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Se derritieron sus alas: un Ícaro urbano

Se derritieron sus alas: un Ícaro urbano
Quienes hemos estudiado Griego, entrando por la Ianua linguae Graecae, de Horst Holtermann, recordamos, entre sus primeros capítulos, el mito de Dédalo e Ícaro.

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Dédalo, constructor del laberinto.

Resumiendo, se trataba de un hábil artesano ateniense, Dédalo, que mató a su sobrino por pura rivalidad profesional. Debe, pues, huir si no quiere morir por su delito. Huye con Ícaro, su hijo, a Creta, a la sazón gobernada por Minos. El regente de la isla le ordena construir un edificio para recluir a su hijo, Minotauro, cuyo aspecto le resultaba odioso. Dédalo cumple el encargo a satisfacción del patrón. Mas, no obstante los agasajos, el artífice se molesta porque el rey no le facilita los medios para salir de la isla. Haciendo gala de su ingenio, Dédalo fragua el mecanismo para la huida: diseñar unas alas, pegarlas con cera y darse a la fuga por el aire. Instruye a su hijo en la novedosa técnica, advirtiéndole no arrimarse al sol, por el peligro de que su luz derrita la cera.
Como en todo buen mito, no hay prohibición que se respete ni peligro que se evite: Ícaro desobedece, el sol liquida la cera y el pobre muchacho cae al mar.

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Minotauro, es decir, toro de Minos. Lo de no darles un barco para partir recuerda la Sinfonía de los adioses.

 

Ícaro moderno.

Detalle de la carátula de Doble vida.
Detalle de la carátula de Doble vida.

En 1988, Soda Stereo ofrece al público el álbum Doble vida, donde viene el tema En la ciudad de la furia. Sobra decir que es un clásico de la banda y del propio Cerati, quien lo escribió. Tal vez no sobre indicar la alusión mítica cuando dice: “con la luz del sol, se derriten mis alas”.
Es un Ícaro urbano, noctámbulo, con cierto toque vampiresco. El hombre que en las megalópolis solo puede dominar el territorio teniendo alas...

 

Archivo Histórico.