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Divulgación Científica - URosario

Cultura y Sociedad

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Estudiantes invisibles

Luego de participar en una propuesta pedagógica para trabajar con instituciones educativas que reciben estudiantes en situación de desplazamiento por la violencia política en Colombia, la profesora Ángela Victoria Vera Márquez se preocupó por la invisibilidad que se le da al tema y presentó dos estudios que muestran los diferentes matices de una misma historia.

  Fotos: Alberto Sierra/Milagro Castro
Por Denise Danielle Bourne

Cuando Ángela Vera era estudiante en su natal Iba­gué descubrió la polifonía. Pero no esa polifonía en­tendida en el estricto sentido musical, sino como la forma de rescatar los relatos y las múltiples voces de todos los actores en sus contextos y transformarlos en una sinfonía que los reconoce y hace partícipes de su propia melodía.
 
Siendo estudiante tuvo la oportunidad de traba­jar en el proyecto Escuelas que educan y sanan de la Universidad del Rosario y la Universidad de Ibagué, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Programa Japón. Con este programa se buscaba capacitar a los diferentes representantes de la comunidad educativa, que diariamente recibían a niños en situación de desplazamiento forzado por la violencia polí­tica presente en Colombia, para, de esta forma, ayudar en el proceso de adaptación, no solo de los niños, sino también de sus padres y compañeros de clases.
 
Durante esta experiencia, Ángela Vera, profesora de la Es­cuela de Medicina y Ciencias de la Salud, descubrió que este tipo de estudiantes es constantemente invisible, bien sea por­que los planteles educativos desconocen que tienen alumnos en esta condición, porque las familias de los estudiantes no quieren permitir que se conozca su situación de desplaza­miento forzado o porque los mismos centros educativos no tienen las herramientas para hacer frente a las necesidades de esta población. Cabe mencionar que gracias a este descubri­miento nació el libro Los estudiantes invisibles que fue escrito junto con los investigadores Francisco y Rodrigo Parra.
 
Con base en lo anterior, Vera solicitó permiso para profun­dizar en las historias descubiertas en este estudio y, a raíz de esto, creó dos artículos de investigación: uno basado en la si­tuación de las escuelas y otro, en el punto de vista de los niños.
                      

La escuela debe mostrarse como un espacio seguro de consulta no solo académica, sino de refuerzo de competencias personales que permita un desarrollo adecuado para sus estudiantes.


EL PROBLEMA VISTO DESDE LA ESCUELA
El primer estudio de la profesora Vera, Dinámi­cas de subjetivación en un escenario escolar, ana­liza la forma en que una comunidad educativa percibe a un niño en situación de desplazamien­to forzado y destaca que las escuelas colombia­nas, en algunos casos, enfrentan demandas poblacionales que se salen de lo convencional y para lo que están creadas, como ser espacios incluyentes, ser precursoras de relaciones in­terpersonales sanas para todos los estudiantes que conforman su comunidad y ser una de las figuras vitales en la prevención de riesgos para poblaciones vulnerables.
 
“Si bien a una escuela puede llegar un niño de ciudad cuya situación de pobreza lo expon­ga a la exclusión social, también puede llegar un niño en situación de desplazamiento for­zado, que además de necesitar un espacio de inclusión, requiere especialmente un espacio de afectividad, ya que, además de vivir dife­rentes circunstancias y conflictos normales de su proceso de desarrollo, se enfrenta a la elaboración de experiencias traumáticas por violencia política”, ejemplifica Vera.
 
La etapa escolar trae consigo dificulta­des normales para los estudiantes como, por ejemplo, establecer relaciones afectivas posi­tivas con sus compañeros y profesores, sacar buenas notas, comprender los contenidos de algunas materias, entre otras cosas, y todo esto, unido a posibles traumas y conflictos sin resolver que vienen dados por la situación de desplazamiento forzado, puede dar cabida a otra serie de problemas emocionales y socia­les. Es aquí donde la escuela cumple un rol adicional y debe mostrarse como un espacio seguro de consulta no solo académica, sino de refuerzo de competencias personales que permitirán un desarrollo y recuperación adecuados para sus estudiantes.

