En Colombia participaron tres investigadores de la Universidad del Rosario: Wilson Herrera, María Victoria Uribe y Camila de Gamboa; Marieta Quintero de la Universidad Distrital y Fernando Cardona de la Universidad Javeriana, quienes se dedicaron a temas relacionados con el conflicto armado, la memoria, la responsabilidad política, la culpa y los testimonios de las víctimas, y luego articularon las conclusiones de sus diferentes investigaciones en un libro que pronto será publicado en el país y que actualmente está bajo el proyecto Cartografías del mal en las sociedades contemporáneas.
Uno de los focos de investigación —en el caso de Camila de Gamboa— fue el conflicto armado colombiano y la justicia transicional, desde 2005 hasta los recientes acuerdos de La Habana entre el gobierno y las Farc, para determinar si esas herramientas que se diseñaron en efecto conducen a una sociedad más democrática, igualitaria y pacífica. Desde su perspectiva, los puntos del acuerdo que no se refieren a la justicia transicional (participación política, sustitución de cultivos ilícitos o la reforma rural, entre otros) son esenciales porque con ellos sí se juega una Co lombia distinta, mucho más incluyente y con mucha más justicia distributiva. En este contexto, la investigación rescata la importancia del perdón interpersonal y de las disculpas políticas como punto de partida de verdaderos actos de reconciliación, pues se trata de actos de reconocimiento relevantes en lo individual y en lo colectivo. Sin embargo, pone de presente los riesgos que se pueden correr si las disculpas políticas y el perdón no cumplen con un respeto profundo con las víctimas.
“El hecho de que, para una víctima, si el victimario está vivo, efectivamente reconozca que eso que hizo no ha debido hacerlo y se arrepienta, puede ser para la víctima algo muy importante. Es el reconocimiento de un daño que se hizo e intenta afirmar esa dignida humana que se intentó denigrar”, señala la investigadora.
JUSTICIA TRANSICIONAL, OPORTUNIDAD DE ORO
El tema es que se requieren mayores transformaciones para lograr una sociedad democrática, como advierte la investigación. “Si de verdad queremos pasar a la paz, que no haya más víctimas de la violencia en el futuro. Si de veras queremos tener una sociedad más pacífica, más igualitaria, más incluyente, tenemos que hacer una cantidad de transformaciones que no están supeditadas a la justicia transicional. La justicia transicional es una oportunidad de oro para hacer esas transformaciones”, anota Gamboa.
La investigación señala que los cambios deben partir de las necesidades de las personas en los territorios, que se pueden conocer a través de diferentes diálogos y comprender que los ‘residuos del mal’ están aún presentes en los diversos espacios. “Somos una sociedad donde culturalmente somos muy autoritarios”, explica.
El hecho de que, para una víctima, si el victimario está vivo y efectivamente reconozca que eso que hizo no ha debido hacerlo y se arrepienta, puede ser para ella algo muy importante.
Ese nuevo “vestido del mal”, según la investigación, está hoy presente en todas las sociedades con visiones muy autoritarias de cómo se debe ejercer el poder.
“No es que la democracia falle cuando los electores toman decisiones erradas, lo que ocurre es que nuestras democracias no fueron realmente incluyentes y profundas, siempre dejaron por fuera a muchos grupos sociales (minorías)” dice.
En un contexto así, las visiones populistas se erigen como las preferidas por esas mayorías de indiferentes y olvidados. “Ahí está el residuo del mal y el germen de sociedades totalitarias”, afirma la investigadora.