El planeta tiene fiebre altísima, por la mayor emisión de gases de efecto invernadero (GEI), en especial del nocivo en extremo dióxido de carbono (CO2), provenientes en su gran mayoría de las fábricas y del transporte. Este último sector contribuye con el 40 % del total global de las emisiones. De hecho, por las carreteras del mundo circulan más de 1.000 millones de vehículos y se estima que en 2025 lo harán 1.800, sin tomar en cuenta barcos y aeronaves que también consumen combustibles fósiles.
La oferta y el uso de la energía son de importancia fundamental para la sociedad, como quiera que ella es la clave para el progreso y el desarrollo de la humanidad. Por eso es imperativo buscar mejorar a diario la eficiencia energética —esto es, que el consumo de energía de los aparatos y dispositivos que la requieren disminuya—, debido a que es la opción más rentable y, en conjunto con otras medidas, la más conveniente para controlar y estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero, y por esa vía coadyuvar a la sostenibilidad ambiental y mejorar la seguridad energética.
De acuerdo con la profesora de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, Clara Inés Pardo Martínez, en la industria, además, la eficiencia energética ofrece beneficios como la reducción de los costos operativos, el crecimiento de la productividad, las mejoras de la calidad y de la seguridad de los trabajadores, la utilización de la capacidad, la reducción de los desechos y la prevención de la contaminación.
Las mejoras futuras en la eficiencia energética son significativas en todos los países. De hecho, la Organización del Desarrollo Industrial de las Naciones Unidas (Unido, por su acrónimo en inglés), estima ahorros potenciales de energía de entre 23 y 26 % en el sector manufacturero mundial.
Y es que las políticas para avanzar en el uso de energías renovables y tecnologías en la eficiencia energética, que hasta ahora habían sido esporádicas, por fortuna han empezado a ganar espacio en las esferas gubernamentales. Por ejemplo, Alemania está en el proceso de transformar su sector energético mediante el programa Energiewende (transición energética). La idea es hacer inversiones sustanciales de largo plazo para combinar avances tanto en energías renovables como en eficiencia energética, en todos los sectores de la economía.
En la actualidad también hay una mayor conciencia global del impacto que el comportamiento del consumidor tiene cuando opta por sistemas de energía renovable y adquiere productos eficientes en energía. Ahora se reconoce que su conducta es crítica para el éxito de la implementación y la planeación de políticas, y se le está dando énfasis a crear hábitos y estilos de vida más inteligentes y eficientes.
Sin embargo, todavía hay que trabajar en varios frentes, especialmente el relacionado con la industria. Así lo demostraron sendos estudios realizados por la profesora Pardo que analizaron las tendencias de eficiencia energética tanto en sectores no intensivos como en sectores intensivos en energía, en Alemania y Colombia.
La eficiencia energética se mide mediante indicadores de intensidad energética que evalúan la energía necesaria para realizar una actividad en términos de unidades monetarias o físicas (por ejemplo, megajulio/euro). Para su investigación, Pardo Martínez utilizó el método de análisis envolvente de datos (dea, por sus siglas en inglés), con el cual evaluó los índices de eficiencia energética dentro de una teoría de la producción marco, en el que se utilizan insumos energéticos y no energéticos (trabajo o capital) para producir productos (bienes), reconociendo el papel de la sustitución de insumos en el logro de la eficiencia energética.Colombia tiene que ponerse a tono con los nuevos requerimientos y necesidades mundiales que apuntan al logro de niveles decentes de igualdad y equidad de las poblaciones.