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TIAR, el camino mas expedito para negociar con Maduro

Mauricio Jaramillo Jassir

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La decisión colombiana de convocar de forma consultiva el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca constituye un grave error, pues por cuenta de la radicalización del discurso de Nicolás Maduro y de sus provocaciones, el gobierno de Iván Duque responde de manera errática, sentando un riesgoso precedente en la región.

El TIAR nació en los albores de la Guerra Fría cuando en plena doctrina Truman o de contención del comunismo, varios Estados del hemisferio acordaron un esquema de asistencia en materia de defensa que, de alguna manera se puede interpretar como una OTAN para las Américas, haciendo la salvedad que el Tratado interamericano se firmó dos años antes. En consecuencia, puede ser considerado como pionero de este tipo de esquemas de seguridad colectiva. Este último término implica que la seguridad entre un grupo de Estados, generalmente dentro del espacio de una región, llega a un punto de interdependencia que una amenaza contra uno lo constituye contra el conjunto.

Argentina en la Guerra de las Malvinas intentó convocar sin éxito la asistencia militar en la marco del TIAR, pero Colombia, Chile y Estados Unidos coincidieron en que Buenos Aires no había sido agredido y que el esquema solo podía activarse cuando se comprobara tal.  En esa decisión no solo se ponderó la actitud defensiva u ofensiva del gobierno militar que por ese entonces gobernaba a los argentinos, sino que para Chile y Estados Unidos, pesaron más las consideraciones geopolíticas, el primero por rivalidad territorial y el segundo porque cualquier apoyo al país suramericano comprometía su posición como aliado de Londres en el marco de la OTAN.  Más allá de la controversia jurídica, el debate dejó muy debilitado al TIAR, poniendo en evidencia la dificultad para su activación.

Años más tarde en la cruzada global contra el terrorismo George W. Bush recurrió al TIAR buscando apoyos, pero el rechazo fue inmediato en buena parte de los países y paradójicamente México, que se encontraba bajo el gobierno de Vicente Fox decidió no solo rechazar la propuesta de Washington sino el retiro del pacto. El caso mexicano es paradójico, pues Fox representaba un cambio en la política exterior mexicana que tradicionalmente había sido muy distante de Estados Unidos, y con el presidente del Partido de Acción Nacional hubo mayores afinidades ideológicas.

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Esta vez de forma legitima pero equivocada, el gobierno colombiano decide apelar a dicho pacto para contrarrestar lo que ha sido una postura comprobadamente agresiva de altos funcionarios del gobierno venezolano, empezando por Nicolás Maduro. Ahora bien, la propuesta de Colombia de acudir al TIAR no será viable al menos por tres razones. En primer lugar, se deberá comprobar que el país ha sido víctima de una agresión y aunque las maniobras militares sean, sin lugar a dudas, una señal de intimidación y de provocación indebidas, no constituyen la evidencia de un ataque. Probablemente, de forma minuciosa Colombia haya recolectado las pruebas de que en el territorio venezolano circulan miembros de las disidencias armadas de las FARC y miembros del ELN, y aunque esto suponga un postura inamistosa, no constituye una agresión. Es más, y solo se pone en evidencia con un alcance explicativo mas no justificativo, Caracas considera que aquellos perseguidos políticos que han encontrado refugio o protección en Colombia son una suerte de equivalente que le resta autoridad a Bogotá para hacer cualquier reclamo de protección a terroristas.
 
En segundo lugar, el TIAR obliga a sus signatarios a acudir al diálogo para superar cualquier controversia que surja entre Estados, una posición que el gobierno colombiano descarta por no reconocer a Maduro como Presidente, pero que a la luz del derecho internacional es difícilmente defendible. El artículo 2º del TIAR estipula “las Altas Partes Contratantes se comprometen a someter toda controversia que surja entre ellas a los métodos de solución pacifica y a tratar de resolverla entre sí, mediante los procedimientos vigentes en el Sistema Interamericano, antes de referirla a la Asamblea General o al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.” Por ende, no sorprende que el primer llamado del Secretario General de la organización, Antonio Guterres apuntara a  que Duque y Maduro dialogaran cuanto antes y con ello pusieran fin a la escalada. Dicho de un modo que parecería frío y cínico pero constituye tan solo una dosis necesaria de realismo: negociar con Juan Guaidó sirve de poco pues no tiene capacidad de mando sobre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). El apoyo a su causa y el reconocimiento como interlocutor legítimo de la Asamblea Nacional y de un sector representativo de venezolanos, no debería excluir la posibilidad de mantener un contacto aunque fuera mínimo con el oficialismo así sea para evitar lo peor, la confrontación armada. 

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En segundo lugar, el articulo 3º pone en evidencia que cuando se negoció el TIAR se pensaba en una agresión externa, por lo que se plantea lo siguiente: “Las Altas Partes Contratantes convienen en que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de dichas Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque, en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.” Aunque no se mencione la agresión externa, el espíritu del artículo parecería orientarse en esa dirección, pues no se debe olvidar el contexto bipolar de ese entonces. Luego el articulo 7º habla de que si se produce un conflicto entre dos o más naciones americanas se “instarán a los Estados contendientes a suspender las hostilidades y a restablecer las cosas al statu quo ante bellum y tomaran, además, todas las otras medidas necesarias para restablecer o mantener la paz y la seguridad interamericanas, y para la solución del conflicto por medios pacíficos.” Es decir, todo lleva, incluso dentro del misto texto del TIAR, a que antes de cualquier activación (incluso de consulta) se deba propender por el diálogo directo. De nada o poco servirá insistir en no reconocer a Maduro.  

Por último, difícilmente se lograran consensos en la zona para una evocación del TIAR tan polémica, pues se sabe que en la región las políticas de sanciones y de aislamientos tradicionalmente no han encontrado asidero.  El resultado de las elecciones en Argentina en octubre puede fortalecer el grupo de países que junto a la Unión Europea proponen una presión que no haga hincapié exclusivamente en las sanciones y que de una vez por todas, trabaje en un consenso para un diálogo que conduzca a una transición política. En el corto, mediano o largo plazo, se quiera reconocer o no, Colombia tendrá que negociar con el establecimiento vecino.