Con el trabajo, ella y la directora de la tesis, la doctora Chiara Riganti, mostraron que por diferentes vías la droga intentaba pasar y no lo lograba porque ciertas proteínas transportadoras la toman y la eliminan. Eso requirió enmascararla para que pudiera pasar, utilizaron la técnica que los investigadores denominan caballo de Troya, por su similitud con el relato según el cual los griegos utilizaron un caballo como estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya.
Sus estudios actuales están enfocados en la misma línea, pero en cáncer de colon y comenzaron en 2014. Como los resultados preliminares del equipo del profesor Ondo, los de su investigación muestran que la disminución de oxígeno en el tumor (hipoxia) conduce a unos mecanismos celulares que generan dichas proteínas transportadoras, que a su vez producen resistencia al medicamento. “Y eso está asociado al estrés que se maneja en la célula porque al haber hipoxia y tantas posibilidades de respuesta celular, la célula se estresa y genera muchas especies reactivas de oxígeno, que a su vez generan unos mecanismos que evaden el ingreso de los medicamentos”, señala Pinzón.
El grupo de biología celular del doctor Francisco Nualart de la Universidad de Concepción en Chile ha dado un invaluable apoyo al estudio, ya que cuenta con el Centro de Microscopía Avanzada, CMA BIO BIO, el cual ha permitido a los científicos del Rosario observar a nivel microscópico cómo se da la localización de las proteínas bajo el efecto de la hipoxia y el estrés que se genera alrededor de esa situación.
“Con esta tecnología nos dimos cuenta de cómo la droga que se utiliza en quimioterapia da lugar a que se induzca la expresión de esas proteínas transportadoras. La droga promueve que se expresen por ende se reduce el efecto del medicamento”, asegura Pinzón.
El objetivo es que el tratamiento sea lo más completo y preciso posible para que se dé en cada sustancia la medida exacta y la célula cancerosa no busque respuesta por otro lado. En ese sentido, también se está buscando la forma de encapsular la droga en instrumentos que sean muy pequeños para que se pueda dirigir mejor a la zona afectada, sin que nada se lo impida.
En esos ‘caballos de Troya’ está trabajando el equipo. Y al igual que el grupo de estudio del científico Ondo busca lograr que los tratamientos contra el cáncer del colon sean cada vez más personalizados, puesto que la evidencia ha demostrado que en un paciente funciona mejor que en otro un tratamiento específico.
“Mucho del trabajo que estamos haciendo se empieza a dirigir hacia cómo reconocemos esa individualidad, cómo hacemos medicina personalizada. Es un gran adelanto, ya dejamos atrás la versión errónea que teníamos del cáncer. La considerábamos solo una enfermedad genética, en el sentido de que la célula cancerosa era un cúmulo de mutaciones que llevaban a que perdiera el control de la división celular y produjera una masa homogénea. Ahora tenemos una visión del cáncer como enfermedad, además, metabólica, en el sentido de que la masa no es homogénea, y lo que es más impactante para mí es que son células diferentes, en condiciones diferentes que se alinean y trabajan de forma eficiente, orquestada, para sobrevivir. El tumor es casi la sociedad perfecta”, señala Ondo.
En la revisión de medicamentos utilizados para cáncer de colon los investigadores han visto que estos generan el estrés oxidativo, lo que ha llevado a la medicina a emplear el medicamento mezclado con sustancias antioxidantes.