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DIANA AMADOR

Profesora de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud

“El Rosarista tiene unas características de responsabilidad y compromiso con su alma máter”

¿Quién es Diana Amador?

Soy colombiana y soy rosarista de vida y de corazón. Entré a la Universidad a hacer el pregrado en medicina y de alguna manera nunca me fui. Yo hice la especialidad y el doctorado en la Universidad del Rosario, durante la maestría en la Universidad de los Andes, desarrollé una gran parte de mi tesis en nuestra Universidad y cuando ya era profesora rosarista hice un postdoctorado en la Universidad Harvard. Ha habido periodos, como cuando hice el servicio social y cuando trabaje en el área clínica, en los que no he estado directamente vinculada a la Universidad, pero siempre he estado muy cerca de ella.

Desde el punto de vista profesional me define la forma en la que me aproximo a la medicina. Siempre me ha parecido fascinante el funcionamiento del cuerpo humano como una “maquina perfecta” y eso me impulsó a hacer la maestría con énfasis en ingeniería y a profundizar en el doctorado y el posdoctorado en la fisiología, la forma en la que funciona el cuerpo humano, y las respuestas que tiene ante situaciones críticas. Desde esta perspectiva siento que se pueden identificar mejor las alteraciones funcionales que llevan a las patologías, pero también surgen oportunidades de aproximación terapéutica. Soy una docente que disfruta plenamente su trabajo ya que puedo compartir mis inquietudes académicas con mentes jóvenes y diferentes disciplinas.

Soy una docente que disfruta plenamente su trabajo ya que puedo compartir mis inquietudes académicas con mentes jóvenes y diferentes disciplinas.


La Universidad del Rosario ofrece la oportunidad de enriquecerse libremente con distintas formas de pensamiento.


Diana Amador

¿Qué significa para ti ser profesora de la Universidad del Rosario?

 

Cuando yo terminé mi pregrado comprendí que quería trabajar en áreas de generación de conocimiento y creo que la docencia es el escenario perfecto. La academia permite interactuar con otros y ver, lo que uno está viendo desde su óptica, interpretado desde una perspectiva diferente, eso genera diferentes oportunidades para comprender mejor nuestras áreas de interés. La Universidad del Rosario tiene un ambiente que favorece eso, ofrece la oportunidad de enriquecerse libremente con distintas formas de pensamiento, esa para mí es la esencia del académico, y no sucede en todos los escenarios así que valoro poder disfrutarlo. Este ambiente genera un compañerismo productivo que hace las dinámicas de trabajo muy agradables. Se me pasa la vida disfrutando una experiencia laboral que me permite estudiar permanentemente, aprender más de lo que me gusta y desarrollar diferentes proyectos e intereses propios y de otros, para generar cambios en la comprensión del mundo.
 
Creo que los profesores rosaristas tenemos un componente docente, un componente muy humano y un componente de investigación que permite hacer aportes en las diferentes disciplinas desde muchos aspectos y aportar al crecimiento de las sociedades, es una oportunidad interesante y marca la diferencia en el día a día. Valoro mucho el privilegio de tener a los estudiantes cerca, de poder investigar con ellos, compartir con ellos en los grupos de investigación cuando expresan sus iniciativas, y compartir con ellos la docencia gracias al programa de tutores pares. Ellos son personas excelentes que forman un puente humano y académico con los demás estudiantes de las cohortes y nos permiten recibir apoyo de primera mano en nuestro propósito formativo disciplinar y humano.


Cuando algo nuevo nace, es la oportunidad de intentar una manera diferente de hacer las cosas y mejorar.


¿Cómo ha sido la experiencia de ser docente de los alumnos Rosaristas? Teniendo en cuenta que tu antes lo fuiste.


Es una experiencia muy gratificante, yo he tenido la oportunidad de estar presente en varios cambios estratégicos de la Universidad, como la separación del Hospital de San José y la Sociedad de Cirugía, la creación de nuevos espacios de práctica, como el actual convenio con la Fundación Cardio-Infantil; he vivido la Quinta Mutis con sus cambios permanentes. Estudié en la facultad de medicina y ahora trabajo en la escuela de Medicina y Ciencias de la Salud. Adicionalmente, ya graduada he trabajado en instituciones con otros Rosaristas, en donde mis profesores y compañeros de estudio han sido mis colegas. 

