Hace unos días, Colombia y el mundo se regocijaron con las noticias sobre la Serranía de Chiribiquete, ubicada en los departamentos de Guaviare y Caquetá. La importante zona natural fue declarada Patrimonio de la Humanidad y gracias a ello el Gobierno amplió al doble sus fronteras con el fin de preservarla: de 2,7 millones de hectáreas protegidas pasó a 4,2 millones de hectáreas.
Sin embargo, la medida no es suficiente para bloquear un grave problema que se está dando cerca de la Serranía y que tiene en alerta máxima a un grupo de expertos de la Universidad del Rosario y la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Se trata del corredor natural más extenso que existe entre los Andes y la Amazonía colombiana, que por millones de años ha posibilitado el tránsito de un lado a otro de diferentes especies que habitan la zona y que hoy son afectadas por la deforestación.
“La región más extensa que actúa como un corredor natural entre los Andes colombianos y las regiones biogeográficas amazónicas, el megacorredor Picachos-Tinigua-Sierra de la Macarena-Chiribiquete, está siendo erosionada por la expansión agrícola ilegal a gran escala que pone en peligro el mantenimiento y la conexión de flujo de genes y con ellos los mecanismos de formación de biodiversidad. Varios estudios filogenéticos indican que las dinámicas complejas entre las tierras altas andinas y las tierras bajas amazónicas han influido fuertemente en el origen y mantenimiento de la biodiversidad neotropical”, escribieron los profesores en un artículo científico publicado a finales de julio en una de las revistas sobre conservación de la biodiversidad más importantes del mundo: Conservation Letters.
En la publicación los científicos hacen un fuerte llamado al gobierno y a organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, tanto nacionales como internacionales, para que den mayor atención a esta zona del mundo y dirijan recursos a proyectos que la conserven y permitan estudiarla. El doctor en Ecología Nicola Clerici, primer autor del artículo y profesor del Programa de Biología de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad del Rosario, explica que es muy incompleta la información sobre la biodiversidad que se tiene sobre esta región, debido a que era zona de refugio de la guerrilla de las FARC con lo cual se dificultaba la investigación de campo. Y añade: “Es necesario ser más efectivos en la conservación y el manejo sostenible de este importante corredor biológico, especialmente en el contexto de vacío de control territorial del posconflicto colombiano”.
Igual opina el profesor Chris Jiggins, otro de los autores del artículo y miembro del St John’s College de la Universidad de Cambridge, como lo señaló a la institución. “Este es un momento crítico para Colombia, hay nuevas amenazas para estas áreas, pero aún queda algo de bosque. La limpieza sistemática de los árboles rompe un importante vínculo entre los Andes y el Amazonas, que ha desempeñado un papel vital en la evolución de los animales y las plantas. Pero si se toman medidas, más temprano que tarde podríamos preservar el área y mantener los vínculos entre estos ecosistemas irremplazables”.
Una biodiversidad por descubrir
Camilo Salazar, profesor del Programa de Biología de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad del Rosario, doctor en Ciencias Biológicas y autor también del artículo, sostiene que la falta de investigación en el puente estratégico natural Andes-Amazonas ha impedido tener datos de conectividad e intercambio de genes de las especies, que permitan conocer cómo son los movimientos de los individuos, en qué condiciones se dan, cómo se adaptan e irradian, pues esos eventos llevan a la formación de nuevas especies.
“Tenemos datos de los Andes peruanos y ecuatorianos de la dispersión en ambas direcciones que nos permiten extrapolar la información. De igual forma, en Putumayo se encuentra una especie de mariposa que presenta en esta región dos subespecies. Una muy adaptada a los Andes y la otra a la Amazonía. Las dos son identificables por diferencias en el color de sus alas. Estas subespecies se solapan en un corredor cuyo centro es Mocoa, formando una zona de hibridación. La variación de colores que se forma allí y el intercambio de genes que se da, nos permite entender su evolución. Es un laboratorio natural”, explica el científico.
Precisamente, ese tipo de información es la que piden que se obtenga en el corredor existente entre los tres Parques Nacionales Naturales (PNN) y Chiribiquete, también PNN y ahora Patrimonio de la Humanidad, para lo cual se requiere preservación, muestreo y análisis genéticos. “Si se corta el flujo de genes allí estamos acabando con parte de la variabilidad genética que ganan las poblaciones y/o especies que habitan en los extremos del corredor, además de limitar la conectividad de aquellas que se distribuyen a lo largo del mismo. Esto afecta la generación de biodiversidad y la posibilidad de que nuevas formas y variantes surjan en muchas especies. En términos de conservación y evolución es importante que eso no pase”, agrega Salazar.
Sus palabras se deben a que los análisis satelitales han demostrado que efectivamente se está dando una eforestación del bosque primario tanto del corredor, que no está protegido, como de los PNN, que sí lo están.
Según el artículo, basado en fuentes oficiales, en Colombia cerca de 2,4 millones de hectáreas fueron deforestadas entre 1967-2012 (IGAC, 2015), con una tendencia acelerada en 2016: 178.597 hectáreas de bosque se perdieron, lo que significó un aumento del 44 % con respecto a 2015 (Minambiente 2017; SIAC 2017). La región biogeográfica más afectada es la Amazonía y en ella los departamentos de Caquetá y Meta (IDEAM 2017a).