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Cinco reporteros, un poema

Manuel Guzmán Hennessey

Cinco reporteros, un poema

Había en la radio colombiana un programa de entrevistas que se emitía los domingos a las nueve de la noche. Se llamaba “Cinco reporteros y el personaje de la semana”.

Los reporteros eran Alberto Giraldo, Javier Baena, Timoleón Gómez y Alberto Rojas. El conductor del programa era Antonio Pardo García. Este programa empezó en 1957, en emisoras Nuevo Mundo, y se prolongó por algo más de veinte años. Tuvo versiones en otras cadenas radiales, que acogieron aquel formato ágil y ameno y trataban los temas de actualidad, y de política, en aquellas épocas en las que la radio era el principal medio de comunicación. Recuerdo, entre gallos y medianoche, que por allí también pasaron buenos entrevistadores como Jaime Villamil, Hipólito Hincapié, Elkin Mesa, Darío Hoyos, Alcibiades Bottía, Daladier Osorio, Pepe Romero y Álvaro Pardo, verdaderos expertos en temas como el café, la economía, la industrialización, el comercio exterior, la agricultura, los puertos y el banano.

Por “cinco reporteros” pasaban los personajes de la política, que por aquellos años, generalmente, tenían cosas interesantes que decir. Entonces los periodistas aprovechaban para agregar contextos culturales a la indagación de los hechos de la política, ejercicio que hoy no sería tan fácil por la notoria carencia tanto de unos como de otros. Un presidente o un ministro, por ejemplo, eran, por lo general, hombres de cierta cultura, a quienes les podían preguntar por libros, música, arte y humanismo. Los periodistas sabían que, para ejercer el periodismo, debían tener un fuerte acervo de cultura y no simplemente de información actualizada. Por eso preparaban profusamente sus programas y, cuando el género era la entrevista, se notaba que habían invertido tiempo y esfuerzo en conocer al personaje.

A uno de los que más les gustaban entrevistar era a Belisario Betancur, de lejos el más culto de todos. Pues bien, de uno de sus poemas quiero hablar. Un día, de 1975 o 1976, cuando yo tenía veinte años (y un lucero en la mano, como dijera Eduardo Carranza) le escuché decir: “álguien cantó una canción, álguien cantó…” Aguzé mi escucha debido a que, por aquel entonces lo único que me interesaba, de veras, era la poesía. Después fui haciendo mío, otro verso, también de Belisario: “otros dirán, por mí, quien quise ser, yo solo se decir que no lo fui”. No obstante, aquella memoria de la poesía, que, como todo lo verdadero que fue vivido a los veinte años, nos acompañará para siempre como una sombra protectora, debido a aquellos recuerdos, repito, hoy puedo citar lo que seguía de aquellos versos, que Belisario recitaba, aquella noche de radio, con pudor de poeta clandestino (acababa de advertir que lejos de escribir poesía ‘cometía versos’). Era esto: “¿sería tu voz? ¿sería mi voz? ¿sería de álguien ese corazón enfermo, cansado de vivir? De alguien será, no lo se decir”. Betancur dijo, en aquella entrevista que se hacía (como ahora llaman) en vivo, algo como que no estaba muy seguro de querer decir aquel poema, pues aún estaba en construcción. Pero dijo más versos que ahora no alcanzo a recordar, y siempre hablaba más de arte que de política.

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El asunto es que en la feria del libro del año 2019 me encontré nuevamente con aquel poema. Descubrí que se llama ‘Canción de olvido’ y que fue escrito en Madrid en 1975. La versión final es un poco distinta de la que yo recuerdo, está dedicada a Roberto García Peña, por entonces director del Diario El Tiempo de Bogotá, y tiene un epígrafe de León de Greiff: “… el forajido corazón”. Dice así:
 
Ayer tocaron a la puerta
Cerrada del corazón, Ayer tocaron.
Nadie salió a abrir.
¿sería tu voz? ¿sería mi voz?
¿De quién será ese corazón
Enfermo, fatigado de vivir?
De alguien será. No lo sé decir.
En vez de hablar, al viento
Se le oye en noches gemir.
Nadie llama ya a la puerta
Abierta del corazón.
Pregúntenmelo a mí.

Este poema de Belisario me ha acompañado por más de cincuenta años. Este poema no, la versión de aquel poema que guardaba en mi memoria: “álguien cantó una canción…”. Da lo mismo, o mejor: casi lo mismo. Y lo asociaba, quizá debido a la música que evoca, con “El insomne” de Eduardo Carranza, bardo tan cercano a la poética de Betancur.

A alguien oí subir por la escalera.
Eran —altas— las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
Sólo el tenue crujir de la madera.

No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.
(Deliraba de estrellas la ventana.)
Tampoco el paso que mi sangre espera...

Sonó un reloj en la desierta casa.
Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa
en esa voz de acento conocido...
A alguien sentí subir por la escalera…

Pues bien, el poema “El insomne” estaba en la última página de un libro que perdí hacía 1989: Hablar soñando y otras alucinaciones. Lo compré en la Librería Nacional de la calle 36 de Barranquilla, una tarde de lluvia. Sería junio o julio, también de 1975. Era el libro más querido, para mí, de cuantos tenía por aquellos años de extraviada juventud. Tenía unas bellas ilustraciones de Álvaro Gómez Hurtado y estaba editado en pasta dura y antetapa de papel satinado. Ahora descubro que fue escrito entre el 25 de julio de 1973 y el 25 de enero de 1974. Era hermoso saber en qué momento los poetas habían escrito sus versos. El libro explicaba la continuación de su título: “seguido de El insomne" (junio de 1972 a junio de 1973). 

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El libro “Poemas del caminante” que descubrí en la Feria del Libro fue editado por Villegas editores, en el año de 2003. Me costó quince mil pesos debido a que estaba en promoción, y pude comprar también, por cinco mil pesos, “Casimiro mire Casimiro” de Mauricio Reyes Posada. Los datos sobre “Cinco reporteros y el personaje de la semana” están en la internet. Y hay, también, un libro de Antonio Pardo García, que algún día encontraré, en un andén de la carrera Séptima de Bogotá.