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Hôzuki, la librería de Mitsuko

Ismael Iriarte Ramírez

Portada del libro Hôzuki, la librería de Mitsuko

A lo largo de los años he profesado una particular devoción por las historias relacionadas con librerías, libros y libreros, lo que de forma recurrente me lleva a explorar las obras que encuentran en ese ambiente su leitmotiv y que, con mayor o menor acierto representan no solo la pasión por la lectura, sino también el placer de la posesión y conservación de estos preciados bienes. Con esa expectativa afronté la lectura de Hôzuki, la librería de Mitsuko (2017), de la autora japonesa Aki Shimazaki.


Nada más empezar tuve la sensación de que esta historia transcurriría por un camino diferente al de la mayoría de su especie, pues la relación de los personajes con los libros y la lectura, se da en términos más cercanos a la realidad, sin excesivas manifestaciones de devoción que rayan en el postureo, ni pretensiones de sofisticación cultural. Por el contrario, Mitsuko, la protagonista, se convierte en dueña de una librería especializada en libros de filosofía y en la que no se venden libros infantiles ni manga, casi por descarte, como producto de un conocimiento residual y como una de las pocas opciones de ganarse la vida de forma respetable que le quedaban, aunque no le proporcione los ingresos suficientes para sufragar los gastos y deba acudir a ocupaciones alternativas poco ortodoxas.


Los días de Mitsuko en la librería transcurren con relativa tranquilidad en compañía de Taro, su hijo, mestizo y sordomudo, y su madre, pero esta placidez se verá alterada ante la presencia de una clienta que acude con su hija, quien casi de inmediato establece una conexión con el pequeño, a pesar de las dificultades de comunicación. Esta situación sin precedentes, que amenaza con volverse recurrente pone en alerta el instinto protector de Mitsuko y es el detonante para una serie de reflexiones sobre su pasado, la maternidad y la capacidad del pequeño Taro, para adaptarse y sobrevivir en un mundo hostil.


El tono introspectivo y casi confidente del relato se ve reforzado por el recurso de la narración elíptica en primera persona, con la que el lector llega a conocer de primera mano aspectos de la vida de la protagonista que permanecen guardados herméticamente frente a las personas que la rodean. De esta forma Mitsuko recorre episodios de su pasado como el origen de Taro, la decisión de prostituirse para sobrevivir durante una temporada, la reclusión en prisión de su madre, a causa de una agresión motivada por los celos, o su actividad como acompañante en un sofisticado bar, que compagina con la librería.


Llama la atención en este relato, a pesar de la naturaleza de los hechos recreados, que no se advierten auto conmiseración o vergüenza, tampoco juicios de valor, que sí están presentes en la forma en la que Mitsuko rechaza una posible amistad de Kako Sato, la clienta a la que considera, débil, superficial e incapaz de superar cualquier dificultad, lo que también da cuenta de su actitud endogámica y en cierto modo descreída ante la vida.

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Aki Shimazaki - Dominio público


Sin duda el personaje más llamativo es Taro, capaz de propiciar las reflexiones más profundas sobre el amor, la amistad y la religión, al tiempo que protagoniza un vínculo natural con la pequeña Hanako que amenaza con poner en peligro el universo seguro creado por su madre. Imperdible resulta también la relación del pequeño con su abuela, que convertida al catolicismo durante su tiempo en el presidio funge como interlocutora, amiga y cómplice.


Uno de los aspectos más destacados del libro es la profunda simbología que entrañan los nombres y que dotan a la narración de una musicalidad casi hipnótica. Muestra de esto es el nombre de la librería: Hôzuki, que en hiragana significa, luz de criatura y en kanji significa oración, mientras que también puede ser usado para significar mentira, que en el caso de esta historia equivale a un secreto que permanece latente desde las primeras páginas. También están presentes elementos tradicionales de la cultura japonesa, como el Omiai, matrimonio arreglado.


Hôzuki, la librería de Mitsuko es una de las novelas más destacadas de Aki Shimazaki, escritora japonesa radicada en Canadá desde la primera mitad de la década del ochenta y que como dato curioso escribe y publica toda su obra en francés, lo que la ha llevado a convertirse en una de las escritoras niponas más destacadas en esa lengua, adoptada en la adultez a diferencia de otros casos como el de kazuo ishiguro, para quien el inglés es su primera lengua, debido a su temprana llegada al Reino Unido.