El guardián de la medicina - Andrés Isaza Restrepo
Jairo Hernán Ortega Ortega, MD
Jairo Hernán Ortega Ortega, MD
Aunque no lo crean, a El Guardián de la Medicina lo lleva, muchas veces, a la Quinta de Mutis o al Claustro o a Méderi o a su consultorio, en automóvil, un hombre de noventa y tres años; sí, leyeron bien, de noventa y tres (93) años.
Ese longevo señor es el Dr. Jairo Isaza Botero, cardiólogo de la Universidad Nacional, quien además es el padre del Dr. Andrés Isaza Restrepo. Cada año refrenda su pase de conducción, y hasta le recuerda al Dr. Isaza las vueltas pendientes que tiene por hacer y que se le olvidaron. Su salud y memoria son envidiables.
Doña Luz Helena Restrepo Hernández era su madre, fallecida no hace mucho, lo cual significó un inmenso golpe para toda la familia, y en especial para El Guardián. Ya en el 2012 había muerto la hermana mayor; triste pérdida. Otra hermana, Helena Patricia, vive en Canadá. Por orden de nacimiento sigue el Dr. Andrés Isaza y después, el menor, Daniel quien es cardiólogo en la Cardioinfantil. Los dos hijos de Daniel estudian Medicina en la Universidad Javeriana.
Estamos ante una dinastía médica, la Isaza; paisas de Medellín y Sonsón por sus ancestros, pero con arraigo totalmente bogotano porque el Dr. Isaza Botero vive en Bogotá desde el año de edad. Doña Luz Helena lo hizo desde los quince años. Cada semestre, el Dr. Andrés Isaza es calificado, por los estudiantes de la facultad de medicina de la Universidad del Rosario, como el mejor docente de Cirugía General, un récord envidiable.
“Es difícil describir a un doctor tan holístico en pocas palabras. Sin embargo, siendo simplista, considero que el Dr. Isaza más que un doctor es un Maestro, que sabe lo que necesita un estudiante y da todo de sí porque nosotros aprendamos la esencia de sus enseñanzas y de ese modo nos formemos como buenos médicos y buenas personas. Julian López, estudiante de Séptimo Semestre de Medicina Universidad del Rosario (U.R.).
Estudió ‘toda la vida’ en el Gimnasio Campestre. Allí se graduaron muchos médicos contemporáneos suyos: Francisco Henao, Gonzalo Ucrós, Ignacio Ucrós, Pablo Ucrós, Santiago Ucrós, Rafael Riveros…muchos de ellos brillantes cirujanos. En el colegio era quien disecaba las ranas, cosa hoy prohibida; le gustaba todo, las matemáticas, las ciencias sociales. Nada le era ajeno.
Cuando llegó la hora de decidir su vocación se encontró entre las Bellas Artes y la Medicina. Pero, para esa época, dedicarse a la Artes era algo marginal y complicado socialmente y arriesgado pecuniariamente, por lo cual se iba inclinando por algo con arte pero más tangible, la Arquitectura. Pero ganó la Medicina por ser considerada de más difícil ingreso, más competida, más pesada la carrera y ese tipo de reto es el que le gusta a los que tienen espíritu de cirujano. Le pareció una gran oportunidad para conocer el cuerpo humano, lo cual creía, intuitivamente, que lo acercaría al arte.
En ese momento tenía ideas radicales respecto a la religión, por lo cual descartó la Javeriana; en la Nacional se perdía mucho tiempo entre huelga y huelga por su presencia política en la sociedad. Un amigo del colegio, de cursos avanzados, Julio Durán Casas, Ginecólogo hoy en día, ya estudiaba Medicina en el Rosario e invitó a varios del Campestre a que fueran a conocer el Hospital San José. Nunca ha olvidado esa tarde de sábado recorriendo ese hospital del siglo XIX, construido por Pietro Cantini, con sus pabellones estilo francés, con ese ambiente romántico y novelesco, con paso obligado a curiosear la piscina de formol del anfiteatro donde flotaban los cadáveres dedicados a los estudios de anatomía. En ese momento decidió que allí estudiaría y sólo se inscribió al Rosario con todo el riesgo que en esas fechas representaba, pero se tenía la misma confianza que hoy se tiene cuando esgrime el bisturí.