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Por otra parte, se identificaron dificultades en la formación y comprensión del rol de los docentes frente a estas problemáticas, lo que evidenció que estos no cuentan con las herra­mientas necesarias para hacerles frente. De allí que, dentro de las recomendaciones de la investigación, se propone trabajar en la construcción colectiva de propuestas pedagógicas integrales que permitan contextualizar sobre las realidades de todos los actores de las escuelas.

LA VISIÓN DEL NIÑO
Para Vera, abarcar el problema desde el punto de vista de los niños es clave para comprender la situación. Tras estudiar las historias de vida de estudiantes víctimas del desplazamiento forzado por la violencia polí­tica, descubrió que la principal expectativa de los estudiantes al llegar a una nueva escuela es ser aceptados y bien recibidos, pero, lamen­tablemente, muchas veces no cuentan con el apoyo de la comunidad educativa en pleno para afrontar el proceso de adaptación.
 
Otro punto que puede afectar la adaptación social, genera sensación de rechazo y falta de apoyo es la forma en que los compañeros los perciben. Si bien, los niños que estudian con ellos también pueden estar en situación de pobreza, en ocasiones sienten que los compa­ñeros en situación de desplazamiento forzado pueden ser peligrosos. No obstante, también reciben manifestaciones de apoyo y solidaridad.
 
Algo que no se debe olvidar es que muchos niños y fami­lias en estas condiciones pueden estar viviendo situaciones de estrés emocional y económico, lo que suma una complejidad adicional al proceso de adaptación.

A pesar de encontrarse muchas veces con un entorno no muy favorable para establecer buenas relaciones interperso­nales, algunos de los niños en situación de desplazamiento forzado comienzan a tomar un rol protector, no solo como apoyo hacia nuevos niños que llegan a su escuela en situación de desplazamiento, sino también con aquellos que, por algu­nas circunstancias, tampoco son aceptados. “Estudié el caso de un niño que conoció a un compañerito con problemas de cre­cimiento (baja estatura para su edad) y se dedicó a protegerlo de los demás”, señala Vera.
 

SANANDO HERIDAS
El estudio realizado por la profesora Ángela Vera concluye que existen varios aspectos que ayudan a sanar las heridas de los niños, causadas por el desplazamiento forzado. En primera instancia está la familia, porque este tipo de situaciones traumáticas —que muchas veces incluyen muerte, separación de los familia­res, pérdida de sus objetos personales y dis­criminación, entre otros— suelen conducir al fortalecimiento de conexiones y a la cons­trucción de una red de apoyo con los seres queridos.
 
Al haber vivenciado situaciones de dificul­tad, varios de los niños y jóvenes en situación de desplazamiento asumen actitudes altruis­tas, buscan apoyo social en sus familiares o nuevas amistades y participan en procesos importantes para sus comunidades, lo que les permite sanar sus heridas emocionales, recu­perarse y fortalecer su personalidad.

La nueva comunidad a la que llegan las fa­milias en situación de desplazamiento cum­ple varios roles fundamentales, tanto de espa­cio de aceptación, relacionamiento afectivo, como de soporte informativo, es decir, brinda herramientas que les ayudan a adaptarse a su nuevo estilo de vida.
 

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Ángela Vera descubrió que los estudiantes en situación de desplazamiento son invisibles porque las familias de los estudiantes no quieren
permitir que se conozca su situación o porque los mismos centros educativos no tienen las herramientas para hacer frente a las necesidades de esta población.


Por último, y no menos importante, está el apoyo gubernamental. Sentir que hubo una restitución y reparación de sus derechos, in­volucrarlos en los diferentes programas de acompañamiento y apoyo dirigidos al cubri­miento de sus necesidades básicas, atención de emergencias y estabilización económica, ayuda a sanar las heridas y a no visibilizar la situación de tantos niños y familias que tu­vieron que dejar atrás parte de sus vidas para reconstruir una nueva historia.

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