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Divulgación Científica - URosario

Economía y Política

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La cooperación sur-sur, más allá de los mitos

Para Arlene B. Tickner, investigadora de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, esta forma de cooperación, per se, no es necesariamente mejor ni más efectiva, ni más altruista que la que brindan los países del norte.

  Fotos: 123RF/Universidad del Rosario
Por Víctor Solano


Desde hace años Arlene B. Tickner, profesora de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relacio­nes Internacionales, es reconocida como una de las personas con más conocimiento en el tema de las formas de cooperación Sur-Sur. En una de sus más recientes publicaciones, el capítulo introduc­torio del volumen editado por ella y las investiga­doras Isaline Bergamaschi y Phoebe Moore (aún en su versión en inglés) titulado South-South Cooperation Beyond the Myths: Politics, Knowledge, Practices, y editado por Palgrave dentro de su Serie de Economía Política Internacional, Tickner explora las complejidades en torno a este tema de creciente interés.

Tickner, quien es PhD en Estudios Internacionales en la Universidad de Miami, viene estudiando las complejas rela­ciones de cooperación internacional para el desarrollo de las naciones que establecen los Estados, bajo el pretexto de la soli­daridad. Sin embargo, es enfática al advertir: “toda la coopera­ción internacional responde a intereses, más que a altruismo”.
 
A lo largo de los 10 capítulos del libro, Tickner y sus cole­gas investigadores de países del Norte y del Sur, se proponen llenar el vacío en la literatura existente sobre la comprensión de la relación Sur-Sur, mediante estudios de caso que eviden­cian diferentes prácticas y mecanismos propios de esta forma de cooperación. “Es un tema de moda en las ciencias sociales, pero poco explorado de manera crítica”, agrega Tickner.

La hipótesis de la también columnista del diario colombia­no El Espectador es clara: la cooperación Sur-Sur, per se, no ne­cesariamente es mejor ni más efectiva, ni más altruista que la que brindan los países cooperantes del Norte. Para Tickner se trata simplemente de una nueva forma de cooperación nacional en muchos temas a los que “hay que interrogar de manera más comprensiva y más crítica”, señala.

El estudio hace hallazgos en varios países. Si bien, se trata de cooperación Sur-Sur, “es un vehículo para posicionar a los países en el sistema internacional, porque los resultados no se ven más efectivos, y no corresponden a las altas expectativas que se crean”, afirma la investigadora.

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Los países cooperantes, señala, colaboran de distintas maneras, por diferentes motivos y establecen requisitos diferentes. Un ejemplo de ello es el caso de China con los países afri­canos donde el gigante asiático llega con una forma tan interesada “como puede ser la coo­peración del Norte; con la diferencia de que no hay buen gobierno, democracia, respeto a los derechos humanos… No hay que cumplir requisitos para obtenerla”, precisa. China, aunque no era cooperante tradicional, hacía algunos esfuerzos en los tiempos de Mao Ze­dong. Con todo y eso, el fenómeno de la coo­peración Sur-Sur es relativamente nuevo, se puede decir que esta forma se expresa desde el inicio del siglo xxi en distintas latitudes en la búsqueda de conseguir independencia de los países del Norte.

Otro capítulo aparte merece Venezuela, en los tiempos del presidente Hugo Chávez, cuando buscó este mecanismo al estilo cu­bano, por ejemplo, con algunos intentos en África, para obtener un liderazgo regional con un espíritu de aparente solidaridad, especial­mente con países del Caribe. Pero el autor del capítulo, en el libro, dice Tickner, se pregun­ta “hasta qué punto se trató de verdadera solidaridad o si más bien no se trató de un ejercicio de ‘real politik’ para expandir sus intereses”.

En ‘el vecindario’, Brasil ha usado la cooperación Sur-Sur para tener un rol protagónico, de potencia en la región. Por otra parte, también se presentan casos de resistencia. La inves­tigadora reseña el caso de Mozambique en el campo agrícola, en donde Brasil pretendía imponer un guion que generó resis­tencia de la sociedad de Mozambique al desconocer las prácti­cas de los locales en esa materia.
 
“Poco a poco, los países occidentales han llegado a la conclu­sión de que no tienen los medios ni el interés en seguir siendo cooperantes para los países en desarrollo y por eso han llegado países del sur a llenar ese vacío”, señala la investigadora.
 

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Arlene Tickner, profesora de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, es enfática al afirmar que “toda la cooperación internacional responde a intereses, más que a altruismo”.


¿Y COLOMBIA?
Para Tickner, el Estado colombiano ha buscado la cooperación Sur-Sur como mecanismo de aproximación a las potencias del Norte. “Colombia, por ejemplo, lo ha hecho en materia de se­guridad con Estados Unidos y ha buscado potenciar su imagen como cooperante experto en temas de seguridad, especial­mente en contra insurgencia”, afirma.

Ya anteriormente, Arlene B. Tickner había escrito ¿Expor­tación de la seguridad y política exterior de Colombia?, un artí­culo para la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES), en el que señalaba que para Estados Unidos es menos controversial, en térmi­nos políticos, y más eficiente, en cuanto a costos, contar con Colombia como líder de los esfuer­zos de cooperación en seguridad en terceros países, dada la sensibilidad que existe todavía en América Latina frente al intervencionismo extranjero.

En los últimos años, a Estados Unidos le ha interesado tener esa aproximación en coopera­ción internacional denominada ‘huella ligera’, para que con la construcción de capacidades locales haya más fortaleza en los campos de se­guridad y defensa. Entre tanto, para Colombia es buen negocio que sus oficiales se muestren como expertos entrenadores de otras policías y ejércitos del mundo porque refuerza su estatus como socio estratégico del país del Norte y, ade­más, le facilita el tránsito hacia otras agendas de cooperación, no solo a la de seguridad.

 


Arlene B. Tickner, mediante oficio escrito a la Oficina de Asuntos Internacionales del Ministe­rio de Defensa Nacional, conoció que entre 2010 y 2015 Colombia brindó capacitación policial y militar a 29.603 personas de 73 países en habili­dades tales como la interdicción terrestre, aérea, marítima y en ríos; testimonio policial; explo­sivos; operaciones de inteligencia; operaciones psicológicas y Comando Jungla. Así es como Colombia ha hecho uso de este tipo de coope­ración para potenciar su legitimidad al trans­ferir conocimiento en materia de seguridad, y más en una etapa de postacuerdo de paz.

Este tipo de cooperación permite el ingreso de Colombia al selecto club de países ricos de la Organización para la Cooperación y el De­sarrollo Económicos (OCDE), gracias a que el país ha mostrado avances en la lucha contra la inseguridad, la violencia, las drogas ilícitas y la insurgencia armada y proyecta una imagen de experto regional en estas materias.
 
¿Tendrán larga vida las formas de coope­ración Sur-Sur? Para Tickner, sí. Este tipo de cooperación seguirá llenando vacíos que la cooperación del Norte no llena. Aun así, países como Brasil no van a poder seguir cooperando como lo solían hacer por la crisis interna que afronta.
 
De esta manera, desde la Universidad del Rosario, se avanza en la comprensión de los mecanismos de cooperación Sur-Sur, las im­plicaciones políticas, sociales y económicas que crean estas prácticas de relacionamiento internacional.

Colombia ha mostrado avances en la lucha contra la inseguridad, la violencia, las drogas ilícitas y la insurgencia armada y proyecta una imagen de experto regional en estas materias.