“Persona equilibrada, analítica, dedicado, buen docente; procura que los estudiantes tengan el concepto de cómo enfrentar una situación más que una clasificación. Ecuánime, aplomado. Diana Sabogal, Anestesióloga, está enamorada de él.” Claudia Rivera, Médica Especialista en Cirugía. Méderi.
Su pregrado lo ve desde la óptica que hoy en día tiene como educador; recuerda muy bien la época de las Ciencias Básicas, que son unos tres o cuatro semestres de tránsito árido, que no era como lo que esperaba de estudiar Medicina. Con una alta carga de estudio memorística…la Biología, la Anatomía (que era saberse, de tapa a tapa, los libros del Profesor Darío Cadena), Fisiología, Patología…asignaturas donde por primera vez supo en su vida lo que era rajarse en un examen, porque siempre había sido el primero del curso, pero la Fisiología lo quebró y no le gustó para nada. Hoy en día la Fisiología le encanta. Recuerda las Ciencias Básicas como atravesar un desierto terrible.
Pero todo tiene su premio porque después llegó el encanto de la Clínica. Pasó por Medicina Interna y le gustaron todas las especialidades junto con la inolvidable experiencia de Pediatría en el magnífico Hospital Lorencita Villegas de Santos; también gustoso de la rotación en el Hospital Militar, hasta llegar a Octavo Semestre (CIRUGÍA). Hasta ese momento pensaba que al terminar Medicina se iba a especializar en Hematología, quizás influenciado por las magníficas clases y prácticas de microscopio con el afamado Dr. Loboguerrero. Se veía muy cómodo sentado detrás de un microscopio.
Sin embargo, en Octavo, el primer día entró a su primera Cirugía, en calidad de estudiante, quedando maravillado con todo ese ritual que representaba un acto quirúrgico en el Hospital San José en aquella época, un ritual en unas salas completamente disciplinadas, gobernadas por la Hermana Juana – anestesista-; un ritual magnífico de ver al paciente postrado en la mesa, colocar los campos exponiendo solo el abdomen enfocando la luz de lámpara cielítica a esa zona, sin música y sin el más mínimo ruido en la sala de cirugía; ni se permitía estar haciendo chistes, era algo sagrado, un templo.
“No es un gran cirujano solo quien opera los más difíciles casos, es un gran cirujano aquel quien, con su desempeño en el quirófano, inspira a quienes le rodean, a superarlo, solo con el ánimo de, algún día, ser tan grandes como él. Ese es mi concepto sobre el Dr. Isaza.” Jorge Alberto Navarro Alean. Jefe Servicio Cirugía General Méderi. Docente UR.
Cuando vio pasar el bisturí para hacer esa laparotomía y abrirse la piel y la fascia en dos, exponiendo las asas, quedó electrizado y su espíritu le gritó que eso era lo que quería hacer el resto de la vida. Así ha sucedido. En los otros semestres le gustó la ginecología, por lo de las cesáreas. Toma el pelo diciendo que es ‘un buen mediocre’ porque todo le gusta y como todo lo gusta ‘no es experto en nada’. Y aquí se descubre algo que nadie pensaría, le encanta la Psiquiatría pero sus conflictos internos no lo dejaban imaginarse haciendo practica psiquiátrica, por respeto a no querer influir en la vida de alguien, ni siquiera así dominara todas o algunas de las teorías del quehacer mental. Para él la mente y sus vericuetos siguen siendo fascinantes.
Considera que le debe casi toda su vocación quirúrgica, no tanto a un profesor sino a quien en ese momento era un Residente: el Dr. Gustavo Adolfo Quintero Hernández, actualmente nuestro Decano de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud. El Dr. Quintero era muy especial con los estudiantes; fue supremamente exigente con el Dr. Isaza. Se rotaba por Grupos. No olvida un niño de 14 años fistulizado posterior a una apendicectomía, reintervenido, desnutrido; no existía la Nutrición Parenteral (NPT) en ese tiempo, se estaba empezando a utilizar en Japón y el Dr. Quintero y el Dr. Pallares habían estado en ese país. Lo hicieron ir al Hospital de La Samaritana porque allí habían intentado NPT a un paciente, habiendo sobrado unos frascos. ERA UN COMPROMISO TOTAL CON EL PACIENTE; EN ESE TIEMPO LA PRIORIDAD ABSOLUTA, CUANDO SE ROTABA POR CIRUGÍA, ERA ‘SU PACIENTE’, y si lo iban a operar se debía estar presente – incluso si se estuviera en clase - y si se iba a reoperar, también y a la hora que fuera; si le iban a realizar una radiografía o un examen se debía acompañar al paciente. Era un compromiso al 100%.
