Sobre el espejismo de la innovación
Ismael Iriarte Ramírez
La búsqueda desesperada de la innovación y la creatividad parece ser la consigna en nuestros días, en especial en las oficinas de publicidad, mercadeo y comunicaciones.
Sin embargo, este ejercicio es con frecuencia frustrante, pues pocas veces los resultados obtenidos corresponden a las expectativas generadas en los clientes o en las organizaciones, lo que hace comprensible preguntarse por las razones que propician esta recurrente circunstancia.
Buena parte de las decepciones al respecto están relacionadas con la tendencia a vincular de forma casi exclusiva la innovación con los avances tecnológicos, por lo que no es extraño ver como las grandes compañías demandan la implementación de estrategias y desarrollos espectaculares y artificiosos que no garantizan la obtención de soluciones innovadoras para resolver incluso los problemas más sencillos. Esta práctica organizacional poco recomendable limita el campo de acción, propicia una mala utilización de los recursos y aumenta las probabilidades de frustración frente a las metas establecidas.
El grado de madurez de muchas de las compañías de la región hace difícil establecer procesos en los que se promueva el pensamiento disruptivo y lo que resulta más alarmante, en los que se evidencie la aplicación de ningún tipo de análisis para encontrar soluciones a los problemas de sus clientes. Esto condena los equipos de trabajo a repetir una y otra vez procesos que privilegian lo operativo sobre lo estratégico, lo que sin duda se ve reflejado en acciones como la inversión publicitaria en la que la falta de creatividad y osadía parece ser la regla general en la mayoría de los sectores. En ese contexto resulta entendible que año tras año grandes cantidades de dinero sean destinadas a reproducir modelos tradicionalistas de pauta que solo son modificados en función de la competencia.
Uno de los motivos que generan esta brecha se presenta por cuenta de la tendencia a buscar generar grandes transformaciones en un corto plazo, esta premura está por lo general determinada por las exigencias del mercado y la falta de planeación institucional. Lo preocupante de esta situación es que por lo general arroja como resultado sonoros casos de imitación o plagio, que en la era de globalización e hiperconexión en la que vivimos, tarde o temprano terminan por dejar en evidencia a quienes sin ningún pudor se limitan a reproducir iniciativas exitosas de contextos lejanos y presentarlas como propias, e incluso llegan presentarse como gurús de la creatividad.
Otro de los grandes enemigos de la innovación es la sensación generalizada de que todo lo que vale la pena está inventado ya. Esta visión simplista de las cosas deja de lado los aportes legados por quienes nos precedieron, así como la inmensa cantidad de posibilidades a la que nos enfrentamos cada día y el número ilimitado de combinaciones que pueden dar lugar a nuevas ideas y soluciones que en otras circunstancias no habrían sido posibles.
Se aplica entonces un principio de la creación literaria en el que cobra más interés la forma en la que se construye la narración, que la historia misma, esto nos indica solo uno de los caminos que pueden seguir los equipos de creativos para afrontar las necesidades de sus clientes.
Encontrar soluciones novedosas a las dificultades que se presentan día a día no es una tarea menor, por el contrario, requiere que las organizaciones vuelquen todos sus esfuerzos en la misma dirección y propicien espacios para actividades en apariencia insignificantes, pero que entrañan un gran valor, tal es el caso de la observación y la experimentación, de las que por lo general surgen las ideas transformadoras.