‘Alberto’ tiene la mirada vidriosa, está angustiado, pero ha decidido dar el paso que tantas veces evadió para buscar ayuda en un centro de rehabilitación. Una trabajadora social que lo conoce desde hace meses le consiguió una cita para que ese martes llegara a las 11 de la mañana. Llegó, pero no sabía la hora. Al arribar a este espacio sintió más frío del que traía en los huesos. La enfermera, de la que esperaba la caricia de una palabra amable, un simple “bienvenido”, lo recibió con un cortante: “Tras de que llega tarde, mire cómo está de sucio”. A ‘Alberto’ la fatiga de la desesperanza le pudo más que la de su cuerpo. Bajó la cabeza como si la decepción le pesara veinte kilos más, dio la vuelta y no volvió a aparecer.
Como la de ‘Alberto’, todos los días se repite esa historia decenas de veces en Colombia. Para tratar de entender este fenómeno, Silvia Rivera, profesora del grupo de Estudios Sociales de las Ciencias, las Tecnologías y la Profesiones de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, dedicó su mejor esfuerzo para que con su tesis doctoral pudiera encontrar las semillas del problema. En ese camino, esta psicóloga especializada en psicoanálisis se encontró con ‘las migas de pan’ que estaba dejando otro investigador.
Fue así como dio con Jean-Luc Gaspard. Tras descubrir que ambos estaban trabajando de manera activa en los espacios de atención a las personas que tienen dificultades serias con el consumo de drogas, ligado a condiciones de vulnerabilidad extrema, decidieron unir esfuerzos para realizar un estudio sobre la situación de ambos países, el cual realizaron en centros de atención a habitantes de calle.
Fue así como dio con Jean-Luc Gaspard. Tras descubrir que ambos estaban trabajando de manera activa en los espacios de atención a las personas que tienen dificultades serias con el consumo de drogas, ligado a condiciones de vulnerabilidad extrema, decidieron unir esfuerzos para realizar un estudio sobre la situación de ambos países, el cual realizaron en centros de atención a habitantes de calle. Fue ahí cuando nació el estudio Drogadicción y aislamiento social: reflexiones sobre la atención a drogadictos en Francia y Colombia, en el que trabajaron en campo tanto en Colombia como en Francia.
Aquí salieron datos que los urgió a mostrar la crisis que se da en estos servicios de salud y de atención psicosocial y a hacer visibles las grandes dificultades que enfrentan estos lugares para atender a esta población desde un enfoque integral.
Por otra parte, para Rivera es claro que el consumo de drogas va en aumento y cada vez se ‘normaliza’ más; una normalización que contrasta paradójicamente con la estigmatización que persiste frente a las personas que caen en la dependencia. Justamente, las personas dependientes de las drogas en condición de vulnerabilidad son el principal síntoma de una realidad compleja. “Ellos son el principal reflejo de la realidad actual que combina el desconocimiento, la naturalización y paradójicamente la estigmatización existente alrededor del tema de las drogas”, agrega Rivera.
¿LAS DROGAS SON EL VERDADERO PROBLEMA?
Una persona no adquiere una adicción por la droga debido a una voluntad de autodestrucción sino a condiciones orgánicas, psicológicas, sociales, económicas, políticas, familiares y hasta ecológicas. La dependencia a las drogas es un problema ‘multideterminado’, que frecuentemente inicia en la adolescencia, o incluso en la infancia, como resultado de situaciones críticas que generan en las personas una condición de vulnerabilidad psicológica. Al no ser tratadas estas situaciones traumáticas de manera adecuada, se dan condiciones de desborde afectivo en la persona; es decir, que la persona se vuelve incapaz de reconocer y tramitar sus afectos de manera eficaz y termina manejándolos de manera caótica, a partir de estrategias autodestructivas, entre las que está el consumo de drogas.
Una persona dependiente del consumo de drogas se encuentra en una situación de profunda soledad, generada por condiciones de vida previas. “Si uno escucha las historias de los que están en la calle, encuentra historias de maltrato, negligencia familiar y social, abandono del hogar a temprana edad y abuso sexual”, añade la profesora Rivera. Debido a esto no se puede esperar a que las personas salgan del mundo de las drogas por sí solas, se necesita un contexto social, cultural, económico y político que lo haga posible.