“Si pudiera ponerle un calificativo, sería el de incondicional, aunque también le sienta el de descomplicado. Piensa más rápido que la mayoría de las personas. Siempre va un paso adelante. Tiene la capacidad de entender al otro. Empático y espontáneo. El mejor profesor que he tenido en la carrera. Es transparente, en su ser y en su conocimiento, hasta donde un ser humano puede llegar a serlo. La justicia y la equidad lo caracterizan.” Felipe Enrique Vargas Barato. Jefe Departamento Quirúrgico Méderi / UR.
Todo ese esfuerzo y sacrificio se vio compensado cuando le dejaron realizar una apendicectomía siendo estudiante, además de algunas herniorrafias, con lo cual quedó ‘envenenado’ con la cirugía. Ahí ya tenía la plena seguridad de que eso era lo que quería hacer. Ya como Residente recuerda de profesores al Dr. Juan Di Doménico Di Ruggiero, a quien nada más verlo operar una hernia inguinal era un espectáculo, un arte, una delicia (formado en Johns Hopkins y Mayo Clinic); a los Drs. Jairo Garavito, Juan Di Doménico Buraglia, Luis Augusto Cortés Del Valle, Oswaldo Ceballos, Luis Alfonso pallares y muchos otros, quienes le enseñaron mucho, pero a los que identifica como quienes más lo influenciaron quirúrgicamente es a los Dres. Mario Negret López y Rafael Enrique Riveros Dueñas.
Identifica al Hospital de San José como su Alma Mater porque, en el pregrado, desde el primer semestre hasta el último siempre se estaba allí, excepto unas pocas rotaciones extramurales y 15 días de internado en La Dorada (Caldas). El año rural (Servicio Social Obligatorio) lo hizo en Puerto Boyacá que también era un fortín Rosarista porque allá iban a dar todos los médicos rosaristas que querían ser Cirujanos. La Especialización en Cirugía fue en San José. Al Claustro solo se iba a recibir el diploma. Al Hospital San José, de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, lo quiere y respeta mucho por la formación que le dio y los profesores fantásticos que le brindó; unos señores completamente respetables, personas que sabían mucho.
“El Dr. Isaza es uno de los íconos del programa de Cirugía General de la Universidad del Rosario. Es un ejemplo de lo que significa ser Rosarista. Siempre con la mejor disposición para transmitir sus conocimientos.” Jorge Luis Turizo, Residente de Primer Año de Cirugía General, UR.
Soñó con irse a hacer rural en Puerto Boyacá por las historias de cirugías que sus mayores le contaban, historias que llegaban al San José. Se fue creyéndose Cirujano, por las intervenciones hechas de estudiante e interno. Ya en el rural operó apéndices, cesáreas, hernias y hasta una herida toracoabdominal, causada por un ‘cuchillo marranero’, que le propinaron a un Cabo del ejército. Esa cirugía fue con anestesia de Ketalar y Valium y dos incisiones: una supraumbilical mediana y otra subcostal para poder alcanzar el diafragma. La tajada del hígado fue suturada con continua cruzada, pero paró el sangrado. Luego llegó un campesino con un trauma abdominal cerrado por haberle caído un tractor encima. El Dr. Isaza en sus adentros de Cirujano pensó: “esta es la esplenectomía que estaba esperando”. Afortunadamente no estaba estallado el bazo porque en la operación no pudo ni verlo por la gran obesidad del paciente. Había contaminación fecal pero no pudo identificar la lesión; le cerró la piel y se fue con el paciente para La Dorada donde había un cirujano con gran experiencia, el Dr. Altuzarra.
