"Hecha la ley hecha la trampa”. “¡Mijo, el vivo vive del bobo!”. “Mucho indio”. “Tenía que ser mujer”. “Claro, lo dice porque es homosexual”.
Expresiones como esas hemos oído en repetidas ocasiones desde que somos niños, sin importar el estrato social, la profesión o la región. Ellas expresan imaginarios que están presentes en la vida cotidiana, alimentan expectativas e intereses, nos permiten algunas actuaciones y varias de ellas denotan violencia. Esta última situación, precisamente, fue la preocupación que llevó a Uriel Alberto Cárdenas Aguirre, profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, a conformar el semillero Imaginarios de Paz.
El camino empezó hace dos años y medio cuando este académico propuso la idea. “Sostuve que en Colombia tenemos unas expresiones populares que, en mi opinión, representan escenarios de violencia y que, si pretendemos construir paz, deberían tender a desaparecer”, afirma el filósofo y magíster en Ciencias de la Educación y Aseguramiento de la Calidad, quien obtuvo desde ese momento el apoyo de la universidad para hacer la convocatoria a estudiantes de todas las facultades.
La labor no ha sido poca. Exige trabajo de campo para entender de dónde vienen tales expresiones, cómo se han transformado léxicamente, cómo se matizan de región en región, qué documentos permiten rastrear su origen, cómo llegaron al país, cómo surgieron y todo eso plasmarlo en textos que permitan el análisis y el estudio. “Si no somos capaces de hacer una gran muestra de usos de esas manifestaciones, no podremos tomar conciencia sobre la complejidad que tienen y de la cobertura de estos imaginarios en los múltiples escenarios”, explica el catedrático.
Para el profesor Uriel Cárdenas, “en Colombia tenemos unas expresiones populares que, en mi opinión, representan escenarios de violencia y que, si pretendemos construir paz, deberían tender a desaparecer”.
La investigación es ambiciosa. Está proyectada para 15 años y el sueño del director del colectivo es publicar un libro en el
que cada capítulo esté conformado por un imaginario. Para comenzar a construir ese sueño, se abrió una convocatoria en la que los interesados debían presentarse y entregar un escrito que justificara su interés. Así fue como, tras la revisión del profesor, 17 jóvenes de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Artes Liberales y Negocios Internacionales de la Universidad del Rosario empezaron a trabajar en el primer imaginario: “Hecha la ley, hecha la trampa”.
“Son muchachos maravillosos. Con un compromiso invaluable porque, por ejemplo, nuestras reuniones son los sábados en la tarde y no faltan. Siempre están dispuestos, aunque claro, hay altibajos por tratarse de muchachos de pregrado. Pero, incluso en vacaciones, algunos integrantes que viven en otras regiones se ofrecen para hacer trabajo de campo y esa información resulta valiosa”, dice muy emocionado el director del semillero.
El grupo se divide en subgrupos, que trabajan en temas específicos y son supervisados por el profesor. La labor la realizan con una agenda semestral concreta en la que están programadas cinco reuniones generales para compartir las lecturas, lo aprendido y la información obtenida. Para capturar información, esos insumos se sistematizan, organizan y se convierten en textos académicos, de análisis y trabajo.
El desarrollo de la investigación también incluye la organización de focus group, visitas a colegios, diálogos como múltiples comunidades y seguimiento a los medios de comunicación. “Es que los medios también reproducen esas formas de proceder y por eso los involucramos en la obtención de información”, afirma el maestro.
LA LEY HAY QUE CUMPLIRLA, PERO...
Con el primer imaginario que trataron (“hecha la ley, hecha la trampa”), los estudiantes del semillero se hicieron varias preguntas: ¿de dónde viene? ¿qué cree la gente que dice cuando lo repite? ¿tiene significados diferentes para unos y otros? Los interrogantes los fueron aclarando a medida que reunieron documentación y trabajo de campo.
