Somos víctimas de los civilizados, quienes nos han arrebatado nuestros derechos”. Con esas palabras, Juan Bautista Villafaña (también conocido como Duane) dejó claro al diario El Nuevo Tiempo, el 15 de noviembre de 1916, hace poco más de 100 años, el concepto que él y sus compañeros tenían de los colonos.
Villafaña fue uno de los seis indígenas arhuacos que viajaron durante tres meses para llegar a Bogotá, con el fin de “entenderse” con el entonces presidente de la República, José Vicente Concha, para lograr una salida a las injusticias y a los maltratos a los eran sometidos por los colonos. “No queremos esas autoridades civilizadas porque son enemigas de nuestra raza”, aseguró en la entrevista con el medio de la época.
Los detalles de esta visita, sus causas, antecedentes históricos y lo que sucedió a partir de entonces y hasta 1930, se conocen hoy en profundidad gracias a la investigación realizada por la Escuela Intercultural de Diplomacia Indígena (IEDI) de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario.
“Los arhuacos traían unas peticiones claras y puntuales que aparentemente fueron escuchadas. Por eso fue que no entendieron la llegada, en 2017, apenas cinco meses después, de una misión de monjes capuchinos españoles, que complicó aún más su situación y generó mayor violencia”, cuenta Bastien Bosa, profesor de la Escuela de Ciencias Humanas y quien ha coordinado el proyecto.
El trabajo de la IEDI con la comunidad arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta pasa los diez años y la reconstrucción de la memoria histórica de lo que ocurrió hace un siglo tomó varios de ellos.
Fueron decenas de documentos, cartas, misivas, fotos, escritos y relatos los que debieron revisar. “Buscamos las fuentes disponibles. Los capuchinos documentaron mucho sus misiones. Incluso fui hasta Valencia, España, donde reposan muchos de los documentos de la misión que estuvo aquí. Y también los arhuacos habían conservado muchos documentos oficiales de cuando San Sebastián de Rabago, hoy Nabusímake, era un corregimiento que dependía de la alcaldía y de la Prefectura de Valledupar”, explica Bosa.
Reconstruir historias
Para el investigador, uno de los aspectos más valiosos fue reconstruir las historias familiares. Con el apoyo de un grupo de estudiantes, se documentaron las historias de las familias, lo que permitió armar árboles genealógicos. “Hay una profundidad histórica en los relatos de voz a voz, que permiten un acercamiento muy interesante al pasado. Y esa memoria no se relaciona únicamente con la presencia de los colonos o de los misioneros, sino que permite resaltar una historia Arhuaca propia”, dice Bosa.
Así fue como se conocieron las razones que motivaron el viaje de los delegados de 1916 y lo ocurrido en años siguientes con la llegada de la misión de religiosos y la apertura de un orfanato, hasta donde eran llevados de manera obligada los niños arhuacos para ‘ser evangelizados y civilizados’. La investigación muestra cómo esa intervención obligó a una recomposición social de la comunidad, a través de la opresión y la violencia.
En su audiencia con el presidente Concha, los arhuacos dejaron tres necesidades puntuales: recuperar su autonomía política, perdida ante el nombramiento de colonos como corregidores; no seguir siendo víctimas de las diferentes formas de explotación de los ‘civilizados’ y contar con el respeto a sus expresiones y tradiciones culturales, las cuales empezaban a ser prohibidas.
De acuerdo con la investigación, los pedidos parecieron haber sido oídos con la expedición de un decreto de la gobernación del Magdalena en el que, sobre el papel, respondía a lo exigido. Sin embargo, los vacíos y las malas interpretaciones llevaron a un abuso mayor en contra de los indígenas.