombia en el plano latinoamericano, sobre todo en Argentina, que hace cinco o seis años era más bien desconocida.
Es positivo que hoy se conoce gran parte de la historia de nuestro país, a pesar de que haya sido terrible y dolorosa. Sin embargo, es interesante que aunque sea una parte de la misma se revele. Por otro lado, pienso que, al mismo tiempo, la serie podría ser contraproducente, ya que el protagonista es realmente un antagonista en la historia. Asimismo, las personas suelen pensar que la serie narra hechos actuales, a pesar que la serie es bastante clara y responsable al ubicar los hechos en los años ochenta y noventa. Esto, sumado a la fuerte migración de colombianos a la Argentina, que hoy es un grupo más heterogéneo en el que se incluyen delincuentes, podría reforzar una imagen negativa de Colombia”.
A lo anterior, Romero añade que, en la lógica televisiva, vende más una serie sobre Pablo Escobar que sobre exitosos empresarios colombianos, que también existen, que ganan el dinero de forma limpia y en los terrenos legales.
De acuerdo con Alicia Casermeiro de Pereson, socióloga, doctora en comunicación y experta en opinión pública[iv], antes que la serie hubiera cambiado la imagen de los colombianos, lo hizo con la propia imagen de Pablo Escobar, de quien, a pesar de ser un actor público, no se sabían los detalles más específicos de su vida. “Además de este lado cognitivo, hay otra esfera actitudinal de este protagonista y también de su entorno que está vinculado al mundo de la violencia y de actividades delictivas. Entonces eso sí puede influir indirectamente, por lo menos en el reconocimiento de que hubo un conjunto de personas que seguían a Escobar y obedecían sus mandatos. Evidentemente, eso no es bueno para la imagen pública del colombiano, pero no se podría generalizar. Creo que hay una diferenciación clara entre lo que pueden ser los hechos delictivos. A nosotros mismos nos pasa. Hay un narcotráfico en la Argentina de lo que cada vez somos más conscientes, pero de ahí a pensar que todos los argentinos somos narcotraficantes hay una distancia muy grande”.
En este orden de ideas, el público suele ser sensible a toda la información que se le presente, más si tiene un impacto y difusión como la tuvo Pablo Escobar, El Patrón del Mal. Más aún, si alrededor de esta serie se plantean distintos programas de televisión que discuten el tema, tal y como sucedió en la agenda de medios del momento. Además, la coyuntura migratoria actual y las reservas de representantes del gobierno frente a extranjeros que cometen delitos, podrían fortalecer la imagen negativa de los colombianos en la Argentina.
Lo anterior, no significa que la serie carezca de valor para la televisión colombiana. Todo lo contrario: es producto de un serio trabajo de investigación que se hizo con gran responsabilidad y profesionalismo. Hoy en día, esta serie representa una importante industria, creciente en el país, que demuestra su capacidad de realización de grandes producciones que llaman la atención del mundo. Lo que se espera, sin embargo, va más allá de todo reto del equipo de trabajo y del país de análisis: que las personas puedan examinar el contenido, verlo como una ficción referida a hechos reales del pasado y entender el contexto actual del mismo país, sin caer en generalidades.
Es así como la agenda periodística y de ficción afecta, de forma indirecta, la percepción de las personas con respecto a los temas del momento; más aún si a la par hay una cobertura periodística sobre hechos delictivos que afectan de forma más directa a la comunidad colombiana. Este juego de los buenos y de los malos queda a merced de un público capaz de discernir entre la ficción y la realidad; y de los actos de unos o de otros.
[i] Observatorio de Derechos Humanos – Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Aquí
[iii] Marian Romero también es investigadora del especial de Historia de la Televisión 60 años. “Todo lo que vimos” de Señal Colombia que estrenó en octubre de 2014.
[iv] Alicia Casermeiro de Pereson es también titular de la cátedra en Opinión Pública de la Universidad Católica Argentina.