Las cifras son estremecedoras: al año 65.000 mujeres son asesinadas en el mundo por eso: por ser mujeres. En Latinoamérica y el Caribe es escalofriante la estadística: doce mueren a diario, por la misma razón. Solo en Colombia, cada dos días y medio una mujer muere a manos de su pareja o de su expareja; en Argentina matan a una mujer cada 30 horas, y en México las defunciones femeninas con presunción de homicidio son seis diarias.
En todo el planeta se atestiguan, inexplicablemente, aberrantes e inhumanos actos que le rinden culto al dios machismo, como el ocurrido en La Meca, donde la policía prefirió ver morir carbonizadas a niñas antes que permitirles salir de su colegio en llamas, porque los hombres que presenciaban el incendio las verían desnudas (léase: sin burkas). O como el de la “trata de personas”, ese expandido comercio, en especial de niñas menores de doce años. O como el de las mujeres convertidas en botines de guerra. O como el de los cuerpos femeninos atacados con ácido con el fin de desfigurarlos para dejarlos “inservibles” ante los ojos de los hombres. O como el del “niño bien” al que un día le da por “recoger” en su automóvil a la ingenuidad hecha cuerpo femenino infantil para violarla, torturarla y asesinarla. O como el de los hombres que están seguros de que son dueños de los cuerpos de su pareja y del de sus hijas. La lista es universal y es extensa.
Mujer: Producto de consumo
Las mujeres son valoradas como cualquier producto de consumo, como un bien transable, tanto, que hoy día hasta tienen que “salir al mercado” con etiquetas, con manuales, en caso de sufrir contingencias. “Trátese con cuidado, producto vulnerable, sensible, inflamable”, tendría que leerse tatuado en su cuerpo para no sufrir los desmanes machistas porque sí, porque son mujeres.
De hecho, es posible encontrar en internet protocolos pertinentes, y está a punto de publicarse una cartilla de primeros auxilios para capacitar a personas que puedan atender de inmediato a mujeres atacadas con sustancias como los ácidos. (Elaborada por Natalia Ponce de León, Beatriz Londoño, Juanita Ospina y otras personas, y financiada por el Fondo Fex de la Universidad del Rosario).
Ya existe una cuyo propósito es orientar sobre sus derechos a esas víctimas quienes, a propósito, no se refieren a sí mismas como “víctimas”, sino como “sobrevivientes” de ataques con agentes químicos (Derechos de las víctimas —sobrevivientes— de ataques con agentes químicos, de la Fundación Natalia Ponce de León, el Grupo de Acciones Públicas (GAP) y el Consultorio Jurídico de la Universidad del Rosario).
Los crímenes de poder y de dominación masculina se conocen como feminicidio, ese que cometen los hombres contra ellas, por eso: por el solo hecho de ser mujeres. Cualquier ser humano consciente creería que este tipo de atrocidades tiende a disminuir. Pero no. Es al contrario, como lo evidencian las investigaciones, por fortuna cada vez más profundas, que realizan personas y entidades en varios países.