Jaime E. Dueñas M.
Paul Rodríguez, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario.
Emprendimiento, desde lo más simple
El concepto de emprendimiento en el que se basa el estudio corresponde a la acepción más simple del término: es la acción de crear un negocio o negocios para generar ganancias. De ahí que en la muestra –y en los resultados– se encuentre un amplio grado de informalidad, lejana incluso al concepto de emprendimiento que se ve en los
realities o que ha hecho famosas a empresas que han recibido inversiones millonarias (y hablamos de millones de dólares).
“Normalmente, cuando se habla de emprendimiento se está pensando en esta idea de nuevas empresas supernovedosas, con unas perspectivas de crecimiento bastante altas. En este caso estamos pensando en la forma base, que es crear un negocio de forma independiente, en la que se asumen riesgos y se espera alguna rentabilidad”, explica Paul Rodríguez, miembro del equipo investigador y profesor de la Universidad del Rosario, institución que lideró el proyecto.
Aunque las tiendas de barrio tienen limitaciones, esta visión –añade Rodríguez– va más allá del negocio que se monta solamente porque se perdió el empleo o porque no hay otra alternativa. En esa misma línea, Andrés Felipe Ortiz, profesor de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, señala que el estudio incluye negocios informales, pero que pueden tener un proceso de formalización en todos los sentidos: contar con un registro ante la Cámara de Comercio, ante la Dian; tener una mayor relación con los servicios financieros; buscar beneficios como el retorno de la inversión, entre otros.
Al respecto, cabe señalar que actualmente la formalidad es más alta de lo que se esperaba en los niveles básicos, que incluyen el registro de las tiendas, porque existen maneras de hacerlo fácilmente y también facilitan el cumplimiento de responsabilidades como el pago de impuestos.
En lo que sí se da un alto grado de informalidad, señala Paul Rodríguez, es en las relaciones laborales: “Los negocios le tiene mucho miedo a contratar a los empleados de una manera formal; eso incluye contratarse a ellos mismos [los propietarios] de manera formal, que es lo más interesante”. Para el investigador del Rosario, parece que los propietarios de los negocios no le ven tantas ventajas a cotizar para la seguridad social, por ejemplo, basados en mitos como que en este país nadie se va a pensionar nunca.
De hecho, en la época de la pandemia, la mayoría de los problemas relacionados con las situaciones derivadas de las medidas de aislamiento eran más fáciles de resolver por mecanismos informales, que formales. Por ejemplo, negociar de forma verbal el pago del arriendo con el propietario del local era mucho más fácil que lograr un acuerdo contractual con una inmobiliaria.
Esto, complementa Andrés Felipe Ortiz, también tiene que ver de alguna manera con la tendencia a saltar los procesos o de no cumplir con los estándares, común en la cultura colombiana. En contraste, los niveles de formalidad –añade el profesor de Uniminuto– también están asociados con el control que ejercen los entes de vigilancia (las Secretarías de Salud, en el caso de los establecimientos relacionados con alimentación, por ejemplo) o con la perspectiva de riesgo del negocio.
Andrés Felipe Ortiz, profesor de la Corporación Universitaria Minuto de Dios.
Otros resultados del estudio muestran que los propietarios y administradores de las tiendas de barrio están alejados del sistema financiero formal (prefieren pedir préstamos a familiares o gota a gota, aunque esto represente un mayor riesgo), tienen bajos niveles de capacitación y registran bajo uso de la tecnología (66% por ciento no usa Internet y solo 14,42% comparte información del negocio por WhatsApp o en redes sociales).
¿Qué sigue en el proceso?
A partir de este primer trabajo de diagnóstico, las Universidades del Rosario y Minuto de Dios están trabajando con los tenderos en un proceso de capacitación que usa como herramienta fundamental una aplicación desarrollada por la Fundación Capital, llamada Expertienda. Con ella se avanza en el proceso de formalización de las tiendas de barrio, de una manera flexible que les permite a los tenderos tomar los cursos según su disponibilidad de tiempos y horarios, y de una manera acorde con sus capacidades económicas.
Para medir el impacto de este proceso, se tienen planeada una segunda medición, en la que se conocerá de qué manera ha beneficiado la capacitación a los tenderos y cómo ha aportado al proceso de formalización de sus negocios.
Todo esto, a partir de un proceso inicial del que los profesores Rodríguez y Ortiz destacan como hallazgos fundamentales la necesidad de capacitar a los tenderos y la formalización de los procesos como ejes de un proyecto que también requiere apoyo por parte del gobierno.
“La gente que trabaja estos temas en el gobierno sabe muy bien de la importancia de los micronegocios –señala Paul Rodríguez–. Tienen presente que casi que el 70% del empleo del país está en estos negocios y similares, pero parece que no se tuviera tan en cuenta a los mismos. […] Vemos que los créditos para micronegocios son muy pequeños, tienen unas tasas de interés altísimas –a veces son más altas que las de las tarjetas de crédito o los créditos de consumo– lo cual es raro inclusive para América Latina (en otros países de la región, estos créditos no son tan caros)”.
El profesor del Rosario señala que se requieren políticas que les den más fuerza a los procesos para tratar de incluir estos negocios formalmente, no solo a punta de garrote, sino también de ayudar un poco a que esos esquemas formales de inclusión financiera tengan sentido, lo cual se debe pensar “desde un nivel central”.
Andrés Felipe Ortiz, por su parte, concluye: “Un resultado del estudio muestra que solo un 19,5 por ciento de la población entrevistada ha recibido formación. Y nosotros somos convencidos de que la formación para la cualificación de los microestablecimientos permite el desarrollo de los mismos. Es decir, puedes tomar cualquiera de ellos (una panadería, una cafetería, una peluquería, un bar) y con un proceso de cualificación, especialmente de formación en el ámbito administrativo de lo que pueden ser las finanzas básicas del negocio, de la contabilidad básica del negocio y de la formalización de este tipo de herramientas, les va a permitir tener mayor sostenibilidad en el tiempo”.
A juicio del profesor de Uniminuto, con el tiempo esto redunda en beneficio para el país, pero también ayuda a que en el momento en que un tendero que ya no pueda desarrollar este negocio con la exigencia que tuvo durante años, pueda tener mejores condiciones para disfrutar su vejez. “Siento que ese es uno de los aportes más significativos que puede hacer [este estudio]: la toma de conciencia alrededor de la formación para ser empresario”.
Más información: Informe Estudio Nacional de Emprendimiento a Tenderos, primera ronda