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El Siglo XXI y el boom de los movimientos sociales

Carolina Barrios Martínez

Protesta en Minnesota - De Fibonacci Blue from Minnesota, USA - CC BY 2.0

En las dos décadas del siglo XXI, los movimientos sociales a nivel global han tenido un auge sin precedentes. Se han derrocado gobiernos, ha aumentado la consciencia colectiva y se ha recalcado el papel que pueden asumir los individuos dentro de su entorno político-social.  “Las causas sobran cuando la gente es revoltosa” dijo Kafka. Sin embargo, los movimientos sociales como la primavera árabe, las protestas en Latinoamérica de 2019 y recientemente el movimiento antirracista Black Lives Matter son demostraciones de que Kafka estaba equivocado.

Los movimientos sociales están de moda. Hay una mayor voluntad para moverse, alzar la voz y de ser necesario, recurrir a la violencia. Las masas han perdido el miedo a las represalias. ¿A qué se debe esta histeria? ¿Acaso las nuevas generaciones se quejan más o las anteriores eran demasiado conformistas? ¿Qué le pasa a la gente? ¿Cuáles son los factores detrás del surgimiento masivo de los movimientos sociales? Un mundo globalizado donde el acceso a información es rápido y llega a una mayor cantidad de personas (1), la inconformidad ante las falsas promesas de las clases dirigentes, la narrativa de la democracia en donde se protegen los derechos humanos y (2) la búsqueda de los individuos por pertenecer a un grupo en sociedades donde reina el individualismo, pueden ayudar a (3) descifrar que le está pasando a la gente. Según Cas Mudde, los movimientos sociales son grupos organizados con un enemigo claro: usualmente es una ideología, un sistema, una institución o conducta cuya orientación busca reformar o mantener no algún ámbito de la vida política, social, cultural o económica (o todas al tiempo). Estos grupos desean demostrar asuntos que suceden a nivel estructural y son clasificados de conductas reprochables.

1. La globalización ha forzado a los políticos a repensar sus acciones, establecer más alianzas con otros países (gastar más en viajes para “conferencias importantes”) y ampliar la agenda política. A su vez ha cambiado la mentalidad del ciudadano común, ahora existe una facilidad por intercambiar bienes y servicios y se puede adquirir información instantánea y gratuita de lo que pasa en África, América, Asia , Europa, y Oceanía. Los periódicos, la televisión y las redes sociales permiten a las personas tener un contexto (fragmentado y con sesgos difíciles de detectar) de las múltiples realidades conviviendo simultáneamente en determinado tiempo, borrando los límites del espacio.

Esto tiende a una saturación de mensajes y dificultad para priorizar las coyunturas actuales, pero también a la popularización de determinadas temáticas como la discriminación, el cambio climático, y los índices de pobreza donde se pueden evidenciar patrones de ineficiencia a nivel mundial. ¿Cómo influye la globalización en los movimientos sociales? Es sencillo, los movimientos sociales tienen un objetivo claro (acabar con el racismo, derrocar a un político autoritario, acabar la brecha salarial entre mujeres y hombres, etc.)  que es reproducido por los medios de comunicación a partir de mensajes simples “combinando la composición gráfica y la propaganda política” (Canden, 2011) generando una mayor visibilización y alcance del mensaje difundido y traspolado a otros escenarios políticos para captar la atención de las  élites mundiales y reforzar la idea de que es necesaria la acción.  Por ejemplo, el caso de la iniciativa feminista #MeToo en 2006, la campaña política de Myanmar en 2007, y Medio Oriente en 2011. Hay ojos y voces por todos lados con la misión de ser catalizadores, voceros y testigos de los movimientos sociales.

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Logo de Black Lives Matter - Dominio público

2. Otra narrativa importante dentro de la globalización es la democracia liberal, cuyo can son los derechos humanos, los cuales sentaron la ruta para empezar a exigir unos mínimos vitales que el Estado debe garantizar. Ya no deberían existir excusas para incumplir dicho contrato al ser consideradas cargas autoimpuestas. El rol que las democracias liberales le da a los miembros de su sistema es importante y por ende, la política debe ser entendida y construida como un bien común donde se escuchan las diversas e incluso contradictorias opiniones en busca de consenso entre gobernantes y gobernados. Esto aumenta la legitimidad en un contexto democrático, en especial cuando la imagen que se tiene de lo político está caracterizada por su falta de autenticidad y transparencia en la toma de decisiones y rendición de cuentas. Los derechos como la libertad de expresión, el derecho a la protesta, la igualdad y la justicia tomaron una mayor relevancia pues son constantemente vulnerados e ignorados. Al ser identificada una práctica sistemática empieza el descontento a nivel mundial.

