La injusta lucha, por lo propio justo
María Fernanda Jaramillo Gómez
Feminismo. El movimiento que nos ha logrado dar a las mujeres, a través del tiempo y una lucha incomparable, la voz y derechos que merecemos por propio nacimiento.
Feminismo (1). El movimiento que nos ha logrado dar a las mujeres, a través del tiempo y una lucha incomparable, la voz y derechos que merecemos por propio nacimiento. Conocemos a esta (feminismo) como una palabra que al decirla a nuestros padres, abuelos, u otros familiares de dichas generaciones, los hace asustar (2). Escuchar esta palabra los indigna, como si fuese un insulto, y es aquí donde se demuestra el verdadero machismo de nuestra sociedad, no sólo en los hombres, pero también en las mismísimas mujeres. Debemos preguntarnos, ¿por qué es tan miedosa esta palabra para ellos?, y ¿por qué existen mujeres en contra de un movimiento que les garantiza sus propios derechos? Es simple responder estas preguntas. La verdad de la situación recae en lo que podemos ver como la causalidad de diferentes discriminaciones a través del tiempo y del espacio (raciales, religiosas, sexuales, etcétera).
Se trata sobre la manera en que aprendemos, y como lo que nos enseñan desde una muy temprana edad se nos es incrustado en el cerebro como un chip. Un chip configurado para que incluso la misma razón nos parezca ridícula en momentos de ignorancia. Una de las cosas en las que se diferencian exaltantemente las generaciones pasadas con la mía, y las que me siguen, es la religión. A nuestras anteriores generaciones ser criadas en ambientes tan religiosos, les ha lavado el cerebro (3). La Biblia, texto sagrado para los creyentes, dice y recalca más de mil y un veces [Jueces 21: 7, 10-12, Deuteronomio 21: 11-14, Jeremías 8: 10, 2 Samuel 12: 11, Levítico 15:19 y 20, Romanos 7: 2, 1 Pedro 3: 1, 1 Corintios 11: 3, 7, 8 & 9, Efesios 5: 22 & 23, 1 Corintios 14: 34 & 35, 1 Timoteo 2: 11-15] que la mujer es básicamente propiedad de su esposo, y anterior a eso no es nada, simplemente una soltera en busca de “empezar la vida”. Y no es sólo esto lo que se dice negativamente de la mujer. Se le toma a esta como objeto, como una propiedad que puede ser distribuida, ganada, vendida o comprada, por una sociedad machista como la era la de los tiempos bíblicos. Incluso se muestra a la mujer como asquerosa por su propia menstruación y por dar a luz, procesos naturales del cuerpo que deberían ser más bien aceptados por todos y entendidos como normales, que claramente lo son. Se nos hacen ver como sumisas al hombre, la Biblia enseña que por ser mujeres debemos callar ante el hombre puesto que es la cabeza de casa y por lo tanto el único a tener la palabra (4).
¡NOS CONVIERTEN EN NADA! Entonces, ¿por qué nos preguntamos tanto las razones por las cuales pasadas generaciones luchan en contra de sus propios derechos? Es claro, y las pruebas mostradas anteriormente argumentan perfectamente la manera en que la religión explotó la mentalidad de muchos, tanto que pone a las mujeres en contra de si mismas. Pero a pesar de que es hoy en día cuando se ve un cambio positivo, es decir, el feminismo como inclusión social, esto no significa que el mismo no tuviese presencia en esos tiempos de gran y ridícula ignorancia (5).
Parece mentira, pero es la realidad. Afortunadamente, así como dijimos que la razón no fue un fundamento para cambiar la mentalidad de estas personas de hoy ya la mayoría de edad, esta misma sí fue la razón para que mi generación tomara conciencia. Gracias a que las personas empezaron a darse cuenta de lo ridículas que eran estas circunstancias frente (no sólo) a la mujer, estas mismas alzaron la voz y su puño para empezar a crear conciencia. Gracias a que ya no se inculcan tanto estos absurdos ideales, hemos podido progresar como país, y como personas. Desde pequeña, siempre dudaba de la religión que se me dictaba no solo en el colegio sino también en casa. Por alguna razón u otra, siempre me hacía preguntas frente a por qué la iglesia decía una cosa y hacia otra.