El Rosarista tiene unas características de responsabilidad y de compromiso con su alma mater, que yo he visto en otros referentes que comparten conmigo esa trayectoria, y que se mantiene a pesar de las diferentes circunstancias de cada época. Cuando entré a ser docente sentí que parte de mi labor era proyectar lo que es un Rosarista, pero también conservarlo en el tiempo, y eso ha sido muy relevante en toda mi vida académica y en mi práctica docente. Un médico rosarista debe hacer honor a dos grandes símbolos, la cruz de calatrava, emblemática en el escudo y representación de nuestra tradición, y la bata blanca, símbolo de vida, rigor científico, pureza, seriedad y respeto. Es muy gratificante participar en la formación de otros profesionales que comparten conmigo esos pilares y que interiorizan que el reconocimiento y el respeto se ganan gracias al interés genuino de ser valiosos para las sociedades en el desarrollo de la carrera profesional.

¿Cuáles han sido los logros académicos y reconocimientos que han tenido mucho valor personal?

Hay dos logros que atesoro con profunda gratitud. El premio institucional de Excelencia Docente en la categoría de Profesor Inspirador en 2021, y el ser tutor par honorario 2022. Ambos tienen una característica muy valiosa y es que parten de la postulación libre de los estudiantes, lo cual ya es suficiente para sentirse reconocido y agradecer. Pero también porque en cada uno de ellos personas que respeto muchísimo como estudiantes, como profesionales y como docentes compartieron conmigo el proceso de diferentes maneras. Son escenarios que te acercan a gente increíble.

Sin embargo, debo decir que en realidad hay muchos reconocimientos constantes que tienen un valor gran valor personal: los detalles que los estudiantes tienen cualquier día y nunca se me olvidan. Por ejemplo, para mí el tiempo es lo más valioso que un ser humano tiene para dar y me emociona saber que lo emplean en buscarme para comunicar sus logros o comentar algo, yo lo siento como un reconocimiento por el gusto de venir a compartirlo conmigo, pero también porque el éxito de ellos lo siento como propio. Otras veces te llevan algo que te gusta, uno no se da cuenta, pero ellos dedican su atención para identificar un gusto específico o algo que te hace especial y lo externalizan en algo perfectamente adaptado para ti.

Para mí el tiempo es lo más valioso que un ser humano tiene para dar y me emociona saber que lo emplean en buscarme para comunicar sus logros.

¿Cómo afrontaste el punto álgido cuando llego la virtualidad?

Yo siempre siento que cuando algo nuevo nace, es la oportunidad de intentar una manera diferente de hacer las cosas y mejorar. Cuando llegó la virtualidad, lo entendí como una circunstancia para el aprendizaje, un escenario de desarrollo que nos invitaba a desarrollar nuevas habilidades y generar recursos diferentes para los estudiantes.

Para mi fueron importantes dos aspectos. Uno el reto como docente, lo que tenía que hacer para lograr mantenerlos comprometidos con la parte académica, y el otro como ser humano, como apoyarlos en ese momento de tanta incertidumbre y noticias difíciles de afrontar. En varias oportunidades, después de que llego la virtualidad y se prolongaron los tiempos de aislamiento, los vi tristes, había estudiantes con situaciones personales y familiares complejas que se agudizaron en ese momento. Era importante generar espacios para que, aunque fuera por la pantalla, hubiera forma de compartir y ver las circunstancias de otra manera. Adicionalmente, desde un punto de vista personal, también debía ser receptiva con las necesidades de mi casa.
 
Traté de aprender de la situación lo más rápido que pude y creo que al final las cosas salieron bien. A pesar de que había un poco de resistencia para mantener el ritmo, por la carga académica y el agotamiento, encontré en muchos de los estudiantes un interés genuino por superar la situación y continuar con su formación a un alto nivel, algo que requería en ese momento mucha resiliencia, disciplina y compromiso de un grupo de personas muy jóvenes. También hubo estudiantes con quienes encontré espacios de esparcimiento que eran muy importantes para manejar la presión de la situación que se vivía, estar al tanto de lo que se estaba haciendo bien y lo que se podía hacer mejor. Fue un periodo de tiempo en el que todos aprendimos mucho.

