La pandemia por SARS-COV2 produjo notables impactos como el inicio de cuarentenas e impuso la obligación de trasladar las actividades laborales y educativas a la virtualidad. Este cambio tan repentino presentó un desafío a las instituciones, que debieron ajustar sus elementos para el trabajo remoto. La academia propuso capacitaciones a sus docentes para el manejo telemático de la educación buscando sobrepasar dicho inconveniente (García-Peñalvo, 2020, citado en Macías & Loor, 2021).
Las clases mediadas por la virtualidad, introdujeron cambios en el estilo de vida, comportamientos como: constante lavado de manos, uso permanente del tapabocas, distanciamiento social, entre otros; estas prácticas, sumadas a los temores por el contagio, llevaron a muchos a alejarse de su estilo de vida original, alterando en modo importante el tipo de interacción que se tenía con otras personas, incluso los encuentros con amistades y familias se trasladaron a interacciones mediadas por una pantalla. No obstante, tanto estudiantes como docentes resaltaron que el uso del acceso remoto les había dado la oportunidad de vincular a clase distinto tipo de recursos tecnológicos que permitieron una interacción especial que quizá en presencialidad era más difícil de lograr, la posibilidad de que el docente se comunicara de manera más directa con un estudiante y alternativas que enriquecieron la dinámica de aula como videos, podcast y otro tipo de recursos.
Justo en el momento que parecía darse una correcta adaptación a la virtualidad, se dio el regreso a la presencialidad y la necesidad de reaprender el contacto con el otro, de revitalizar las relaciones interpersonales e incluso reconceptualizar las maneras de habitar los espacios. En el ámbito educativo, donde una mayoría se había acostumbrado a condiciones tales como un ambiente silencioso y controlado por cada uno, el manejo autónomo del tiempo para la realización de actividades académicas, la evitación de tener que tomar transporte público, la presencialidad convoca nuevamente a estar en espacios en los que hay ruido, en los que se pierde el control que se tenía en términos de decidir si se quería ser visto u oído y en el que los tiempos vuelven a ser estrechos al tener que considerar en la planeación de cada día el tiempo de transporte necesario para llegar oportunamente a clase.
Parece un panorama amenazante, pero volver a las aulas también permite momentos y efectos agradables y positivos. De acuerdo con Cueva y Terrones (2020), en el estudio por acceso remoto los estudiantes experimentaron estrés académico al sentir que habían perdido algunos incentivos o beneficios que hacían parte de la vida de aula y les estimulaban a aprender, e inclusive, consideraron que tenían un menor acompañamiento de los profesores.
Si bien algunos estudiantes consideraban que el estudio por acceso remoto suponía diversas ventajas, conforme se dio el avance de la pandemia, reconocieron que estar en clase en esa modalidad era desafiante por la dificultad de centrar su atención en el profesor al tener la oportunidad (a veces la necesidad) de hacer otras cosas en simultáneo mientras la cámara y el micrófono estaban apagados. Muchos estudiantes han reconocido que, aunque la educación por acceso remoto era más cómoda, en realidad sentían que aprendían menos que estando físicamente presentes en el aula de clase.
¿Cómo se puede favorecer el proceso de adaptación al retorno a la presencialidad? Quizá un primer paso, además del mantenimiento consciente de las medidas de bioseguridad, sea crear un clima de aula propicio. Según Correa, et al (2021) “El encuentro presencial y la participación con pares y con otras figuras adultas de vinculación como los educadores son una fuente de modelaje para el alumno y alumna, principalmente por lo que experimenta a través de la relación.” Teniendo en cuenta lo mencionado por Correa, es necesario identificar la importancia de la relación entre docentes y estudiantes y que esta se construya de forma apropiada. Las clases son la oportunidad de encontrarse con otras personas para conocer de un tema en compañía de otros mediante la duda, la acción y la reflexión. Pero la clase es, en esencia, un encuentro humano y, por ello, vale la pena recuperar los instantes iniciales y finales, esos espacios donde profesor y estudiantes podían tanto hablar un poco acerca de sus vidas como permitir a otros conocer otras facetas de su ser para construir una relación desde otros roles o momentos. Estas oportunidades de contacto humano enriquecen el aprendizaje, pues no solo se trata de contenidos sino aprender habilidades sociales y emocionales (Castaño, 2021). Un segundo paso implica que, tanto el docente como el estudiante, compartan información clara que facilite a cada quien la organización de sus tiempos y actividades, pues la presencialidad supone unos tiempos más apretados. En tercer lugar, las actividades y recursos virtuales empleados por los docentes en la educación por acceso remoto plantean la importancia de un aprendizaje que sea de naturaleza activa, de allí que sea recomendable implementar didácticas como debates, mesas redondas, seminarios y estrategias de aprendizaje colaborativo que permitan a los grupos trabajar como equipos. Finalmente, el retorno a la presencialidad se construye de mejor modo cuando confiamos y aportamos condiciones que construyen confianza en otros. El regreso a las aulas implica unos temores cuyo efecto puede ser de gran importancia en el rendimiento académico y no se deben subestimar. Es necesario reconocer si se experimentan inquietudes o señales de lo que podría ser ansiedad para buscar la ayuda apropiada, pero también contribuir a que la experiencia de interacción social de otros y la permanencia en la institución educativa sean lo más agradables posibles. Tomando en cuenta lo anterior, podemos aportar en la construcción de un aula emocionalmente segura en la que tanto estudiantes como maestros disfruten del encuentro, puedan aprender y crecer como seres humanos.
REFERENCIAS
Castaño, E. (2021). Regreso a clases. Pediátr Panamá, 1-1.
Correa D, A., González L, I., Sepúlveda M, M., Burón K, V., & Salinas A, P. (2021). Debate sobre el retorno a clases presenciales en Pandemia. Andes pediátrica, (ahead), 0-0.
Cueva, M. A. L., & Terrones, S. A. C. (2020). Repercusiones de las clases virtuales en los estudiantes universitarios en el contexto de la cuarentena por COVID-19: El caso de la PUCP. Propósitos y representaciones, 8(SPE3), 588.
Macías-Rodríguez, L. E., & Loor-Chancay, J. G. (2021). Efectos del COVID-19 en la educación superior y la subsecuente aplicación de ambientes de aprendizaje virtual. Revista Científica Multidisciplinaria SAPIENTIAE. ISSN: 2600-6030., 4(7), 64-76.