Las inconsistencias (6) que se me presentaban a lo largo de los años sólo lograban crearme más y más dudas. Siempre pensé que sólo era curiosidad, que todos se hacían las mismas preguntas que yo, pero con el pasar del tiempo me di cuenta de que no. Me considere diferente, y diferente para nuestra sociedad lo que en mis años de niñez era en su mayoría visto como raro. Por ende, me considere rara, lo cual llevo a que callara. Calle mis opiniones, mis dudas, calle mi voz. No era solo porque yo pensaba que no era normal lo que quería expresar, pero también porque nunca veía a mujeres hacerlo. Todos mis profesores en la escuela eran hombres, todos los intérpretes de la religión eran hombres, mi padre era la cabeza de la casa, y si algo llegaba a sucederle a él siempre se decía que la responsabilidad de ser la cabeza de casa pasaría a mi hermano, 3 años menor que yo. No a mi madre, ni a mí, pero a mi hermano por el simple hecho de ser hombre.
Busqué otros medios, mis propios medios, para entender por qué estas cosas eran de tal manera. Al encontrar y hablar con personas con mis mismos puntos de vista, me di cuenta de que yo no era el problema. El problema era esa mentalidad tan machista e ignorante que por medio de ideales totalmente ignorantes les fue lavado los cerebros a billones de personas alrededor del mundo. Y aquí es donde supe. Supe que quería crecer para hacer un cambio. Un cambio no solo para mí, pero para todas las mujeres que no encuentran su propio valor por las bases tan petrificantes en que se encontraban.
Y así fue, con mi voz pude cambiar la mentalidad de todas mis amigas, criadas en hogares católicos y machistas. Supe que no era un cambio muy grande, pero también sabía que todo debe empezar en algún lugar, y por alguna persona. El lugar era mi círculo social, y la persona, era yo. Gracias a esta pequeña, pero importante, iniciativa (7) que tomamos personas alrededor del país, logramos encontrar justicia y crear conciencia sobre por qué el feminismo es algo que todos, hombres, mujeres, niños, y niñas, deberíamos entender, y con la cabeza en alto apoyar. Creo con un gran corazón que con el tiempo Colombia será un país consiente de sí mismo. Al no ser un país ya católico, podemos separarnos de esta religión y desarrollarnos de una manera más individual y humana, en donde podemos encontrar un mundo donde todos cabemos y somos iguales, tal y como debe ser. No es lógico que se deba luchar por los derechos de la mujer. Es injusto que deba alzar mi voz para adquirir un derecho que me es dado por propio nacimiento. Soy mujer, y merezco el derecho al voto. Soy mujer, y tengo derecho sobre mi cuerpo. Soy mujer, y antes de ser de cualquier otra persona, soy yo misma. Y todo esto lo se gracias a la lucha.
La lucha que han sobrellevado las mujeres a lo largo de los años, desarrollando la mentalidad por lo que hoy en día vemos a jóvenes de mi edad decir con orgullo y cantar con el alma (8). Sentirse orgullosa de ser mujer, ¡eso es lo que debemos a nuestras madres! Ser mujer, significa ser humano. Ser mujer, significa una mente más para llenar el mundo de ideas. Ser mujer, en nuestra sociedad, SIGNIFICÓ ser sometida a ser esclava de un marido. Ser mujer, SIGNIFICÓ ser sumisa a lo que no entendíamos. Y ser mujer, SIGNIFICA ORGULLO. Ser mujer, SIGNIFICA ser mi propia persona. Ser mujer, hoy me permite tener una carrera. Ser mujer, es tener una familia y ejercer tu diploma. No porque seas mujer significa que debas ser madre. Pero, ser mujer, sí significa poder tener hijos y crear una familia, no por tu sexo, pero porque tú y yo queremos. Significa que podemos ser profesionales y criar hijos, porque somos fuertes, somos capaces, somos iguales a los hombres.
Colombia, país calificado como el más alegre del mundo por ya 3 años seguidos, es un país donde podremos llegar a la igualdad de género.
Fuertemente creo, con el corazón y el alma, que mi patria está avanzando, y esos procuradores, senadores, magistrados, entre otros, que no logran que lleguemos a una felicidad e igualdad absoluta, serán destronados y reemplazados por mis hermanos y hermanas que con esta voz y puño en el aire que tanto hemos hablado, gritan, por una Colombia justa.
Bibliografía
Por: Pilar Sánchez Álvarez
Especial: Miedos, 1991
El Tiempo, 2001
Por: Florence Thomas
Por: Ferney Yesyd Rodríguez
Por: Doris Lamus Canavate
Universidad Autónoma de Bucaramanga
Por: Lola G. Luna
Universidad de Barcelona
Por: Israel Finkelstein y Neil A. Silberman
Por: David Baracaldo Orjuela
Por: Doris Lamus Canavate
Por: Socorro Ramírez
Por: María Teresa Arizabaleta
Por: Gloria Bonilla Vélez