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Divulgación Científica - URosario

Salud y Bienestar

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Con carbón en los pulmones

La neumoconiosis es una patología crónica cuyos síntomas casi siempre solo se hacen patentes cuando ya es irreversible. Un estudio en las minas de carbón de Boyacá, Cundinamarca y Norte de Santander alerta de este gran problema.

  Fotos: Alberto Sierra
Por José Alejandro González T.


Los trabajadores de las minas de carbón en Colombia están en alto riesgo de sufrir neumoconiosis, una en­fermedad crónica, silenciosa, irreversible y que puede ser mortal cuando se manifiesta. Así lo establece una investigación adelantada por varias universidades y organizaciones estatales en Boyacá, Cundinamarca y Norte de Santander.

De acuerdo con los resultados, uno de cada tres de los mineros que participaron en el estudio ya sufre esa enfer­medad, que aparece unos diez años después de la exposición permanente al polvo que se levanta en los socavones donde laboran. El proyecto fue adelantado por el Instituto Nacional de Salud, la Universidad del Rosario, la Universidad de los An­des, una reconocida Administradora de Riesgos Laborales y las secretarías de salud de esos departamentos.

“Encontramos una prevalencia del 33,8 por ciento, un re­sultado tremendamente alto. Quiere decir que son muchos los trabajadores que están afectados con una patología de carácter crónico e irreversible. Allí vimos una relación directa entre las personas que cumplen la función de ‘picador’ y el desarrollo de neumoconiosis. Los picadores son quienes rompen la pie­dra y hacen la extracción del carbón”, comenta Marcela Va­rona, profesora e investigadora del Grupo de Investigación en Salud Pública de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

A grandes rasgos, la neumoconiosis es un grupo de enfer­medades pulmonares que se produce por exposición a diver­sos agentes presentes en ambientes laborales, como polvos, fibras o humos, entre otros. En este grupo se encuentra la ‘neu­moconiosis de los mineros de carbón’, la cual se genera espe­cíficamente por el polvillo que expulsa ese mineral cuando se trituran rocas en minas de explotación carbonífera.
 

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Marcela Varona, integrante del Grupo de Investigación en Salud Pública de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario..

De acuerdo con Varona, esta clase de neumoconiosis es una patología crónica que ocurre muchos años después de la exposición permanente de los trabajadores y para la cual no existen tratamientos efectivos. “Los síntomas de la enfermedad aparecen por lo general 10 años después de que la perso­na ha estado expuesta al polvillo del carbón. Cuando se manifiesta, ya tiene efectos irrever­sibles”, dice.

Entre los síntomas que alertan de su pre­sencia se encuentran la tos, la dificultad para respirar y la opresión en el tórax. “Son mi­neros que están a punto de retirarse o que ya están pensionados cuando comienzan a sen­tirse mal. Y en el momento en que se enfer­man es porque en realidad ya están en muy malas condiciones. Cuando sienten dificultad respiratoria es porque los pulmones ya están invadidos del material”, comenta Leonardo Briceño, profesor e investigador del Grupo de Investigación en Salud Pública de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Uni­versidad del Rosario.

Los especialistas concuerdan en señalar que la mejor forma para combatir esta enfermedad consiste en disminuir la exposición al polvo el carbón y realizar un diagnóstico temprano, con el cual se puedan prevenir complicaciones asociadas con la enfermedad.
 

Pero esta es una labor que resulta compleja pues para determi­nar su aparición es necesario realizar dos prue­bas que son muy costosas para los mineros: una espirometría y una radiografía de tórax, con criterios específicos que dicta la Organiza­ción Internacional del Trabajo.

Para completar, los trabajadores de empre­sas pequeñas suelen estar expuestos al polvo del carbón más tiempo del recomendable, por el desconocimiento de esta enfermedad y los procesos de producción que implementan. En las minas pequeñas, por ejemplo, reciben un pago por horas o por producción: cuanto más extraen, más ganan.

Los tiempos y niveles de exposición son inciertos y depen­den de cada minero y compañía. De hecho, los mineros rebasan sus horas recomendadas fácilmente, al estar en la mina desde tempranas horas de la mañana hasta ya entrada la noche.

UN ESTUDIO PROFUNDO
La investigación adelantada por las diferentes universidades, empresas y organismos gubernamentales es una de las prime­ras en abordar el tema, con una visión multidisciplinaria. Su objetivo era conocer la prevalencia de la ‘neumoconiosis de los mineros de carbón’ y los factores asociados que generaban esa patología”.
 
