En 2010, la facultad introdujo la directriz de que los jóvenes investigadores debían participar en semilleros, lo que hizo ver al grupo como una carga académica más y no como el espacio de discusión, de enriquecimiento y debate.
Por eso, los integrantes decidieron reinventarse y enfrentar los nuevos retos. El primero: cómo captar el interés de los estudiantes. “En un semillero al principio siempre tienes una inscripción alta de estudiantes, pero con el paso de los semestres de la carrera, la carga académica los lleva a abandonarlo”, explica el profesor.
El segundo reto es la coordinación de intereses, pues el grupo tiene su origen en la facultad y no en un interés particular de un profesor, y por ello debe lograr un equilibrio entre los intereses de estudiantes, jóvenes investigadores y profesores. El tercer desafío, de acuerdo con Cortés, está en mantener un contenido novedoso, diferente al del programa, que sea llamativo para todos.
Actualmente, se hace una convocatoria general a estudiantes que quieran estar en el semillero, a partir del grupo que llegue se determinan cuáles son los intereses que tienen y se definen unos grupos de trabajo alrededor de esos temas y unos jóvenes investigadores a los que les interesan.
Los tres grandes retos que hoy tiene el semillero:
- Motivación
- Coordinación de intereses
- Mantener un contenido novedoso
Actualmente lo conforman 10 estudiantes de maestría y 20 estudiantes de pregrado.
Los grupos temáticos investigan sobre economía política, economía de género, econometría y simulación y macroeconomía, entre otros.
Más allá de lo académico
Siendo estudiantes de maestría, en 2017, Juliana Sofía Aragón y Germán Pulido coordinaron el semillero. Antes ya habían formado parte, cuando estudiaban el pregrado, en 2013. “Era una etapa nueva del semillero. Trabajábamos en grupos temáticos y los jóvenes investigadores entraron a participar mucho más. Discutíamos ideas, leíamos documentos y compartíamos lo entendido”, recuerda Juliana Sofía.
“Lo más destacable era esa reciprocidad intergeneracional. Algunos de esos estudiantes del semillero pasaban a ser jóvenes investigadores, y los que habían sido parte de estos, tomaban la coordinación del semillero. Era como un relevo generacional bien interesante”, comenta Pulido.
Juliana Sofía Aragón dice que mucho de lo que hace hoy en su trabajo lo empezó a profundizar en el semillero. "Cuando uno hace investigación hay un trabajo sistemático que te sirve para siempre”.
Ambos entraron en el Programa de Jóvenes Investigadores y tomaron la coordinación. Bajo ese liderazgo, cuentan, trabajaron en tres frentes. Mediante los grupos buscaron orientar al estudiante sobre los temas que potencialmente les podían gustar para desarrollarse profesionalmente, que en el pregrado no se profundizaban. En segundo lugar, fortalecieron a los estudiantes en el corte de programación y en la edición de textos con un curso introductorio en programación, en el que se dieron las herramientas básicas necesarias para los trabajos de investigación. Y la tercera línea generó un puente entre estudiantes y facultad por medio de invitados que dieron charlas sobre un tema específico.
“Mucho de lo que hago hoy en mi trabajo, las áreas de economía de la educación y de la salud, que hoy investigo, hace parte de los temas que empecé a profundizar en el semillero. La forma en la que trabajo también viene de allí, porque cuando uno hace investigación hay un trabajo sistemático que te sirve para siempre”, comenta Aragón.
Como él, otros egresados de la facultad reconocen que su paso por el semillero fue invaluable por la experiencia, por su formación en materia de investigación y por su liderazgo.