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Sociedad

Breve reflexión sobre la paz cotidiana

01 de junio 2022
 
#OpiniónUR
Wilson Herrera
Profesor de la Escuela de Ciencias Humanas
 
En Colombia, cuando se oye hablar de la violencia, inmediatamente se nos viene a la cabeza, casos como las masacres, los falsos, positivos, la desaparición forzada, el secuestro, la extorsión y la tortura. En todos estos casos son evidentes el daño gravísimo que se hace a la integridad física de las personas y comunidades. Ahora bien, en todo acto de violencia, hay a la base, un acto humillante que desconoce el valor de cada persona, su dignidad. Este aspecto de la violencia, se da también y de una manera extendida en la vida cotidiana en acciones que, si bien no afectan de manera grave a nuestros cuerpos, si denigran y desconocen lo que somos y queremos ser.   La violencia cotidiana en este sentido puede referirse a aquellas acciones que pueden ser físicas o meramente simbólicas en las que no se reconoce el valor de una persona o un grupo de ciudadanos. Una sociedad, como la colombiana, está llena de este tipo de acciones y ello lo que muestra es que la base de nuestra cultura se han incorporado unos imaginarios que justifican la humillación y el desprecio de los otros. Esto no quiere decir que nuestra cultura sea violenta, pues en ella también hay principios y valores que señalan que estos imaginarios son injustos y deben ser combatidos a toda costa.  
 
Como lo han señalado diversos estudiosos sobre la construcción de paz en el mundo, para que una sociedad logre superar la violencia se requiere de una serie de cambios a nivel macro que recojan las negociaciones entre los actores en conflicto. Sin embargo, para lograr una paz duradera este tipo de cambios no es suficiente; se requiere sobre todo un cambio en las maneras como los miembros de una sociedad se tratan los unos a los otros en los distintos espacios de la vida social. Esto implica no solamente un cambio en las instituciones sino sobre todo en la cultura.  
 
Para atender a este reto, ha emergido con fuerza, en especial en las últimas dos décadas, los enfoques de construcción de paz desde abajo. La paz cotidiana es uno de tales enfoques. Este se centra en la construcción de paz en lo local y lo territorial. De acuerdo con Pamina Firchow, una de las principales defensoras de este enfoque, la paz cotidiana es una construcción de paz que se centra en lo local (2018, p. 7) y en concreto en las comunidades que como agentes son capaces de transformar las relaciones que se dan al interior de ellas, como también con otras comunidades. El reconocimiento de la agencia de las comunidades implica no reducirlas a ellas como receptoras de proyectos de intervención social externos, sino mas bien, en agentes de su propio cambio. Esto quiere decir que son las comunidades las que, por una parte, establecen cómo entender la paz en sus territorios y, por otra, definen y gestionan los proyectos e iniciativas para lograrla. 

Una concepción de construcción de paz desde abajo tiene como referente atacar las distintas violencias que se dan en los distintos espacios de la cotidianidad comunidad, como son la familia, la escuela, el parque, el barrio, el transporte público, el lugar de trabajo, el centro de salud, el centro comercial etc. En todos estos espacios los ciudadanos se encuentran cara a cara y se ven abocados a trabajar juntos para solucionar sus problemas. La construcción de paz consiste justamente en ese proceso mediante el cual los ciudadanos comparten sus experiencias diversas y a partir de allí logran trabajar juntos.     
 
A partir de estas reflexiones, surgen las siguientes preguntas que pueden servir para orientar el diálogo:  
 
1. Si se acepta que la construcción de la paz requiere atacar las diversas violencias que se dan en la vida cotidiana, ¿qué papel tendrían tanto los entes territoriales como el gobierno nacional para lograr este propósito? 
 
2. Dada la fuerte conexión que hay entre la violencia familiar y la violencia escolar, ¿cuál sería la forma en que las familias y las instituciones educativas podrían trabajar juntos?  ¿cuál sería el rol del gobierno nacional para hacerle frente a estas dos violencias? 
 
3. En años recientes hemos visto una fuerte confrontación entre la Policía y varios ciudadanos que participan en la protesta. Empero, la Policía junto con los profesores y estudiantes también tiene en principio un papel fundamental en la formación ciudadana y en la construcción de paz. ¿Qué tiene contemplado en su gobierno para que policías, estudiantes y profesores puedan trabajar juntos? 
 
4. Varios analistas, señalan que una de las secuelas de la violencia en Colombia, es que se ha vuelto parte de nuestra cultura ciertas creencias compartidas que justifican la violencia y que se expresan en afirmaciones “como usted no sabe quién soy yo”, “las barras bravas son unos desadaptados y criminales”, “nadie en este país es confiable”, “algo malo hizo para que lo golpearan así”.  Aprende más sobre #ViolenciasCotidianas en la Conferencia Académica Anual de la Universidad del Rosario. ¡Inscríbete aquí!