El Guardián de La Medicina considera que la docencia ante todo es una actitud que siente heredó del Hospital San José, donde a diferencia de lo que se dice que el pez grande se come al chico, allá el grande le enseñaba al chico. El estudiante de semestres superiores al de los inferiores, el interno al estudiante, el residente al interno, el profesor al residente y el maestro al profesor. Era una cultura en ese hospital. Aprendió a suturar porque estudiantes de quinto semestre le enseñaron cuando estaba en primero; aprendió a amputar dedos…cuando estaba en quinto semestre su interna fue la Dra. María Consuelo Rojas, embarazada en ese tiempo y hoy Anestesióloga; le enseñó mucho. Eso de enseñar se le impregnó y afirma que siempre fue, ha sido y es docente.
“Es un gran compañero de trabajo, un caballero, un amigo único; gran confidente, leal. En resumen, es una buena persona, única, parece que viniera de otro mundo.” Felipe Enrique Vargas Barato. Jefe Departamento Quirúrgico, Méderi /UR.
Cuando tuvo la oportunidad le enseñó a otros, tal como le habían enseñado a él. Al terminar la Residencia no pudo quedarse de docente en San José porque no había cupo, pero el Dr. Negret lo mandó al Hospital de Kennedy, el cual apenas iban a inaugurar y le predijo que el futuro de la Facultad de Medicina estaría en ese Hospital. Llegó a inaugurarlo con toda una pléyade de ilustres médicos rosaristas, recién graduados de Especialistas. La idea era importar la cultura del San José a Kennedy. El jefe del Departamento Quirúrgico era el Dr. Luis Augusto Cortés Del Valle – Tuto -, quien invitó a los primeros internos que fueron el Dr. Mauricio Peláez y la Dra. Adriana Pardo. A ellos los dejaron hacer de todo. Empezaron a llegar estudiantes y el número aumentó cuando el Rosario se separa de San José.
Pareció escandaloso que esa sociedad se hubiera escindido, pero más por la reticencia al cambio. Considera que un valioso grupo de personas lograron que en esos difíciles tiempos la Facultad de Medicina no naufragara: Los Drs. Leonardo Palacios, Rafael Riveros, Alberto Vélez, Ángela María Ruíz…alguno se le puede escapar. Hubo connato de que la Escuela se perdiera, pero el Dr. Isaza junto con un Colegial organizó lo que se llamó Tutores Pares. Con esa figura los estudiantes mayores enseñaban y apoyaban a los menores (recuerden San José).
Hacia 2002 nombran al Dr. Rafael Riveros rector encargado de la Universidad del Rosario, y lo primero que hace es nombrar al Dr. Isaza como Jefe encargado del Departamento Quirúrgico. En ese momento entra a trabajar de nuevo con la UR. Al llegar detectó que los estudiantes de Básicas no conocían a los de Clínicas y viceversa, no conocían a los internos y mucho menos a los residentes, y no se identificaba a los profesores. La Escuela estaba atomizada por las rotaciones en diversas y variadas instituciones clínicas. El Tutor Par trabajó en recuperar tejido social creando nexos, vínculos y Escuela.
“Maestro de maestros. Un hombre con valores. Una persona humilde siendo que es uno de los cirujanos más prestigiosos del país. Enseña lo que ya casi no se ve: amor hacia lo que se hace…hacia su carrera.” Ana María Toro, estudiante de Medicina de Octavo Semestre, UR.
Trabajó durante 24 años en el Hospital de Kennedy, hasta febrero del 2009. Lo quiere mucho y cree que le entregó sus mejores años de Cirujano, le agradece haber tenido la oportunidad, durante tantos años, de operar tanto trauma que es una cirugía que tiene un encanto muy especial. Está seguro de que operó todo lo que puede presentarse en trauma, y hasta lo más extraño o exótico, con buenos, regulares o malos resultados. Colaboró en la formación de muchos Cirujanos, no sólo del Rosario, también del Bosque, de La Sabana, del Militar, de la Nacional…
Estando allá hizo una Maestría de Educación en la Universidad de Los Andes porque observó que al hacer los seminarios formales o magistrales (clase), con los estudiantes, estos no aprendían de la forma como aprendían los que lo hacían al lado del paciente. Empezó a cuestionar la utilidad y el sentido que tenía la clase magistral. Un estudiante Colegial, Leonardo Cubillos, le regaló un artículo sobre Educación Médica; al Dr. Isaza lo que le llamó la atención no fue el artículo en sí sino el hecho de que se escribiera y publicara sobre dichos temas. Entonces decidió hacer la Maestría.