Es en medio del descontento, que los movimientos sociales buscan consolidarse como una fuerza informal mostrando las inmensas brechas existentes no solo a nivel de capital, sino en materia de bienestar entre unos y otros grupos sociales, manifestando su inconformidad ante dichas desventajas. Las movilizaciones sociales ofrecen la oportunidad de ejercer una acción política concreta para redefinir o reconsiderar algún concepto del status quo. Algunos movimientos llegan a sugerir, presentar y exigir alternativas para la solventación o mitigación de determinado asunto (aunque esto no es necesario ni obligatorio), pero primero estos asuntos deben ser lo suficientemente grandes, relevantes y urgentes para la opinión pública, para ello deben valerse de la empatía y la solidaridad. Para llegar a más personas fue necesaria una transformación del discurso, del engorroso lenguaje técnico y político al uso de símbolos e imágenes sencillas, así como lenguaje coloquial y familiar, creando una nueva cultura política.

La forma que utilizan los movimientos sociales en su mayoría de carácter pacífico y a nivel simbólico, aunque los medios se enfoquen en las alteraciones de orden público como el daño a monumentos, graffitis e insultos a los enemigos de la causa. Es aquí cuando entra el Estado entra ejercer represiones fuertes a los abanderados de los movimientos sociales. (Ej. caso Hong Kong 2020) y el rechazo por parte de algunos miembros de la sociedad. Esto ha llevado al debate de si debiese o no existir una forma de regular o moderar estos métodos de protesta, aunque se corre el riesgo de llevar los movimientos sociales a su institucionalización y por ende, a su neutralización. 

Es importante destacar la evolución de los movimientos sociales para focalizarse el nivel horizontal (en aquellos que conforman la sociedad) y no en el vertical (de gobernados a gobernantes), partiendo del principio de responsabilidad de los individuos donde es más eficiente realizar un ejercicio de reflexión a nivel micro y así poder para arrancar de raíz las causas del mal social. El problema es que se volvió moda hacer parte de un movimiento social y es sencillo abanderar una causa por un día, al estilo utilizar el #blackout-tuesday o apoyar la causa antirracista para cumplir con la expectativa social de ser empático, pero tres días después realizar algún acto de discriminación. No hay una forma de seguimiento ni control hacía ciertas conductas, debe ser un acto constante y voluntario, de lo contrario no tendrá éxito el movimiento social y pasará a ser olvidado o reemplazado.

3. ¿Por qué un individuo decide hacer parte de este tipo de acciones colectivas? El mundo individualista vuelve más complejo encontrar relaciones profundas y reales, aumentando la sensación de desarticulación con la sociedad.  Los agentes son propensos a cuestionar el orden establecido, pues ante la imposibilidad de cambiar la estructura se genera un rechazo a la realidad y un anhelo de alterarla. Además, en la búsqueda de la identidad y de contestar la pregunta de ¿quién soy yo? El activismo es presentado como una decisión atractiva, pues otorga sentido a tus acciones y te incluye en una categoría determinada, “soy feminista” o “soy ecologista”. El deseo de pertenecer a determinados grupos sociales y demostrar que se comparte determinada orientación cultural hace más fácil unirse a un movimiento social. Los movimientos sociales te abren la posibilidad de satisfacer necesidades personales a partir de una actividad emancipatoria, otorgando el sentimiento de libertad y protagonismo. El valor agregado de las personas que pertenecen a los movimientos sociales es ser considerados reflexivos y críticos de su entorno, capaces de analizar a profundidad realidades propias y ajenas, asumiendo que el individuo ha pasado por un proceso de reconocimiento acerca del asunto a defender, pero si los movimientos se volvieron moda debe cuestionarse si hay un mayor o menor grado de compromiso hacia esa problemática a tratar.

El auge de los movimientos sociales en el siglo XXI demuestra cómo la globalización permite al individuo participar en múltiples procesos políticos donde lo más importante es mantener el discurso de una la sociedad en constante transformación y revisión de sí misma. ¿Llegarán los gobiernos a imponer formas para restringir o ordenar los movimientos sociales?  ¿Qué le pasa a la gente? La gente descubrió que está cansada, agotada y explotada, son muchos y no dudarán en juntarse y hacer lo necesario para ser escuchados. Sean moda o no, los movimientos sociales continuarán.