Cuenta la historia que, desde las entrañas de la tierra, hace más de 25 millones de años empezaron a brotar enormes formaciones rocosas que dieron origen a la cordillera Oriental de los Andes colombianos. Este evento impulsó la formación de nuevas especies, pues con su elevación causó la división de poblaciones de plantas y animales que quedaron a ambos lados de esta.
Siguiendo el desenlace de esta historia, y con el fin de investigar sobre esa diversificación de poblaciones dentro de las especies como consecuencia del aislamiento geográfico, los investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad del Rosario, Fabián Camilo Salgado Roa y Camilo Andrés Salazar Clavijo, estudiaron la variación en el ADN de distintas poblaciones de la araña pescadora Ancylometes bogotensis (Araneae: Ctenidae) a lo largo de su distribución en la cadena montañosa, y determinar si la montaña contribuye a la diferenciación genética de las mismas.
La protagonista, Ancylometes bogotensis, es una araña gigante, pescadora, que alcanza un tamaño hasta de 26 centímetros, se encuentra desde Bolivia hasta Honduras, de los 0 a los 1.500 m s. n. m. y habita cerca a los cuerpos de agua. No construye telaraña, tiene hábitos de caza nocturnos, entre sus presas se incluyen insectos, ranas, renacuajos, peces e incluso cangrejos de agua dulce, y se ha documentado que tiene la habilidad de permanecer oculta 20 minutos bajo el agua.
Curiosamente, la denominación de la especie bogotensis no significa que sea de Bogotá. El origen de su nombre obedece a que la mayoría de los ejemplares recolectados, que eran enviados a museos europeos, provenían de Bogotá, por esta razón les asignaban ese nombre. Esta especie fue descrita en 1867 y el holotipo, primer individuo que se recolectó y con el cual se hizo la identificación, está en Alemania, y el sintipo (copia del primero) está en Suiza, siendo esto un ejemplo más del colonialismo científico.
Las montañas estructuran la diversidad
Entusiasmado por estudiar esta familia de arañas, Fabián Salgado, biólogo de profesión y aracnólogo desde su ADN, cuenta: “Queríamos comprobar si la cordillera de los Andes es una barrera absoluta, es decir, que Ancylometes bogotensis, por sus características, no sea capaz de cruzársela y que impidiera que sus poblaciones se interconectaran”.
Adicionalmente, el investigador en genética evolutiva, Camilo Salazar, afirma que con esta investigación obtuvieron evidencia molecular y climática sobre la importancia de la orogenia (formación de las montañas) de los Andes, ya sea separando linajes o facilitando la dispersión de estos.
Así que, siguiendo la pista de esta historia evolutiva, los científicos hicieron una relación de parentescos entre las poblaciones de la especie, o sea, una combinación de filogenias, análisis genéticos poblacionales y modelos de distribución de especies.
Los resultados detectaron dos linajes que están separados por la cordillera Oriental de los Andes colombianos y que comparten el mismo nicho climático, el cual se define como las variables climáticas que pueden afectar o favorecer que un organismo habite un espacio. Así mismo, exploraron hasta qué punto los Andes del norte aportaron en la diversificación de Ancylometes bogotensis.
Al respecto, Salazar comenta que sobre los procesos de diversificación hay tres planteamientos posibles:
1. La montaña dividió lo que ya existía y con el tiempo lo que está a un lado ya no se parece a lo que está al otro.
2. La montaña surgió y creó varios pisos térmicos. Esos cambios altitudinales van asociados a cambios de vegetación y a una cantidad de fenómenos climáticos que junto con otras características bióticas generan nuevos nichos ecológicos (interacciones tanto con el ambiente como con otros organismos), dando oportunidad para que algunos organismos se adapten, colonicen esos espacios y se desarrollen como otra entidad aparte de la población original de donde se movieron.
3. Los organismos logran dispersarse a través de la montaña y colonizar poblaciones al otro lado de ella.
“Entendiendo la historia natural de los organismos, podemos comprender cómo se diferencian en el tiempo y, por ende, entenderemos el pasado”: Camilo Salazar, profesor de la Facultad de Ciencias Naturales, Universidad del Rosario.