¿Qué aspectos o momentos que han marcado tu trayectoria como docente?

Primero, cuando entre a trabajar oficialmente como docente de la Universidad del Rosario. Yo soñaba que eso sucediera, uno siempre guarda un cariño particular por su alma matter, y ese es realmente un punto clave en mi trayectoria docente porque fue la oportunidad de dedicarme a ella de manera permanente. Por supuesto antes de eso ya había detectado mi gusto por la pedagogía y había dirigido mis esfuerzos académicos y personales al desarrollo de ese campo, pero ese fue el momento en que la carrera académica empezó a ocupar un rol predominante en mi vida. Después de eso, ha habido muchos momentos importantes, de hecho, cada clase es uno porque en esas horas uno aprende y se fortalece en su rol como profesor.
 
Ya vinculada a la Universidad, recuerdo de manera particular el momento en que se decidió el cambio en el currículo de medicina y el Dr. Leonardo Palacios Sánchez, quien en ese momento era decano de la Escuela, me incluyó en los equipos de profesores que iban a formarse para participar directamente en esa gran apuesta. Eso me permitió conocer el modelo a profundidad, aproximarme al nuevo currículo desde su nacimiento, y estar mejor preparada para la puesta en marcha. Fue una gran responsabilidad, pero al tiempo una oportunidad muy grande.
 
También, ha sido muy gratificante poder participar desde el inicio en programas nuevos de la Escuela, particularmente ingeniería biomédica y enfermería. El primero, en conjunto con la Escuela de Ingeniería Julio Garavito, hoy en día es un programa acreditado de alta calidad, recibe un número importante de estudiantes, es una opción de primera línea para muchos y tiene un impacto importante en la producción académica de ambas Universidades. El programa de Enfermería se puso en marcha en el segundo semestre de 2021 y tengo la gran responsabilidad y oportunidad de coordinar una asignatura que involucra un componente muy importante del currículo en II semestre.  Estos escenarios son significativos, por el reto que representan en mi carrera, pero también por las profundas gratificaciones que traen consigo en la medida en que avanzan.

Diana Amador

¿Cuáles son tus aportes a la universidad y en particular a los estudiantes?

 

El principal aporte a la universidad es el trabajo comprometido, trato de dar lo mejor de mí en todas las cosas que hago.
 
Desde la docencia, mi aporte para los estudiantes, es el acompañamiento dedicado y el trabajo constante en su formación como profesionales. En los años que llevo vinculada a la universidad he estado cerca de estudiantes con casos muy difíciles y valoro mucho esa oportunidad de haberlos podido acompañar, motivar y que lograran cumplir sus sueños a pesar de las dificultades. Siempre trato de estar atenta a sus intereses, fortalezas y dificultades individuales para apoyarlos en obtener los mejores resultados en los caminos que se proponen.

 

En el componente de investigación, he trabajado con endotelio de córnea, un tejido bastante único desde el punto de vista fisiológico así que es un reto saber cómo funciona, y eso lo hace particularmente interesante para mi. Los resultados de estas investigaciones se han publicado en revistas de gran impacto y se han presentado en congresos internacionales. En cada publicación han estado vinculado uno o más estudiantes que ha mostrado interés y me han acompañado en el desarrollo de estas ideas.

¿Cuál es tu inspiración al momento de enseñar?

 

Los estudiantes, yo siento que al ir a una clase tengo la responsabilidad de inspirar y motivar mentes jóvenes que llegan allí esperando encontrar algo nuevo que aprender. Siento que el contenido que uno desarrolla en buena medida está en los libros, sobre todo lo que corresponde a las clases de pregrado, pero ellos van a las sesiones esperando que uno les muestre el contenido de una manera diferente. Con frecuencia me sorprenden con preguntas y análisis que yo no me había planteado de esa manera y que les dan nueva luz a las cátedras, sin duda, mi mayor inspiración son ellos.

 

Uno tiene claro que el conocimiento avanza permanentemente, pero la forma de comunicar esas ideas también. Me inspira la necesidad de estar al día en los avances disciplinares que me apasionan, pero también en la forma en que se comparten con estudiantes de diferentes disciplinas, diferentes edades y distintos niveles de formación. Ese reto permanente, esa oportunidad de cambiar el mundo un poquito todos los días es lo máximo.

Diana Amador