En su realización, los investigadores hicieron pruebas a 476 trabajadores, que fueron seleccionados de forma aleatoria y que pertenecían a 31 empresas en Boyacá, Cundinamarca y Norte de Santander. Inicialmente, los participantes tuvieron que contestar una encuesta que determinó algunas variables sociodemográficas (edad, sexo, tiempo de trabajo en la mina, oficio y tiempo total de exposición), así como realizar un exa­men médico, la espirometría y las radiografías de tórax.
 
Con esta información decidieron tener en cuenta sola­mente a aquellas personas cuya experiencia trabajando en minas de carbón superara los diez años. “De esta forma, po­dríamos determinar realmente si había algún indicio de la enfermedad. En promedio tenían edades de entre 45 y 46 años, aunque había trabajadores desde los 20 años y hasta de 76 años”, recuerda Varona.

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Adicional a esto, el estudio incluyó pruebas genéticas a los seleccionados, para analizar su susceptibilidad al estar trabajando con polvo de carbón y sufrir neumoconiosis. El grupo también hizo evaluación de polimorfismos genéticos de varias enzimas importantes en el desarrollo de esa patología.

Entre otros hallazgos, el estudio también en­contró que existe una relación directa entre el desarrollo de la enfermedad y el tiempo de ex­posición al polvo del carbón. “A mayor edad tam­bién vimos más prevalencia de la patología”.

Junto con los trabajadores, el grupo de in­vestigación evaluó detalladamente a las compañías para co­nocer los niveles de riesgo por polvo de carbón y analizar las condiciones de exposición. “Los trabajadores de las minas de carbón son ‘multiexpuestos’ y vulnerables pues, adicional­mente al polvo, enfrentan condiciones de seguridad y por ac­cidentalidad muy complejas, con explosiones y derrumbes”, dice Leonardo Briceño.

También se evaluaron las condiciones laborales que ofre­cían las compañías, sus servicios internos de salud, el uso de elementos de protección, la higiene de sus instalaciones y el medio ambiente al que se enfrentaba su personal. “Encon­tramos empresas muy organizadas, así como otras que son tremendamente informales. Las minas más grandes suelen entregar mejores elementos de protección y brindar capacita­ción sobre su uso”, explica Varona.

La protección básica para evitar esta enfer­medad está en el uso de máscaras adecuadas. Los investigadores encontraron minas donde la gente usa bayetillas o pañuelos que, además de no servir para nada, les da una falsa sensa­ción de seguridad. En este caso, Briceño expli­ca que una máscara para polvo funciona con el mismo principio que tiene el filtro del café: “Si la usa muchas veces, se satura y deja pasar impurezas. Es necesario cambiarlas con la pe­riodicidad que se requiere, que en ocasiones es diaria”.

En cuanto a las medidas de higiene, los in­vestigadores encontraron algunas minas pe­queñas donde los trabajadores comían dentro de los socavones para ahorrar tiempo en los desplazamientos, así como otros que se iban para sus casas sin bañarse y con la misma ropa que usaban en la jornada laboral.
 

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Los mineros en el momento en que se enferman es porque en realidad ya están en muy malas condiciones, dice Leonardo Briceño, profesor de la Escuela  de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

Cabe señalar que el proyecto se realizó du­rante cinco años, entre los cuales se distribuyó la planeación, el trabajo de campo y la escri­tura de artículos. Gracias a la participación de diversas organizaciones fue posible realizar un trabajo interdisciplinario y colaborativo muy completo. “Mientras unos disponen de laboratorios de genética muy especializados en este equipo, nosotros tenemos mucha experiencia en la evaluación ocupacional y ambiental. Desde el Instituto también hay mucha experiencia en la valoración de conta­minantes ambientales”, agrega Briceño.
 
La investigación también contó con la par­ticipación de estudiantes de Maestría de las universidades involucradas, quienes ya han publicado nueve tesis diferentes en temas de salud ocupacional. Cabe señalar que el pro­yecto recibió la financiación de Colciencias, gracias a lo cual lograron cubrir los altos cos­tos que representaba la realización de exáme­nes y mediciones especializados.

La investigación encontró una prevalencia  del 33,8%, un  resultado alto. Quiere  decir que son muchos los  trabajadores  que están  afectados con una patología de  carácter  crónico e  irreversible.