Entre los documentos que revisaron estaban varios de la época de la Colonia, otros de legislación colombiana, unos más de política, tarea que complementaron con entrevistas, encuestas y grupos focales con el fin de conocer qué perciben estudiantes de secundaria y de educación superior, así como vendedores informales y miembros en retiro de la fuerza pública, sobre asuntos como la venta informal, el consumo de licor en espacio público, los colados en el sistema de transporte masivo TransMilenio y la plataforma Uber.
Encontraron, por ejemplo, que el dicho no es netamente criollo y tuvo sus orígenes varios siglos atrás. De igual forma, que en España y Portugal también se repite, aunque con otra connotación.
Encuentro de Semilleros de Investigación 2017.
Las entrevistas a los vendedores ambulantes dejaron clara una percepción negativa de la autoridad, a pesar de entender que los patrulleros cumplían con su deber. Y en cuanto a los miembros de la Policía, se evidenció que para ellos en la misma categoría están comerciantes ubicados en el espacio público, habitantes de calle y trabajadores sexuales, y además los perciben como una amenaza para la seguridad de la ciudadanía. A ello se agrega que los mecanismos usados para el cumplimiento de la ley llegan, por lo general, al uso de la fuerza, lo cual se traduce en tensiones y conflictos entre la Policía y los vendedores, y en tasas de reincidencia persistentes.
En este punto es cuando la evasión constante de la ley, enmarcada en los imaginarios de “hecha la ley, hecha la trampa” y “se acata, pero no se cumple”, se vuelve funcional al establecerse como un medio necesario para el mantenimiento de las prácticas de sostenimiento económico de los vendedores ambulantes.
El sistema TransMilenio con sus ‘colados’ también es una fuente importante de información para conocer el uso y los alcances de la expresión. Una encuesta entre estudiantes de los programas de Finanzas, Relaciones Internacionales y Jurisprudencia (en su mayoría) y usuarios del sistema dieron luces sobre el imaginario.
Ante el cuestionamiento de si el mal comportamiento de los usuarios de no acatar las normas o de los ‘colados’ era justificable, el grupo encontró que las acciones generalizadas permiten justificar las infracciones. De esa manera, por ejemplo, si 19 compañeros de colegio deciden no pagar no habría nada de malo en que el número 20 se colara también. Además, estas acciones en masa también llevan a que la autoridad asuma con desdén su función de observancia y sanción.
La otra justificación que saltó a la vista en los resultados es que, a sabiendas de que la conducta se constituye como infracción a un deber legal, se puede o no justificar el comportamiento amparado en lo que le pueda pasar al individuo o las condiciones económicas que lo rodean.
A una conclusión similar pudieron llegar tras analizar los resultados del uso de la plataforma tecnológica Uber: si bien, se considera que los reclamos de los taxistas son justos, la generalización del mal comportamiento de estos justifica su uso, al igual que el temor de usar un taxi frente al buen servicio que ofrece Uber. Algunos se justifican en el hecho de que “hay normas legales que pueden ser injustas” o en los vacíos en la legislación que prescriben a ilegalidad sobre algo que puede resultar ser justo.
“El dicho tiene que ver con el origen desde el Virreinato, pero también en la manera como está concebida la ley y cómo su elaboración induce a prácticas de ilegalidad. Para los colombianos no solo significa violar la ley sino hacerle trampa a la ley para que no me cojan. Detectamos que la clave está en la vivacidad, en la astucia de saltársela”, asegura el profesor Cárdenas.
Los pormenores de los hallazgos y el cómo se llevó a cabo la investigación se expusieron en el iii Congreso Nacional de Historia Oral y Memoria, Usos, Construcciones y Aportes para la Paz, que se realizó en mayo de 2017.
“Esto es algo que llevo en la sangre. Esto de los imaginarios es una pasión que no tiene vuelta atrás. Para mí es un problema filosófico y social porque genera lazos de convivencia desafortunados que hay que cambiar para lograr un país en paz”, dice el catedrático, que a partir de este semestre tiene un nuevo grupo a su cargo. Nuevamente son 16 jóvenes de diversas carreras del Rosario y una estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, quienes tienen la tarea de explicar por qué y qué significado tienen para los colombianos las expresiones: “El vivo vive del bobo” y “mucho indio”.