Al darse la conformación de la Corporación Hospitalaria Juan Ciudad (Universidad del Rosario, Compensar y Orden Hospitalaria de San Juan de Dios), intuyó que Méderi iba a ser la casa natural de los estudiantes de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario. Encontró las puertas abiertas y migró de Kennedy; el Dr. Riveros lo recibió sin condiciones y él se vino a Méderi detrás de la Universidad, desde febrero de 2009.
“Es un cirujano integral. Favorece mucho el desarrollo personal y académico de sus estudiantes. Personalmente él ha sido uno de mis mayores ejemplos a seguir. Siempre favorece el aprendizaje a través del debate.” Julián Romo. Residente de Tercer Año de Cirugía General, UR.
La experiencia Méderi le ha parecido interesantísima, le cambió totalmente la práctica, dejó de operar trauma (- lastimosamente, dice), pero está operando más cirugía gastrointestinal (cáncer gástrico y de páncreas), por lo que se considera muy afortunado en la vida en ese aspecto, sin restarle la importancia de participar en el proyecto Méderi / UR del cual le asombra la velocidad con la que ha cambiado y creciendo hacia lo positivo si se compara lo que era al inicio. Siente que tenemos un muy buen hospital para la Facultad y la Universidad.
Estudia y enseña muy centrado en la pedagogía de la Educación Médica, dándose cuenta que nuestros currículos en ese aspecto estaban unos 50 o 60 años atrasados, en relación a lo que pasaba en el resto del mundo. Pregona que grandes cambios se dieron en 1910 con el Informe Flexner, ya que hasta ahí la formación era muy desestructurada, en Universidades de garaje y formación mentorial. Desde 1960 Universidades como la McGuill y Mc Master, en Canadá, y la de Maastricht, en Holanda, dieron un cambio en la pedagogía y la ecuación asignaturista del pensum médico.
Leyó que el nuevo sentido no era aprender de memoria y por separado, lo cual le pareció muy lógico, por lo cual está a favor del vuelco importante que en la UR se le dio al currículum porque no nos podíamos quedar por fuera de los cambios tan vertiginosos que se surten en la formación médica en otras latitudes. Es completamente pro cambio curricular, pero que esté en evolución continua porque es dinámico, modificable y aplaude que se cambió la estructura que teníamos desde hace 30 o 35 años.
Acepta que es un paso gigantesco lo que se ha hecho, en lo cual participó en sus inicios; afirma que es un admirador de lo que se hizo y piensa que lo estamos haciendo bien y será mucho mejor cuando durante su implementación se analicen los pros y los contras dando soluciones que modifiquen lo pertinente.
“El Dr. Isaza es un docente hecho cirujano. Una de las personas más brillantes que he conocido. Soy parte de una generación de cirujanos que tuvo la fortuna de aprender con él, desde apéndices y herniorrafias hasta gastrectomías y pancreatoduodenectomías”. David Baquero. Médico Especialista en Cirugía General, UR. Fellow de Coloproctología, UR. Maestría en Epidemiología, UR.
Al Cirujano que se va a graduar el Dr. Andrés Isaza le diría que lo felicita, que hizo una especialidad apasionante, pero que si quiere tener un reconocimiento adecuado al esfuerzo que hizo en su vida, debe hacer una subespecialidad. Tiene en su cabeza que el programa de Cirugía General ya debería cambiar en el país: que existiera algo muy básico y a partir de allí que el Cirujano se vaya especializando en diversas áreas incluida una de Cirugía General. Ya que hoy en día es imposible que un Cirujano salga, como salía en tiempos pretéritos, operando de todo (aneurismas, resecciones abdominoperineales, trauma, pancreatectomias, neumonectomías, etc); eso no es posible por la forma en que están organizados los Hospitales Universitarios y las condiciones que las empresas promotoras de salud imponen a las prestadoras.
Opina que de esa manera le quitaríamos la carga, al Cirujano General, de sentirse obligado a ser capaz operar de todo y a creerse que es capaz de operar todo. En este momento ninguna escuela puede garantizar eso.
