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La Bordadita: notas sobre la iconografía de la Virgen del Rosario

portada

La Bordadita, como todos saben, es uno de los símbolos de este Colegio del Rosario, donde tiene su propia leyenda. La Virgen del Rosario es, además, un tradicional símbolo de la Orden dominicana, a que pertenecía el señor arzobispo Cristóbal de Torres. Sus hermanos de religión fueron los introductores al Nuevo Mundo de la devoción mariana en dicha advocación. Todo esto es más o menos sabido. Lo que sí sorprendió fue hallarnos, repentinamente, con un grabado de la Virgen que parece calcado de la patrona del Colegio. El lugar del hallazgo, según lo dicho, es bien predecible: la Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reyno de Granada, del Orden de Predicadores etc., por fray Alonso de Zamora, su “coronista”. Aparte del grabado excelente, la edición barcelonesa de 1701 es más bien rústica. A estas alturas, la pregunta es obvia: ¿qué relación hay entre La Bordadita y la imagen de Zamora?
 

Virgen del Rosario "La Bordadita". Museo de la Universidad del Rosario

 

Tradición de la iconografía de la Virgen del Rosario.

Consultando al mismo Zamora y otras fuentes, resulta que la iconografía de la advocación es doble: una de tela y otra de bulto. Esta última viene de Sevilla, donde fray José de Robles la mandó hacer. Llegó, pues, a Cartagena, donde se descompletó por andar de milagrosa. El caso fue que, en dicha ciudad, estaba de paso el futuro virrey del Perú. Como tuviera el hijo enfermo, solicitó se le prestara el Niño que la Virgen llevaba en brazos, para depositarlo en los de la criatura. Sanado el enfermito, su padre siguió el camino de Lima, olvidándosele devolver la milagrosa imagen. Apenas vino a restituirla in articulo mortis, que le llegó en 1561. Mientras tanto, la Virgen sin Niño había entrado en la capital cinco años antes. La falta se remedió acudiendo a la obra de un artista granadino, caso que bien podría constituir el primero de mestizaje artístico de la ciudad.

 

Zamora. Historia de la provincia de San Antonino etc., detalle del grabado (AHUR E05N059).

 

La perfección de la imagen era tal que, según Zamora, fray Cristóbal solía celebrarla repetidamente, diciendo que “había llegado a pensar que sería así su divino original”.

La imagen pictórica también tiene su cuento. Antonio de Santana, vecino de Tunja y encomendero de Suta y Chiquinquirá, en 1555, manda hacer una imagen de la Virgen para su capilla particular en Suta. La ejecutó el pintor Alonso de Narváez, por veinte pesos. El ambiente la deterioró de tal modo que tocó retirarla. Santana la despachó a su casa de Chiquinquirá, donde se verificó el milagro de la restauración pictórica, en 1586. Luego de la milagrosa reparación, al fin se levantó el templo en 1588, remplazado sucesivamente en 1608 y 1824.

La imagen tenía la particularidad de ser viajera, cuando sus virtudes curativas lo aconsejaran. Así acudió dos veces a Tunja, de donde salió para Santafé un 12 de septiembre de 1633. Tardó cuatro días en llegar a la capital y más de dos años para que la dejaran retornar a su sede, por fuerza de decreto de la Real Audiencia. Atendiendo a las fechas, es posible que el arzobispo Torres, llegado en 1635, la conociera.

Cuestión dudosa.

¿Y entonces? Repasemos lo que sabemos: La Bordadita no era de fray Cristóbal, sino de fray Juan del Rosario, último rector del Colegio, quien la donó en 1665. Fray Juan era natural de Muzo, luego debió de conocer ambas imágenes. Un dato externo: la imagen de la Virgen del Rosario que solía copiarse era la de Chiquinquirá, como hicieron los devotos de las poblaciones de Antioquia y de La Estrella. Aquí, se consideran trasuntos suyos la de Las Nieves y la de Las Aguas. La imagen del grabado de Zamora es posterior (1701) a la donación de La Bordadita (1665). Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: ¿iba a usar el “coronista” de los dominicos una imagen externa a la comunidad para ilustrar su Historia? Puede aducirse, además, la dedicatoria de Zamora: “A la milagrosa imagen de N.a S.a del Rosario, que se venera en su convento de predicadores de la ciudad de Santa Fe”.
Con toda la incertidumbre del caso, nos animamos a proponer que ambas son trasunto de la milagrosa imagen existente en Chiquinquirá.  

Cositas sueltas.

Pero no tanto como para dejarlas en el tintero. Colón, según se dice, solía encabezar sus escritos con la sentencia "Jesus cum Maria sit nobis in via" [Jesús con María esté con nosotros en la travesía, para conservar la rima interna latina], y no menos devotos eran otros descubridores y pobladores del Mundo Nuevo que, antes de hacerse a la vela, pedían licencia postrándose ante cualquiera de las advocaciones sevillanas de María. La fe de los navegantes dio para Santa María de los Buenos Temporales, de Buenos Aires*, del Buen Viaje, del Puerto, del Mar, etcétera. En estas regiones, el primero en levantarle un templo a la Madre de Dios fue Balboa, en cumplimiento del voto que hiciera por la victoria sobre la gente del cacique Cemaco. Templo y pueblo habían de llamarse Santa María de la Antigua del Darién, según la advocación sevillana, cerca de San Sebastián de Urabá. Consta que luego, al tomar posesión del Mar del Sur, estuvo presente la Madre de Dios en el pendón que llevaba Vasco Núñez, en nombre de las altezas de Castilla y de León.

*Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de Buenos Aires era el nombre íntegro de la capital argentina.

Fuentes:

La citada Historia de Zamora. De él dependen:

Rubén Vargas, Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados. Buenos Aires, Huarpes: 1947.

Severino de Santa Teresa, Orígenes de la devoción a la Virgen Santísima en Colombia y nomenclator mariano de los descubridores y pobladores de la América española. Medellín: Bedout, 1942.