Septiembre/2019
Volvamos por un momento a 1999. El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, baila al ritmo de vallenatos interpretados por un grupo de niños colombianos en la Casa Blanca, la prensa nacional e internacional no para de registrar el hecho. El simpático instante, con toque folclórico, cultural, permite reconocer que Colombia es un aliado muy cercano de Estados Unidos en la lucha contra las drogas y marca el inicio del Plan Colombia. La escena tiene entonces una importancia política y estratégica que no es medida en el momento. Nada fue casual.
Como lo ha analizado en los últimos siete años Sandra Montoya Ruiz, estudiante del doctorado en Estudios Políticos e Internacionales y profesora de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, la diplomacia cultural ha tenido un ascenso, lento y diversificado, en la política exterior colombiana. Esto lo ha evidenciado en un estudio que abarca el periodo 1991, con la promulgación de la Constitución Política, a 2014, con el cierre del primer gobierno del expresidente Juan Manuel Santos.
El tema central son las estrategias de diplomacia cultural en las políticas exteriores de diversos países, especialmente de América Latina. Para el caso colombiano, la investigadora propone el concepto de diplomacia cultural profunda para el proceso de posconflicto. Este es un campo poco explorado en el país, por lo que la politóloga resalta que: “El poder de la cultura para crear y construir relaciones de entendimiento en distintos escenarios es fundamental para analizar el lugar que ha ganado en la política exterior, como una herramienta estratégica”.
Pero, ¿qué es la diplomacia cultural? Evidenciando que se trata de un concepto reciente, aunque su práctica es milenaria, Montoya lo define específicamente como “el conjunto de acciones que utilizan atributos de la cultura, ideas y costumbres, para desplegar el soft power y conseguir objetivos en un marco de respeto por la diversidad y el entendimiento mutuo”.
El soft power se entiende como la habilidad de obtener lo que se desea por medio de la atracción que generan la cultura, ideales políticos y políticas exteriores de los países. Este tipo de poder, como lo afirma Joseph Nye, se basa en la persuasión —no manipulación ni propaganda—, y encuentra en la diplomacia cultural una de las formas para desplegarlo en el logro de los objetivos de política exterior.
La riqueza está aquí
Antes de dedicarse a la academia, Sandra Montoya Ruiz desempeñó diversos cargos en organizaciones de cooperación internacional, el sector privado y el sector público, en programas sociales en derechos humanos, pobreza extrema, seguridad alimentaria, salud, mediación y construcción de paz. En el cumplimiento de esas labores tuvo la posibilidad de conocer 27 de los 32 departamentos del territorio nacional, y llegó a conclusiones muy interesantes. Una de ellas es que la base y la riqueza cultural del país es inmensa y maravillosa, “pero no nos hemos dado la oportunidad de conocernos entre las distintas regiones”.
“Todos, al salir, somos embajadores naturales, así que hay que ser responsables con nuestras acciones", comenta la profesora Sandra Montoya.
También la rondan preguntas sobre las poblaciones de las regiones más afectadas por el conflicto armado, que siguen presentes en sus investigaciones actuales; por ejemplo, ¿cómo han logrado sobrevivir en el marco del conflicto? Parte de la respuesta está en la música, el baile y las tradiciones, que han sido la herramienta para continuar, entre los momentos de felicidad y los de angustia. Y que ahora representan oportunidades de vida para niños y jóvenes, para comunidades que han sobrevivido en el marco del conflicto.
Aunque parece, este no es un camino inexplorado, y hay ejemplos a seguir. Históricamente la cultura (las distintas expresiones del arte, las ideas, las costumbres) ha sido un elemento esencial para el acercamiento entre grupos humanos, empleada con éxito por países en situaciones muy complejas. Alemania es un ejemplo de ello, por la manera en la que logró resignificarse después de la II Guerra Mundial, a partir de las ciencias exactas y sociales, la tecnología y la educación, para aproximarse al mundo, a la vez que desarrollaba internamente un ejercicio comprometido de memoria histórica.
Los intercambios educativos y culturales hacen parte protagónica de la política exterior alemana, sincronizando las actividades de las agencias involucradas, ministerios, universidades, colegios y organizaciones no gubernamentales en Alemania y en el mundo. Igualmente, se pueden encontrar casos interesantes en América Latina con México y Brasil, y en Asia con Turquía, Corea del Sur y China, entre otros.
Todos somos embajadores
Una de las posibilidades que ofrece la diplomacia cultural es la de explorar el patrimonio cultural local, regional y nacional, para identificar los elementos representativos que puedan generar diálogos e intercambios con el resto del mundo. De este modo, se abren espacios para la participación de las comunidades y las regiones en procesos amplios y concertados. El reconocimiento de la diversidad cultural, a partir de la Constitución Política de 1991, dio inicio a la inclusión de otras miradas del ser colombiano.
Cambia entonces la idea de que la diplomacia es una función exclusiva de cancilleres y embajadores, en grandes eventos internacionales, y en fotos de cocteles. Acudir al poder de la cultura es una apuesta por recuperar el valor y el poder ético de la negociación. Este enfoque permite la participación de una mayor diversidad de actores: desde los tradicionales del sector público, pasando por el sector privado, las universidades, los académicos, los artistas de todas las expresiones, los deportistas, hasta llegar a la sociedad civil organizada y el ciudadano del común.
Pero sabemos que hay también estigmas difíciles de desafiar, y que notan rápidamente los colombianos al viajar fuera del país, y recalca Montoya: “Todos, al salir, somos embajadores naturales”, así que hay que ser responsables con nuestras acciones. Asimismo, cuentan las acciones cotidianas de los habitantes de cada pueblo y ciudad en un país cada vez más visitado por turistas, estudiantes e inversionistas, y que pueden marcar una diferencia en la imagen que se llevan.
En sus viajes recientes por Europa, Montoya ha podido constatar que “no somos conscientes de lo que estamos generando en el exterior”, de la expectativa entre quienes, desde afuera, percibieron una genuina voluntad de paz, con el papel central de las víctimas y el reconocimiento de sus derechos. Por eso, también llama la atención sobre la coherencia de la agenda de la diplomacia cultural con la agenda política interna, ya que la primera puede ser muy buena técnicamente, pero, si choca con la realidad, por ejemplo, en temas de protección y defensa de los derechos humanos, no es acertada y puede no lograrse el efecto esperado en el exterior.
Estas percepciones, así como avances de su proyecto de investigación doctoral centrada en el uso de la diplomacia cultural en el manejo del estigma, serán próximamente presentadas por Sandra Montoya en el Congreso Internacional de Ciencia Política, en Monterrey (México), organizado por la Asociación Latinoamericana y la Asociación Mexicana de Ciencia Política. En el evento compartirá experiencias de tres casos latinoamericanos que en medio del estigma usaron la diplomacia cultural, a inicios de la desafiante Post-Guerra Fría.
Un mundo de retos y oportunidades
Entre los retos para el Estado, y los otros actores participantes, la investigadora destaca: - Rastrear las iniciativas culturales representativas, acercando las voces para enriquecer la narrativa. - Recoger los estudios sobre diversidad e identidad. - Consultar las propuestas en las regiones y con las comunidades. - Articular a los actores locales, regionales y nacionales, de los sectores sociales, económicos y culturales. - Reconectar a los colombianos en el exterior, especialmente a quienes están trabajando en el campo cultural. - Abrir espacios a la formación en diplomacia cultural en la carrera diplomática. - Conectar los resultados de las investigaciones académicas con los desafíos del país. - Presentar recomendaciones en clave constructiva y propositiva.