A los estudiantes desde el primer semestre hasta el último, y al que se está especializando, le diría que lástima que tenga que pasar por el proceso natural que experimenta uno en la vida hasta que se puede dar cuenta de que esta profesión es muy importante y conlleva una gran responsabilidad, porque es sagrada. Tiene en las manos el poder de hacer el bien, hágalo bien. A los pacientes les agradece por ser un universo rico y apasionante, al cual fácil y de manera lamentable desconocemos en todas las dimensiones que deberíamos abarcar.
“Es la incansable búsqueda del ser humano, más allá del médico. El punto de inflexión del docente todopoderoso. El maestro, el mentor, el amigo.” Alejandro Moscoso. Médico Especialista en Cirugía General, Méderi / UR.
El Dr. Andrés Isaza Restrepo, El Guardián De La Medicina, no hace mucho tuvo que enfrentar una seria enfermedad que lo puso al otro lado de la barrera, lo transformó en paciente, en paciente quirúrgico. No sabe qué decir sobre eso. Cree que aún no ha logrado racionalizar el significado de esa experiencia, sin embargo, así suene a lugar común, siente que aprendió a valorar muy intensamente cada minuto de la vida después de pasar por ahí.
Agradece la posibilidad de cada día que amanece de nuevo, así el día esté bonito o esté lluvioso; ahora lo siente igual de fascinante. Olvida que es operado, pero valora que afortunadamente hay gente que se lo recuerda. Vive su vida como si nunca le hubiera pasado nada y así se siente. Se hace los controles que le corresponden básicamente por cumplir con las personas más cercanas a su entorno y que están pendientes de todo eso, como su legendario padre de 93 años. Lo hace por un acto de responsabilidad con ellos pero no porque le obsesione padecer o no una patología.
Se acuerda de que antes de enfrentar la enfermedad se hacia la pregunta supuesta de si por ejemplo, le daba una apendicitis, ¿de quién se dejaría operar? Elucubraba que solo de él mismo (- mucha arrogancia, concluye. Aunque acepta que la egolatría es parte del perfil del Cirujano). En el serio caso que padeció, ya en la realidad, el Dr. Andrés Isaza no pudo operar al paciente Andrés Isaza. A la hora de decidir cirujano pasó revista a los que conocía; prefirió a alguien no tan íntimo pero sí que tuviera formación formal y específica en el tipo de cirugía que requería. Agradece al Dr. Andrés Muñoz Mora porque considera imposible que le hubiera ido mejor.
“Su dedicación a los estudiantes y su pasión por ver surgir ideas lo hacen un símbolo de lo que significa ser médico, cirujano, maestro y Rosarista. Para sus estudiantes es una antorcha luminosa en un mar de oscuridad.” David Baquero. Médico Especialista en Cirugía General, UR. Fellow de Coloproctología, UR. Maestría en Epidemiología, UR.
Tiene un fuerte sentimiento por sus estudiantes, ellos, inconscientemente, lo hacen tomar decisiones de su vida. Son los hijos que no tiene. No es capaz de dejarlos a la deriva cuando aspiran a rotar con él y menos aun cuando se lo advierten; lo toma como un compromiso sagrado y personal, pero no establece relaciones muy íntimas con ellos; respeta mucho su individualidad, los tiene muy presentes y sabe que son una parte muy importante en su vida, lo cual valora mucho.
A los Rosaristas les envía el mensaje de cultivar una actitud reflexiva, capacidad de introspección, respeto por los demás y explorar la riqueza que hay en los lugares, las cosas y, de manera muy especial, en las personas que los rodean.
El Dr. Isaza, nuestro Guardián de La Medicina, se ve en un futuro lejano, cuando decida entregar el bisturí, escribiendo, no solo de Medicina sino de las cosas del alma y de la vida. Lo hará desde el hermoso, íntimo y personal refugio que poco a poco construyó en La Calera.
Le hice una última pregunta que, por su innata timidez, no respondió: ¿qué es lo mejor que le ha dicho un paciente? Sonrió alejándose con prisa por el pasillo que conduce a las salas de cirugía, iba a operar una cirugía grande. Cirugías grandes para cirujanos grandes.