La tuberculosis es una de las diez mayores causas de muerte en el planeta. Tan solo en 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que más de 10,4 millones de personas se contagiaron de esta enfermedad, de las cuales 1,7 millones fallecieron. Unas cifras desalentadoras para un mal que hasta hace algunos años llegó a creerse erradicado en varios países, pero que ha regresado con una fortaleza inesperada.
Esta enfermedad es producida por una bacteria llamada Mycobacterium tuberculosis, que se transmite fácilmente por el aire y que puede infectar a cualquier persona, independientemente del lugar donde viva, su edad o su género. “Una persona puede contraer la bacteria en cualquier parte, mientras viaja en bus o cuando visita un hospital o una cárcel. De hecho, la OMS calcula que un tercio de la población mundial es portador del bacilo que la origina”, comenta Marisol Ocampo, profesora de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario y coordinadora del Grupo de Tuberculosis de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic).
En ocasiones, quienes reciben esta bacteria tienen sistemas inmunológicos fuertes que se encargan de controlarla y eliminarla de forma natural. Sin embargo, muchas veces la población infectada la conserva en estado de latencia, en el cual el sistema inmunológico mantiene ‘a raya’ a la enfermedad, incluso durante décadas. “En este caso, la persona está completamente sana y no transmite la tuberculosis en ninguna circunstancia. Sin embargo, cuando envejece o sus defensas bajan, la bacteria ataca y se desarrolla la enfermedad. Esto también pasa si el sujeto adquiere alguna infección que compromete a su sistema inmune, como el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)”, comenta Ocampo.
También hay quienes adquieren la bacteria y desarrollan la enfermedad de inmediato. Estas personas tienen síntomas que incluyen fiebre, escalofríos, tos intensa por más de tres semanas, dolor en el pecho y flema con sangre. Únicamente las personas que desarrollan la enfermedad pueden transmitirla si no reciben atención médica adecuada: solo es necesario que tosan para expulsar millones de bacterias al medio ambiente.
El tratamiento para la tuberculosis es intensivo y supervisado. Por lo general, los pacientes deben ir al centro de salud durante varios días y a horas determinadas para tomarse un ‘coctel’ de entre cinco y seis medicamentos. Una rutina que deben repetir durante seis meses. “Como los enfermos pueden comenzar a sentir mejoría después de dos o tres semanas del tratamiento, es muy común que lo abandonen. Esto genera problemas profundos, pues la bacteria muta y adquiere resistencia a los medicamentos, lo que genera más complicaciones para curar a la persona en una recaída”, añade la profesora.
Ante esta realidad, la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, en conjunto con la Fidic, se encuentra trabajando en el desarrollo de una vacuna sintética contra la tuberculosis, que mejore las condiciones de vida de millones de personas.