“Cuando se trataba del primero, las personas acudían a una gran variedad de “artes de curar”: sanadores, yerbateros, curanderos y médicos, entre otros, para hallar alivio. Cuando se trataba del segundo, siempre estaba la familia y sobre todo el sacerdote. La ayuda psicológica y psiquiátrica llegó mucho tiempo después”, comenta.
En el siglo xviii había un conjunto de causas relacionadas con valores e imaginarios que dependían del grupo social al que se pertenecía. Según diversos expedientes criminales estudiados por Alzate (ya que el suicidio era juzgado en tribunales), muchas situaciones podían ser vistas como desencadenantes del suicidio: pérdida del honor, ruina, venganza, pobreza, fracaso amoroso, dolor intenso, enfermedad, castigo severo o estado de prisión duradero. En ese entonces, la depresión no existía como condición mental, pero se encuentra en los archivos la evocación de la melancolía como causante del suicidio sin que en realidad sean lo mismo.
Si bien, el suicidio ha tenido motivos similares a lo largo de los tiempos, sin duda el poco conocimiento que la sociedad ha tenido sobre este fenómeno ha desempeñado un rol importante mediante la estigmatización y los mitos. No obstante, lo anterior nos deja como lección que hay que educar a las personas, tanto para comprender la profundidad de una acción como esta e incluso dejar de juzgarla, pero sobre todo para que sí se castiguen ejemplarmente algunas conductas que conducen a una decisión así, como el mismo bullying y la segregación.